jueves, 26 de noviembre de 2020

AD10S

Acababa de terminar el campeonato del mundo de 1986 y la selección argentina de fútbol se había consagrado como la mejor del planeta.

—Lanzala aquí… —le dije a mi hermano, mientras con la mano marcaba el lugar donde quería que caiga el balón.

Tenía la idea de reproducir el gol que Diego Armando Maradona Franco había anotado a los italianos en uno de los primeros partidos del mundial del 86. Ese tanto fue la culminación de una jugada sin igual. Cierro los ojos y aún veo en el televisor al Diego acariciando la Azteca con su pierna izquierda extendida mientras se mantiene suspendido en el aire por unos segundos que parecen la eternidad.

Aquel gol seguramente se encuentra dentro los favoritos del astro mundial, por como se desprendió de su marcador, por como pegó a ese balón, por como lo celebró la hinchada. Fue increíble como logró colocar la pelota lejos del portero rival y anotó el empate con la complicidad del segundo palo. La “caprichosa” pasó entre el defensor y el arquero, golpeó en el poste y a celebrar.

Presiono el botón de play del reproductor de YouTube y puedo ver otra vez ese momento, mientras recuerdo que en el 86 todos queríamos jugar como Maradona, era un imposible. En el vídeo el relator deportivo grita el gol, la tribuna grita el gol y el 10 se aleja del abatido arco corriendo con la felicidad impregnada en la camiseta, salta un cartel como si se tratara de un conito, uno de esos que usan en los entrenamientos, fantástico. 

El partido contra Italia, en México, fue uno de los más importantes para el Pelusa y cuatro años después, en el mundial del 90, se volvería a enfrentar a la selección italiana, en Nápoles, pero esa es otra linda historia para contar. 

—Dale… ¡lanzá!

Me suspendo unos centímetros y en mi mente recorre cuadro por cuadro la película de aquel gol histórico del d10s argentino.

—¡Gooooooool!



lunes, 21 de septiembre de 2020

21 de Septiembre

 Lo admito, soy un tipo despistado. No recuerdo el nombre de las personas, no llevo el registro de las fechas importantes y tampoco envío flores el día de su cumpleaños. Cuántas veces pasé un momento incómodo al tratar de recordar dónde conocí a esa persona que me saludo en la calle. Lo siento.

Mis redes sociales se llenaron, por la mañana, con saludos por el día de la primavera, la amistad y el amor pero hoy también se celebra el día del médico boliviano. Este año en particular deseo manifestar mi reconocimiento y gratitud a todos los médicos que durante los meses de cuarentena estuvieron arriesgando sus vidas por nosotros. Creo, sin temor a equivocarme, que aquellos quienes pusimos nuestra esperanza en las manos de estos profesionales sentimos su enorme compromiso con el prójimo.

Fui testigo del sacrificio que significa concluir una carrera tan larga y exigente como es la de medicina ya que, son varias las etapas que se imponen entre el inicio y la conclusión, son largos años de especialidad y subespecialidad médica. Recuerdo cuando mi hermano comenzó su carrera, tenía y aun tiene los estantes repletos de libros enormes que debía leerlos obligándose a pasar noches eternas estudiando para sus pruebas, estuvo largas horas en los turnos de hospital, noches sin dormir y días sin descansar todo con la esperanza de alcanzar su objetivo, salvar vidas. 

Como en todo, están los buenos y los no tan buenos, sin embargo, esta vez tuve la fortuna de cruzarme con profesionales espectaculares, el Dr. Soto del Hospital Arcoíris fue quien salvó la vida de mi madre, el Dr. Victor López, un extraordinario ser humano que estuvo todo el tiempo pendiente de su evolución, el Dr. Luis Camacho fue quien atendió a mi padre durante el contagio del coronavirus y otras gentiles doctoras, enfermeras o guardias que en su momento nos mostraron el camino que debíamos seguir hasta lograr lo que hoy puedo disfrutar: la compañía de mis padres. Dios permita que sea por algunos años más. 

Reconozco que es difícil ser paciente cuando sientes que la vida se va, pero estos profesionales supieron transmitirme la confianza necesaria para entender que se hacía todo lo posible para evitar un triste desenlace. No tengo palabras para describir lo que sentí en esos momentos.

Hoy no es un 21 de septiembre más, es un día de homenaje a esas personas que dedican su vida a una noble profesión. Mi agradecimiento eterno a todos aquellos médicos que sacrifican sus fines de semana en una guardia pense a las limitaciones técnicas y de infraestructura están ahí, dispuestos a dedicar su vida para que continuemos con la nuestra. 

Gracias por permitirnos permanecer y seguir disfrutando de este mundo unos días más.

¡Feliz día del médico boliviano!

miércoles, 26 de agosto de 2020

Mis temores

 “Este año estoy viviendo todos mis temores.
 Lo bueno de esto es que, dejarán de ser temores”.

RM

Todos comenzamos este 2020 con abrazos, besos y buenos deseos. Aunque atravesaba una crisis emocional, decidí que este año sería diferente, que traería prosperidad y salud.

No vale la pena recordar los primeros brotes del coronavirus, la cuarentena estricta (cuarentena flexible, encapsulamiento y otras gamas de distanciamiento social) o las curvas de contagio. Para mí, todo comenzó durante los últimos días de junio.

Desde el mes de enero hasta casi terminar junio viví en la casa de mis papás, agradezco a Dios por esos días que estuve con ellos. El último viernes del sexto mes concreté mi mudanza a este departamento que hoy habito. Esa mañana cuando mis padres me acompañaron con mis maletas, sentí una tristeza al despedirnos, creí que era por los meses que habíamos convivido. Quedé con mi madre en vernos el lunes, que iría por su casa y almorzaríamos juntos. Hasta el día de hoy, no es posible que podamos cumplir esa promesa.

Ese domingo, escribí un mensaje en la cuenta de Whatsapp de mi mamá: “Mañana dejaré el auto en la casa, después del trabajo pasaré a visitarte”. No me respondió. Al cabo de un par de horas recibí un mensaje de mi hermano: “Llamé al celular de la mamá y no me responde, ¿sabes dónde está?”. Eran las 21:30 y mis papás no podrían haber salido de la casa, llamé al celular de mi padre, no obtuve respuesta. Llamé al celular de mi madre, tampoco obtuve respuesta. Comenzó la preocupación que hasta hoy, no termina.

Cerca de las 10 de la noche mi otro hermano me escribió un mensaje: “La mamá está en emergencias”. Se me congeló el alma.

Fui a Emergencias en mi automóvil, no cuento con la autorización para la circulación vehicular en fines de semana pero no me importó, llegué al hospital en unos cuantos minutos, busqué a mi padre quien estaba sentado esperando, mi madre había sido evaluada y creían que tenía una distensión abdominal, le aplicaron enemas pero ella se quejaba por el dolor que le causaban. Nunca había escuchado unos quejidos tan desesperados, suplicaba por que le calmaran el dolor en la zona de la espalda.

Al ver que no superaba la crisis, decidieron tomar una placa radiográfica y comenzaron a manejar otro diagnóstico: Posible presencia de cálculos en las vías urinarias. O algo así entendí. Llamaron a mi padre para que firme la autorización de internación.

Con muchísima preocupación acompañamos a mi madre hasta el piso 8 del hospital, lugar donde le asignaron una habitación, se quedaría hasta que supere el malestar. Dos meses después, continúa en el piso que le asignaron aquella primera vez.

El lunes después del trabajo fui a visitarla, la vi con un mejor semblante, hablamos un poco, aún le dolía la espalda pero pude percibir que su estómago estaba muy hinchado, le pregunté si había comido algo y me dijo que no. Pensábamos que el hinchazón se debía a una intoxicación gástrica (no conozco los términos técnicos o apropiados), le suministraron otras dos enemas durante el día y nos dijeron que para el miércoles estaría ya de vuelta en casa, no fue así.

El martes desperté inquieto, no lograba concentrarme en lo que hacía, para las 10 de la mañana me llamó mi padre indicando que había recibido una llamada del hospital donde le indicaron que mi madre había tenido una recaída y se encontraba muy delicada, que el doctor a cargo quería hablar con él. Rápidamente salí del departamento y fui hasta el hospital.

Mientras conducía me puse en contacto con un par de médicos quienes al conocer la noticia se movilizaron y lograron acceder al diagnóstico: Aneurisma abdominal de aorta.

Desde el día domingo mi madre estaba perdiendo sangre, cada minuto que pasaba la sangre se le fue acumulando en la región baja de la espalda; el dolor que causa este aneurisma es uno de los peores que puede experimentar una persona. 

Por cerca de cuatro días el doctor a cargo solo le suministró Morfina, cada 8 horas. Vi como ingresaba la enfermera portando una jeringa con el fármaco, luego fueron dos jeringas. El contar todo lo que tuve que hacer para que mi madre logre ingresar a un quirófano y pueda recibir una prótesis me llevaría decenas de hojas. Gracias a Dios logramos que la operaran. 

Durante las ocho semanas después de esa operación mi madre pasó de terapia intensiva a terapia intermedia, le contagiaron COVID-19 en el mismo hospital, ahora se encuentra en una habitación a la espera de que un proceso administrativo concluya y puedan realizar una punción para extraerle un coágulo de sangre que tiene alojado cerca del riñón.

Hace 14 días mi padre fue diagnosticado con COVID-19. Él padece de diabetes mellitus tipo 2 e hipertensión arterial. Por medio de una prueba rápida pudimos identificar el cuadro viral, inmediatamente lo llevamos al hospital donde confirmaron la prueba casera, le tomaron una placa del pulmón y descartaron algún daño inicial. Contratamos a una doctora quien por vídeo conferencia realizó el seguimiento diario a través del reporte de las medidas del nivel de saturación de oxígeno, frecuencia cardíaca, presión y glucosa. Fue una semana horrible.

Mi padre aún continúa aislado, este viernes se le practicará una nueva prueba para verificar la presencia de anticuerpos. A mi madre no pudimos verla por casi quince días, gracias a la intervención Divina, un lunes por la tarde pude ingresar al hospital, fue enorme su alegría al verme. Sentí que mi corazón se paralizaba al oír su débil voz.

Son más de 60 días que despierto por las noches y no logro dormir, son 10 semanas que mantengo un nudo en el estómago, hay instantes en los que me cuesta mucho pensar pero debo seguir adelante. Quizá por ser el primogénito, mi familia decidió que debo hacerme cargo de esta situación, ahora todo lo que hago es pensando en su bienestar.

Desde que tengo uso de razón le temí a los hospitales, le temí a la muerte, le temí a la pérdida de mis padres. Hoy esos temores dejaron de serlo porque dormí en la sala de un hospital, porque vi a la muerte y sentí su fría mano. Sé que no estoy solo, nunca lo estuve. 

Aún nos queda un camino por recorrer pero tengo Fe que con la bendición de Dios mi madre volverá a casa para gozar de la compañía de mi padre y sus hijos.

Así sea. 

Gracias a mis amigos quienes donaron sangre para mi madre, gracias a mis hermanos médicos quienes estuvieron brindándome su asesoramiento y hasta consuelo, gracias a todos por sus llamadas y sus mensajes de apoyo.

Gracias, gracias… gracias.

sábado, 30 de mayo de 2020

SpaceX Dragon

El 12 de septiembre de 1962, el entonces presidente John F. Kennedy anunciaba en la Universidad de Rice su intención de que EE.UU. lograra llegar a la Luna antes de que terminara la década. En una parte de su histórico discurso dijo:
Elegimos ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna en esta década, y también afrontar los otros desafíos, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esta meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y aptitudes, porque es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, que no estamos dispuestos a posponer, y que tenemos toda la intención de ganar, también a los demás.
Lo consiguieron en julio de 1969, hace ahora más de cincuenta años, aunque él no pudo llegar a verlo ya que murió asesinado en noviembre de 1963.
No fui testigo del -Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad-, ya que ese 20 de Julio de 1969 aún yo no existía. Sin embargo, recuerdo la tarde de colegio, cuando leímos sobre el programa Apolo de la NASA y de aquellas sondas no tripuladas que estaban vagando por el espacio, me pareció algo fantástico. 
Nunca tuve un telescopio, hubiera servido de poco ya que mi casa estaba incrustada en medio de la ciudad y sus luces me impedían ver un cielo estrellado pero recuerdo que, en un viaje detuve mi automóvil a un lado de la carretera, saqué mi cámara Nikon y tome una fotografía de una inmensa luna llena, también recuerdo aquella noche en medio del Salar de Uyuni y eran las 2 de la mañana cuando salí del refugio, me tiré en el piso y pude ver las estrellas infinitas tal como lo había hecho a mis 12 años, cuando pasamos la noche acampando fuera de la ciudad y decidimos sacar de la carpa las bolsas de dormir y recostarnos para ver las estrellas fugaces e  identificar a los satélites de órbita baja que según nuestros cálculos tardaban 30 minutos en dar una vuelta al planeta.
Vi por televisión la explosión del Challenger, como parte de las noticias que eran retransmitidas a todo el mundo, fue horrible. Vi por Internet cuando la sonda espacial Odyssey descendió sobre suelo marciano, seguí a través de los portales digitales las fotografías de la Mars PathFinder y sentí gran tristeza cuando los responsables de la NASA, el 13 de febrero del 2019, anunciaron que la misión del Opportunity había concluido a 15 años de su inicio. El último tuit transmitido por el robot indicaba: "My battery is low and it's getting dark" (Mi batería está baja y está oscureciendo).
Hoy, nuevamente pusimos los ojos en el cielo, quizás con más esperanza que nunca porque toda la humanidad se encuentra sumergida en una pandemia sin precedentes, cuando nuestras prioridades se volcaron hacia la supervivencia y tal vez esta misión sea ese pequeño paso para el hombre dentro del camino del conocimiento que nos permitirá alcanzar nuevos mundos.
Copérnico, Galilei, Newton, Einstein, Hawking y otros científicos fueron, son y serán quienes nos demuestren con sus obras que no existen límites para el conocimiento humano y fue precisamente Newton quien con una inmensa humildad dijo: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”.
Larga vida a la humanidad y paz a los hombres de buena voluntad. 

jueves, 30 de abril de 2020

Mis AKG

El martes por la tarde, después de realizar la transferencia bancaria, envié por WhatsApp los comprobantes que requerían para confirmar la compra de unos audífonos AKG ANC Type-C para mi Samsung S10. NextLevel ofrece una gran variedad de equipos Samsung y generalmente es ahí donde compro los accesorios para mi celular. Durante esta cuarentena, habilitaron la entrega gratuita a domicilio para cada compra que se realice a través de su tienda virtual. 
Ayer, un día antes de lo programado, dos muchachos en un vehículo de NextLevel se apersonaron por mi domicilio con los audífonos AKG, fueron muy gentiles en entregarme el accesorio, me pidieron tomar una fotografía como constancia, de agrado accedí. Con mucho entusiasmo saqué aquellos audífonos cableados, que de acuerdo con la descripción de la página web, tienen un increíble rendimiento de cancelación de ruido. Tengo un serio problema con los audífonos Bluetooth, la batería siempre se les agota en el mejor momento. Conecté los AKG al puerto USB tipo C del S10, me puse los cómodos auriculares a los oídos y de pronto escuché un click en el canal derecho, pensé que sería parte del protocolo de reconocimiento del nuevo dispositivo, no le presté atención, abrí el Spotify, presioné la fecha (play) y en segundos escuché la canción que estaba en el caché del celular, deslicé el dedo por la pantalla, de derecha a izquierda, para pedir por la próxima canción y fue en ese momento (mientras el programa realizaba la descarga del archivo musical) cuando escuché un horrible ruido estático el que se incrementó hasta sentir como si tuviera un molesto cotonete en el oído derecho. Pensé que sería un error de software y realicé lo clásico, aquello que te recomiendan los del soporte técnico, reinicie el equipo móvil. Después de unos segundos, con el celular nuevamente activo, volví a conectar los AKG y otra vez escuché el click, busqué el Spotify, presioné play, escuché la música y presione pausa para forzar el silencio, fue ahí donde nuevamente se presentó pero con más intensidad ese incómodo ruido estático, me sentí desilusionado. Escribí, por Whatsapp, a la cuenta de Nextlevel y me indicaron que llame a un número 800 de soporte técnico, llamé pero nadie atendió. Me comuniqué, por Facebook, con los responsables de Samsung para la región, me enviaron un procedimiento que seguí a cabalidad; ingrese en el modo a prueba de fallos, active la depuración USB, habilité una opción y retiré otra, reinicie el celular, conecté y desconecté los AKG, cumplí con atención y responsabilidad cada uno de los pasos que me indicaron pero nada, el auricular derecho seguía con el ruido estático.
Hoy, casi resignado llamé al teléfono celular de aquellos muchachos gentiles que ayer trajeron los AKG, les explique lo que me había pasado, me pidieron unos minutos ya que la garantía del producto cubría un mal funcionamiento, sentí algo de alivio, encontrarían una solución al problema. No transcurrió ni una hora y se hicieron presentes en mi domicilio, les entregue los defectuosos AKG, realizaron un par de pruebas y al final comprobaron el ruido incómodo del auricular derecho. Lo reportaron por teléfono y recibieron la autorización para cambiarlos por otro. Les pedí sacarlos de la caja y conectarlos a mi S10. Al realizar la prueba inicial, salté de alegría, ese ruido estático ya no estaba, el sonido era espectacular tal como describía su página web.
Entiendo que, por estos días, es muy complicado trasladarse de un lugar a otro pero los de NextLevel fueron muy atentos al no solo encontrar una solución sino por traerlo nuevamente a mi casa ya que, resulta para otros proveedores, tomar el camino más cómodo que es el decirle al cliente que llame al teléfono de soporte técnico, que vaya a la tienda para una evaluación del problema o que espere a la finalización de la cuarentena para encontrar una solución. El personal de NextLevel - La Paz resultó muy empático y dieron una práctica y pronta solución al problema de los AKG. Con esa actitud y la atención recibida lograron fidelizar a este cliente. 
Muchas gracias.


sábado, 4 de abril de 2020

Maratón de lectura

La Kindle ilumina como un reflector en medio de la oscuridad, son las tres de la mañana y continuamos leyendo, aún faltan algo más de 90 minutos para terminar el quinto libro de esta semana.
Me gusta leer, en encantan los libros de historia, biografía, novela o cuentos, en fin, creo que tengo un espectro muy amplio dentro los géneros literarios. No me gustó el libro que escribió Mike Tyson, es uno de los pocos que recuerdo haber dejado a la mitad. Quizás le de una nueva oportunidad más adelante.
Con esto de la cuarentena te vas buscando el que hacer, aunque con el teletrabajo, las videoconferencias interminables y las clases virtuales, mis días pasaron volando. Sin embargo, hace una semana atrás, le envié un mensaje a su Whatsapp que decía: - ¿Si, leemos todo un libro, de una, sin parar?
Nunca en mi vida había leído un libro en un solo día o en menos de 24 horas. Sabía de personas quienes se encerraban en sus escritorios o habitaciones para devorar un libro. Hasta 16 horas leyendo un libro voluminoso. Pensé en una lectura compartida, elegiríamos un libro interesante, uno que ambos estuviésemos de acuerdo, por un tiempo leería yo y por otro tiempo similar, ella. La comunicación sería a través de Hangouts, últimamente Whatsapp presentó problemas con las llamadas y no quería escuchar una lectura entrecortada. Estuvo de acuerdo.
Ingresamos en la tienda de Amazon, seleccionamos un libro para la Kindle. Por estos días hay varios que están a costo cero. Me dejé llevar por las recomendaciones, casi siempre lo hago. Vi que “El amor huele a café” de Nieves García Bautista era uno de los más descargados en la tienda virtual. Hice un clic sobre el icono amarillo, el de compra inmediata, y en cuestión de segundos la Kindle comenzaba recibir una copia digital del libro seleccionado. Le pasé el enlace y repitió el procedimiento en su teléfono celular. Durante toda la tarde habíamos intentado actualizar su vieja Kindle de 4ta Generación, sin éxito. Como plan B estuvo el instalar la aplicación en su Iphone.
Moría el sábado y en el primer minuto del domingo comenzamos a leer, decidimos que cada 5 % de avance cambiaríamos de lector. Las horas pasaron, nos dejamos llevar por aquel relato, envueltos en las aventuras de sus personajes. Cuando nos encontramos al 60% realizamos una pausa, eran pasadas las cuatro de la madrugada. Horas más tarde, antes del almuerzo, continuamos con la lectura. En las siguientes dos horas y media, dimos fin al libro descargado. Puse cuatro de cinco estrellas en la puntuación de Goodreads.com que fue la red social donde marcaba de forma automática el avance de la lectura. Ese domingo, seleccionamos otro libro, lo terminamos en unas cuantas horas; el lunes leímos Alicia en el país de las maravillas, un cuento que lo tenía pendiente desde siempre.
En estos siete días, estamos a punto de terminar con cinco libros. Este último "La sombra del viento" de Carlo Ruiz Zafón, nos está dando pelea con sus cerca a 600 páginas, la Kindle calculó que nos tomaría aproximadamente 16 horas de lectura. Ahora ingresamos en los últimos minutos de la historia, que por demás es encantadora. Es muy probable que al finalizar la tarde de hoy nos encontremos sumergidos en una nueva lectura, porque Carlo Ruiz, nos presentó una serie de cuatro libros que conforman lo que denominó: "El cementerio de los libros olvidados".
Al terminar esta cuarentena, espero haber leído más de diez libros, algo de lo que podré sentirme feliz, satisfecho y contento.

jueves, 2 de abril de 2020

2 de abril

Desde el inicio de la cuarentena se me alteraron los ritmos circadianos, duermo de madrugada y despierto antes de las nueve de la mañana, hora a la que tengo la primera reunión virtual. Hoy desperté temprano, a las siete de la mañana. Fui a la ducha, tome la Gillette y afeité mi rostro. Seleccioné una camisa y un pantalón, dejé de lado las poleras y los deportivos que en los últimos días se convirtieron en la indumentaria oficial.
Desayune un plato con avena, jugo de frutillas y cinco frutillas naturales. Llené un vaso de plástico con agua caliente, agregue una cucharita del té de hierbas Herbalife acompañado de un porción de la bebida concentrada de sábila sabor mandarina. Tomé el vaso y subí a mi escritorio, donde arme mi oficina.
Desde que se decretó la cuarentena paso cerca de diez horas, sentado frente a mi computadora, atendiendo los requerimientos de la oficina, las clases virtuales, grabando y publicando los siete episodios en vivo. Lamentablemente solo fueron unos cuantos en vivo, los otros fueron grabados, lo siento, se me complicó la agenda. Abrí el Google Chrome, ingresé a mi cuenta de Twitter y escribí: “Iniciando un nuevo giro al rededor del Sol 🚀”, acompañe el mensaje con el icono de un cohete. Sí, hoy es mi cumpleaños.
Había planificado este día desde hace más de un mes. Recuerdo la noche cuando puse en el muro de Facebook un número, 33. Faltaban 33 días para mi cumpleaños. Creí que hoy estaría en mi nuevo hogar, pensé en una reunión con mis amigos, soñé con un almuerzo singular y una cena de fantasía, pero nada de eso pasó. No me siento triste, no me siento desilusionado, solo confundido, no sé cuánto tiempo más durará el encierro.
Estas semanas, de forma temporal, me encuentro viviendo con mis papás. Estaba planificado que, para finales de marzo, me mudaría a mi nuevo departamento, al que le estaban realizando trabajos de mantenimiento y remodelación. Quizás fue lo mejor ya que, durante esta cuarentena puedo cuidar de mis papás, quienes son dos personas mayores y en cumplimiento de la normativa, no deben salir a la calle, deben permanecer en casa. Es así que, soy yo, quien se encarga del reabastecimiento alimenticio, lo hago con mucho amor y responsabilidad.
Por unos minutos, me pierdo en el brillo del monitor y pienso en que la vida es un viaje constante alrededor del Sol y estás al mando de tu nave. Pero esta vez, a medida que pasan los días, siento que me conozco más, que nos conocemos más, no somos perfectos, tenemos virtudes y defectos pero, es lindo recorrer el camino con una persona quien comprende esos defectos y aprecia esas virtudes.
Respiro y presiono el botón para iniciar la llamada, mi reunión está a punto de comenzar. Hoy será un día singular, aunque no pueda sentir el abrazo físico, doy gracias por este presente.


jueves, 19 de marzo de 2020

Día del padre

No fui a los agasajos del día del padre y en los últimos años del colegio, mi hijo entendió que no eran de mi agrado. No asistí a las reuniones de padres de familia, algo que siempre me generó discusiones, para mi eran aburridas, poco prácticas, redundantes. No me senté a su lado para acompañarle con las tareas, preferí contratar profesores particulares para que ayuden a mi hijo en la nivelación de las materias que estaba atrasado. No sé cuántas cosas más no hice, pero sí recuerdo una.

Mi hijo había intentado practicar casi todos los deportes, fútbol, natación, karate y otras disciplinas, asistía durante un par de meses y luego las dejaba. En una de mis salidas en bicicleta un amigo me comentó que sus hijos practicaban bicicross (BMX) que les ayudaba muchísimo en el equilibrio y sobre todo en la confianza sobre la bicicleta. Me pareció algo fantástico y esa misma semana fui a la pista de BMX en Achumani. Pregunté los horarios, los requisitos, la indumentaria y demás. Sin mucho ánimo mi hijo fue a practicar bicicross, pero a medida que pasaban las clases, sentía que se motivaba, porque comenzaba a romper sus propios retos y sobre todo, vencía sus miedos. Es una cosa de locos deslizarse por el partidor, encarar un salto para luego caer y tomar la curva raudamente, todo eso evitando golpear a los otros corredores quienes están a centímetros de uno, vértigo total, adrenalina pura.

Todas las tardes de martes, jueves y los sábados por la mañana, estaba sentado en la pista de bicicross, desde el inicio de la clase hasta la finalización o inclusive más, porque él deseaba practicar sus saltos, mejorar sus partidas, lo esperaba, con paciencia y cariño. Disfrutaba de cada uno de sus logros, me encantaba escuchar sus sensaciones vividas en la pista, fui testigo de su evolución dentro de ese deporte, fue hermoso verlo crecer no solo físicamente sino también mentalmente. Perdió peso, ganó cuerpo, durante esos años pasamos de una bicicleta básica, pequeña a una XL profesional, me sentí orgulloso por él y le apoyé en cada uno de sus momentos.

Recuerdo que una tarde, mientras estaba sentado en las graderías, uno de los padres de familia me dijo: “¿por qué no entrenas con él?”. Todos los fines de semana recorría y recorro kilómetros y kilómetros en mi bicicleta de ruta o de montaña, pero eso del BMX era algo nuevo. No dudé mucho y un par de días después, estaba en la tienda comprando una bicicleta BMX tipo Crucero, básica, simple, pesada. Me inscribí al curso, tuve que aprender nuevamente a pedalear. Las bicicleta de ruta o de montaña son diferentes a las de bicicross. La pista tiene obstáculos, la carrera se resuelve en segundos, así que cada pedaleada cuenta, cada movimiento es fundamental para ganar o terminar tirado en medio del polvo con el cuerpo lastimado.

En esa mi primera clases y las que continuaron, compartí la pista con mi hijo y sus amigos, yo era el mayor de todos, inclusive competí con chiquillos de 7 u 8 años, quienes me dejaron atrás, yo tomaba la recta final y ellos estaban charlando en la meta. Al final de la clase me quedaba con mi hijo para un par de carreras, obviamente nunca logré ganarle, solo veía como él saltaba los obstáculos, tomaba las curvas, aplicaba todas las técnicas que había aprendido mientra yo intentaba seguir su rueda, sin mucho éxito.

Asistimos a torneos nacionales, aunque a él no le gustaban las competencias, creo que lo hacía por mi, por tratar de demostrarme de que se divertía. Sin embargo, después de casi cuatro años de practicar ese maravilloso deporte, su asistencia comenzó a ser irregular, dejó de ir los martes, luego los jueves y al final, solo practicábamos los sábados por la tarde. Era por la carga de tareas, sus amigos del colegio, sus compromisos, en fin, todos los planes que un adolescente tiene, donde obviamente el papá no forma parte.

Durante esos últimos meses, fui solo a la pista de BMX, participe en las competencias departamentales, no había nadie quien me acompañe desde la tribuna. En las mangas de los crucero estaba parado sobre mi bicicleta, tratando de mantener el equilibrio, mientras el partidor daba la cuenta regresiva antes de caer, era en esos instantes que veía a la tribuna, para mí, vacía. Gané un par de carreras y solo sentí la palmada en la espalda de los otros competidores, ni un solo abrazo. Al terminar las carreras, metía toda la indumentaria en el bolsón y cargaba mi bicicleta al automóvil, para volver a casa.

Fueron años hermosos, llenos de entusiasmo, cuando hablábamos de ciclismo, salíamos a pedalear por las carreteras, admirábamos a Nairo Quintana, veíamos el Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta a España. Hoy, volví a pedalear, como antes, trepando a la cumbre a primera hora del día solo con mis pensamientos. Aún tengo mi bicicleta de BMX que guarda el polvo de la última competencia y tiene las llantas desinfladas como mi emoción por volver a correr.

Feliz día del padre.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Hospital Obrero No. 1

Después de recorrer un largo pasillo lleno de pacientes y camillas, pudimos llegar al área de tomografía y rayos x. Dejamos la boleta en el escritorio de una enfermera quien demostró relativa paciencia en su trabajo. Nos pidió tomar asiento y esperar el llamado de la especialista. En el lugar estaban, a esa hora, la enfermera, un grupo de doctores quienes miraban la pantalla de las computadoras y nosotros tres. Nos sentamos cerca de la puerta y esperamos el llamado. A los pocos minutos escuchamos el nombre y fuimos al lugar donde está instalado el tomógrafo. En el ingreso vi a una persona mayor sentada en una silla de ruedas, imaginé que le realizaron algún tipo de prueba o tomaron una placa, no estoy seguro, solo lo vi sentado, muy agotado, respiraba lentamente y con dificultad. Esperamos en la puerta y en menos de diez minutos nos pidieron ingresar para ayudarle a incorporarse. Lo hicimos con delicadeza y paciencia. Una vez fuera, preguntamos a la enfermera cuál era el próximo paso. Esperar el llamado del doctor, nos dijo. Así lo hicimos, por algo más de veinte minutos estuvimos esperando el llamado del especialista, quien seguramente fue a almorzar o simplemente daba una vuelta. Me incorporé para dirigirme hacia la enfermera y preguntarle nuevamente, esta vez me dijo que debíamos ir a la sala de emergencias, la que colindaba con el pasillo lleno de enfermos, para esperar ahí, el llamado del especialista. No teníamos otra opción más que seguir las instrucciones de aquella enfermera que de a poco perdía la gentileza. Dejamos el lugar y mientras cruzábamos el patio, varios médicos y paramédicos corrían hacia la sala de tomografías. Supuse que la emergencia sería por un paciente joven quien, por comentarios, presentaba un cuadro de derrame cerebral. Caminamos por el pasillo y esta vez los pacientes estaban siendo alimentados, no sé si fueron sus familiares quienes les proporcionaron el alimento o el hospital, pero todos ellos estaban recostados en canillas, algunas improvisadas, con cartones como colchón. Hasta las sillas estaban siendo ocupadas por enfermos quienes con algo más de fortuna no requerían estar recostados. Llegamos al área de emergencias y esperamos el llamado del doctor. Pasaron unos pocos minutos y el alboroto se armó, tres médicos pedían que se les abra paso para poder llevar a un paciente hacia el área de emergencias. Reconocí la camisa cuadriculada, el chaleco azul, el jean, era el señor quien estaba sentado en la silla de ruedas en la puerta de la sala de tomografía. Pasó cerca mío y pude ver su rostro pálido, increíblemente pálido. Cerraron la puerta de metal y no dejaron ingresar a sus parientes quienes se mostraron muy afligidos. Nos llamó el doctor, nos dijo que no se apreciaban coágulos en la cabeza, cosa que nos dio un gran alivio. Indicó que esperemos unos minutos más para la receta y los medicamentos. Salimos del lugar y pude ver como un policía ingresaba a la zona de emergencias, llevaba un cuaderno blanco en la mano. El oficial no permaneció mucho tiempo, tan solo unos minutos, luego salió junto con una enfermera quien comenzó a llamar a los familiares de aquel paciente. No sé si falleció, no sé si sobrevivió a la crisis, solo puedo asegurar que en el hospital existe una gran demanda por la atención médica, los profesionales hacen lo que pueden, algunos hacen más que otros, algunos tienen mejor predisposición que otros; quizás si ese paciente, el de la silla de ruedas, hubiera sido atendido dentro de esos largos 30 minutos que estuvimos esperando el llamado del doctor, en la sala de tomografía, tal vez la crisis no se hubiera desatado, puede que si los doctores dejaran el trámite administrativo de lado, se ganarían minutos valiosos en la atención de pacientes. Ya que, es otro aspecto que me llamó la atención, la cantidad de papeles que manejan, todos los internos piden hojas en la ventanilla, para proceder con la evaluación inicial. Fue la primera vez que estuve en la sala de emergencias del Hospital Obrero No 1. de la ciudad de La Paz y la experiencia fue triste, la escasez de espacio, profesionales, infraestructura, medicamentos y la excesiva burocracia, hace que pacientes, como el de la silla de ruedas, ingresen en una crisis fulminante solo por esperar a que el médico le llame. ¿Cuántos de esos casos se tendrán diariamente? ¿Cuántos de los profesionales van a trabajar solo por cumplir? ¿Cuántas hojas de papel se generarán por paciente? ¿Cuántos pacientes no serán atendidos? Son muchos cuantos y ojalá algún día la empatía entre unos y otros se haga presente para darnos cuenta de que somos humanos y pisamos un hospital, porque para nosotros, los pacientes y parientes, es nuestra última esperanza.

jueves, 6 de febrero de 2020

Comida Saludable

Hoy, de camino al trabajo, una muchacha se me acercó con un volante en la mano y me lo entregó. Le agradecí y continué mi paso, tenía los minutos justos para llegar a tiempo. Mientras esperaba el ascensor, recordé el papel que me había entregado en la calle, lo saqué del bolsillo y leí el título que decía: “Comida Saludable”.
Nunca me gustó la carne, recuerdo que era una preocupación, para mi madre, preparar el almuerzo o la cena, tenía que cocinar dos platos, pero lo hacía con cariño. Los licuados eran otro problema, para mi, sin leche por favor.
Odio la mantequilla, la nata, aunque el queso me encanta, pero debo soportar las consecuencias.
Por años desayuné, los sábados o domingos, arroz con leche. Claro que después volvía a mi cama para retorcerme en silencio. El cólico me duraba hasta el lunes o martes. Lo soportaba solo para no escuchar un: “nada te gusta” o no dar un mal ejemplo.
Vi en Netflix una serie que titula: Cambio Radical, donde los atletas de élite comparan los méritos de la carne, las proteínas y los vegetales para fortalecerse, obviamente los vegetales son los mejores. Son varios años que evito comer carne roja, algo menos la de pollo y estos últimos meses, como solo pescado. Dejé el pan e intento no comer huevo o tomar algún lácteo. Cambié mi dieta.
No hay nada peor de comer porque sí. Escuché alguna vez que eso de almorzar al mediodía es solo costumbre, si nos hubiéramos acostumbrado a almorzar a las tres de la tarde, así lo haríamos.
Considero que el alimento es un premio al sacrificio, al desgaste físico o mental, una forma de cargarnos o recargarnos de energía, es así que, disfruto muchísimo del desayuno, almuerzo o de mi último bocado (desde que intento pertenecer al club de las 5 AM de Robin Sharma) el de las siete de la noche.
Ayer me invitaron a almorzar, fue el mejor almuerzo, increíblemente delicioso. Era comida saludable, que no pasa por los ingredientes utilizados, no son los ambientes cómodos o iluminados, no es el color verde de las verduras sino, la atención, el cariño y la dedicación que se le da a la preparación, consciente de que quienes disfrutaran de ella, sentirán una experiencia sin igual y así fue. Gracias por un almuerzo espectacular y único.
Leí el volante y mentalmente cambie el titulo de Comida Saludable a Comida Consciente, con s y c.


martes, 28 de enero de 2020

Argentina 2020

Ya casi terminan mis vacaciones, esta es la última noche en Buenos Aires. Regresé a la Argentina, después de 10 años y se notan los cambios en la economía, en los servicios, en la alimentación, en el trato social, en fin, en todo lo que se puede imaginar. Si bien se ven muestras del desarrollo, son escasas, creo que en Bolivia, desarrollamos mucho y más durante este último tiempo. Aquí, la educación se fue a pique, es sorprendente como una sociedad puede involucionar por su educación. En el tren, en el metro o en el bus, existen muchachos dentro de sus burbujas que el auricular les proporciona, blindados de todo lo que les rodea, gracias a la música que escuchan, no les interesa si está de pie una mujer embarazada, un adulto mayor o un minusválido, con recostarse en la butaca y cerrar los ojos, pasan, ignoran la situación hasta la próxima parada. Los niveles de inseguridad son alarmantes, cuando transitaba por las calles de Buenos Aires, Rosario, Córdoba o Mar del Plata, y creo que todos sienten lo mismo: ojos observantes, personas sospechosas que se acercan o vehículos extraños. Es esa sensación de inseguridad que se encargan de amplificar los medios de televisión, que en cada uno de los programas, debaten, discuten, analizan el incidente reportado por la policía. Estos canales se nutren de ese tipo de noticias y le sacan hasta la última gota a la información para, al día siguiente, desayunar la misma noticia pero desde otro punto de vista, con nuevos actores del hecho, es increíble como el amarillismo se apropió de los medios de comunicación, impresos, radiales o televisivos. Algo que no cambió es la pasión por el deporte, por el fútbol. Aquí, se respira fútbol, aunque por estos días la Superliga Argentina de Fútbol está en un receso, es noticia la contratación de un jugador, la lesión de otro o una vez más, el escándalo de una estrella deportiva. Durante mi recorrido por las provincias argentinas, me llamó muchísimo la atención, el nivel de obesidad, donde apuntaba la vista podía ver una persona con sobrepeso, sea joven, varón o mujer, sin distinción. Esto puede ser fruto de la situación económica, los niveles de ansiedad o el estrés al que se ven expuestos. Como escribí en mi cuenta de Twitter: un kilo de duraznos vale más que una docena de facturas, entonces la gente come más harinas, carnes o fritos. Un plato de ensalada que está compuesto por lechuga, zanahoria y tomate, tiene un precio casi similar al tenedor libre. En una relación costo beneficio, el tenedor libre resulta más atractivo que un plato de ensalada. En los hoteles el desayuno es opcional, que si lo tomas, incrementa el costo final de la habitación rentada, al igual que en las líneas aéreas, el servicio de catering ahora es solo para rutas largas, aquellas inferiores a las dos horas, nada, ni agua. De a poco, los servicios argentinos se van quedando básicos, menos atendidos y por consiguiente, llegan a niveles de calidad extremadamente bajos. Recuerdo que en el 2009, la gente era alegre, amable y dispuesta a conversar con el extranjero, hoy no. Se siente la tensión nerviosa, el taxista, que fue reemplazado por el Uber, es poco comunicativo, cuando le dices que eres extranjero, callan. Gracias a la tecnología, pude desplazarme sin problemas en las ciudades que visité, Google Maps, Uber y portales de hoteles fueron mis herramientas para logran visitar los lugares que tenía planificado. Con un chip de Movistar accedí a la conexión LTE durante dos semanas por un precio de aproximadamente 7 dólares, con 5 Gb en datos y WhatsApp ilimitado, por esa parte no tuve ningún inconveniente para estar conectado. Hace un par de días, de pura curiosidad, fui a ver una obra a un teatro en Mar del Plata. Escuché en varios programas de televisión, que estas obras son espectaculares, me quedé con sabor a poco, a muy poco. En fin, parte de la experiencia con la que regreso a Bolivia, agradecido por vivir en un país en el que puedo comer verdura fresca, fruta de temporada y contar con servicios de calidad. Hoy, Bolivia presenta un índice de desarrollo muy interesante, ojalá los próximos gobiernos logren consolidar este desarrollo y convertirnos en un país que se aleja, a paso firme, del tercermundismo.