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viernes, 8 de noviembre de 2024

El ladrón de perros

Pocos días antes del inicio de la espeluznante pandemia de la COVID-19, fuimos a la icónica Cinemateca Boliviana para ver una película nacional que prometía mucho. Realmente no recuerdo el título de ese filme ni los nombres de sus actores; pasó desapercibida, como tantas otras películas nacionales. Varios años después, el pasado miércoles, volvimos a una de las más grandes salas de la Cinemateca para ver una nueva película boliviana titulada: El Ladrón de Perros, protagonizada por Franklin Aro.

A principios de los 2000, los cines en Bolivia experimentaron un gran impulso gracias a la llegada de inversores extranjeros, lo que provocó una transformación significativa en la industria del entretenimiento. En La Paz, el tradicional cine Monje Campero tuvo que modernizarse para mantenerse vigente, mientras que otros, como el 6 de Agosto o el 16 de Julio, no lograron adaptarse al cambio y fueron relegados, convirtiéndose en teatros para espectáculos populares, totalmente incapaces de competir con las nuevas tecnologías que brindaban las salas de proyección en 3D, el sonido Dolby Digital y la diversidad de opciones cinematográficas en un solo lugar, ofreciendo una experiencia moderna y completa para el espectador.

Sin embargo, la Cinemateca Boliviana se destacó durante los primeros años del nuevo milenio por su esfuerzo inquebrantable en mantener vivo el cine nacional. En un gesto memorable, lograron habilitar tres modernas salas de proyección en su infraestructura renovada, inaugurada en 2005. Este edificio, ubicado cerca de la avenida Arce, en la zona de Sopocachi, marcó un nuevo capítulo para la Cinemateca, al mudarse desde su histórico emplazamiento en la calle Pichincha, cerca del colegio San Calixto. De esta manera, se aseguró que el cine boliviano tuviera un espacio digno donde prosperar y resistir los cambios del mercado.

Lamentablemente, la Cinemateca también fue perdiendo relevancia con el tiempo, quizá debido al impacto de la pandemia y la arrolladora oferta de los servicios de streaming. Pero no encontrarás en Prime, HBO o Netflix, por ahora, a la película boliviana El Ladrón de Perros, que merece ser vista en el cine. Es simplemente hermosa: sus escenas, la fotografía de la ciudad, los actores… todo.

Esa noche tuvimos la fortuna de conocer al actor principal, Franklin Aro, quien, al finalizar la proyección, se hizo presente en la sala, en medio de un mar de aplausos. Acompañado del encargado de la fotografía fija, comenzó a contarnos cómo se rodó esta obra de arte, que tomó más de ocho años en realizarse. Sin duda, cada día invertido, desde la gestación de la idea principal hasta la edición final, valieron la pena.

Fue emocionante escuchar su relato y cómo se le quebraba la voz al recordar todo lo que tuvo que vivir en las calles de La Paz, junto a su pequeño hermano. La increíble historia de un simple muchacho, que soñaba con ser actor y alcanzó su sueño, ya que, antes de formar parte de este magnífico proyecto cinematográfico, se ganaba la vida lustrando calzados y tratando de sobrevivir en la metrópoli paceña. Como se menciona en algún momento de la película: "Los sueños se hacen realidad, ¿no?" Y sí, se hacen realidad. 

Franklin aún tiene muchos sueños por cumplir, y su determinación es un reflejo de la profundidad de su alma. Es una persona humilde y sencilla, fruto de lo que muy pocos logran alcanzar: no la fama, sino la verdadera conciencia de uno mismo. Franklin entiende que no hay límites para lo que uno sueña y se propone, pero también sabe que los sueños requieren sacrificio, coraje y estar preparados para enfrentar los retos del camino. Así lo demostró el día en que, mientras trabajaba bajo el ardiente sol de La Paz, vio un afiche pegado a un poste que anunciaba la búsqueda de actores naturales. En ese momento, su corazón latió con fuerza y sintió que ese llamado era para él. Aunque la incertidumbre y el miedo intentaron detenerlo, Franklin reunió todo su valor y decidió tomar esa oportunidad. No fue fácil, pero nada en la vida ocurre por casualidad; todo es el resultado de las decisiones valientes que tomamos.

Al finalizar esa emotiva presentación, la nueva estrella cinematográfica se encontraba parada frente a la marquesina que llevaba su nombre, iluminada por luces cálidas que destacaban su logro. Franklin estaba visiblemente emocionado, pero mantenía una calma y humildad que solo aquellos que han recorrido un camino tan difícil y auténtico pueden tener. Con completa sencillez, aceptaba los abrazos, besos y felicitaciones de todos los que tuvimos el grato placer de conocer una parte de esa fantástica experiencia. Cada abrazo era una muestra de afecto sincero, cada palabra de aliento resonaba profundamente en su corazón, y su sonrisa reflejaba no solo alegría, sino también un agradecimiento genuino. Me acerqué para darle la mano, sintiendo una mezcla de admiración y respeto. Cuando lo miré a los ojos, le dije que era una verdadera inspiración, y él, con una voz llena de modestia, me respondió: "Muchas gracias, caballero". Fue un momento breve, pero lleno de significado, que dejó una huella imborrable en mí.

Sigue adelante, Franklin. Todos los que tuvimos el placer de conocerte deseamos verte en otras películas y que sigas siendo una inspiración: para tu hermano, que está a punto de terminar el colegio y seguramente ve en ti el ejemplo de que los sueños se pueden alcanzar; para tus amigos lustrabotas, que, entre el brillo de cada zapato, encuentren la esperanza de una vida mejor, inspirados por tu historia; para esta sociedad paceña y boliviana, que lucha cada día por un país más justo y desarrollado, donde cada uno pueda alcanzar su máximo potencial; y para todos aquellos que, a veces, pierden la fe en sus propios sueños, pero que al ver lo que has logrado, pueden volver a creer.

Franklin, tu historia nos recuerda que el verdadero sueño no es solo material, sino crecer, aprender y nunca dejar de soñar. Que seas una inspiración para esta hermosa Sudamérica, que tiene tanto por ofrecer, para que cada uno de nosotros se atreva a ver en nuestras propias calles, en nuestros propios desafíos, las oportunidades para ser mejores y para crecer. Como dice Thomas Merton: “El orgullo nos hace artificiales y la humildad nos hace reales”.

Aprendamos del señor Franklin Aro a ser más reales.



jueves, 17 de octubre de 2024

U2 Edición Especial

Recuerdo aquel viernes por la tarde, como si fuera ayer, cuando aún era un joven egresado universitario, con sueños y muchos planes a futuro. La jornada había sido larga y el peso de las clases, los proyectos y las noches de desvelo empezaban a pasarme factura, sin embargo, había algo que siempre me motivaba: la idea de mejorar mi equipo de computación, mi pequeño tesoro en esos días. Era una Compaq, una reliquia de escritorio que usaba para programar y en la que, entre ensayo y error, aprendía los secretos y las complejidades del código, desentrañando cada detalle con la satisfacción de alguien que va alcanzando sus objetivos.

Esa tarde me dirigí a la calle Eloy Salmón, una zona comercial emblemática aquí en la ciudad de La Paz, conocida por la gran variedad de electrodomésticos y equipos electrónicos que se encuentran en sus galerías. Por aquellos tiempos, la calle estaba repleta de tiendas que ofrecían desde piezas electrónicas de segunda mano hasta las últimas novedades tecnológicas. Era como un paraíso para aquellos de nosotros que, con un presupuesto ajustado y un sueño de tener la tecnología más avanzada, vagábamos por esos pasillos buscando cualquier componente que hiciera algún milagro en nuestras máquinas.

Mi objetivo era simple: encontrar una memoria RAM que me permitiera darle un poco más de vida a la Compaq, hacerla un poco más rápida, más eficiente para las largas horas de programación. Al entrar a una de las galerías, el bullicio característico de la calle Eloy Salmón me envolvió. Los vendedores ofrecían a viva voz todo tipo de partes y componentes. Mientras caminaba por el estrecho pasillo, mis ojos se detuvieron en un escaparate que destacaba entre el resto. En uno de los locales, rodeado de cajas con tarjetas de video y discos duros, había una vitrina de cristal iluminada cuidadosamente, donde se podía visualizar el logo de la manzana mordida, y allí, en su lugar de honor, se encontraban los últimos iPod de Apple. Era como si aquella esquina del local brillara más que el resto, atrayendo con un halo de modernidad que contrastaba con el desorden tecnológico del lugar.

El iPod, en esos años, era la definición de innovación. Un pequeño dispositivo que podía llevar toda tu música favorita, una promesa de libertad para un melómano como yo. Pero lo que realmente me dejó sin aliento fue lo que vi en la parte más alta de aquella vitrina: la versión limitada del iPod U2. Era diferente a todos los demás, negro con ese círculo de control rojo que resaltaba de manera imponente. Y lo mejor de todo, en la parte posterior, estaban grabadas las firmas de los cuatro integrantes de la banda irlandesa que tanto admiraba. En ese instante, el tiempo parecía haberse detenido.

No pude evitar acercarme más. Con algo de timidez, le pedí al vendedor que me dejara verlo de cerca. Me miró con esa expresión que los vendedores suelen tener cuando saben que probablemente no comprarás el artículo más caro de su mostrador, pero accedió. Sacó el iPod de la vitrina con cuidado, casi con reverencia, y me lo mostró desde el otro lado del mostrador. Lo tenía en sus manos, pero no dejaba que yo lo tocara. Era como si ambos supiéramos que era algo inalcanzable para mí en ese momento, y aún así, el simple hecho de verlo tan de cerca, de escuchar al vendedor describiendo cada una de sus bondades, era suficiente para alimentar mi ilusión.

Cuando finalmente decidí preguntar por el precio, la respuesta fue exactamente lo que imaginaba, y más. Una cifra que superaban todos mis ahorros, incluso mis sueños más optimistas de poder adquirirlo en un futuro cercano. Sin embargo, me quedé unos minutos más, observando, como un hambriento tras el vidrio de un restaurante Había algo poético en aquel objeto, algo que iba más allá de su función. Era la música, la tecnología, y también un poco de mi adolescencia condensada en aquel aparato. La mezcla del negro elegante con la rueda de control de un rojo intenso y vibrante, las firmas de Bono, The Edge, Adam y Larry. Era, en esencia, un sueño. Un sueño que me prometía llevar la música de U2 y de todas mis bandas favoritas siempre conmigo, en el bolsillo.

Pasaron casi 20 años desde ese encuentro, fue amor a primera vista, y la vida me llevó por caminos que nunca imaginé. Mucho ha cambiado desde entonces: la tecnología avanzó a un ritmo vertiginoso, los dispositivos se convirtieron cada vez más pequeños y más poderosos. Pero el deseo de poseer aquel iPod U2 se había quedado conmigo, latente, como una espina dulce que nunca quise quitarme del todo. Y hoy, después de tantos años, finalmente lo tengo en mis manos. No es nuevo, no tiene ese brillo inmaculado de aquel aparato que vi en la vitrina, pero está en óptimas condiciones. Tiene todos sus accesorios, incluso la caja original, y al sostenerlo, siento que sostengo una parte de mi historia.

Antes de volver al trabajo, decidí darme un momento para disfrutarlo. Busqué mis audífonos Bose, esos clásicos con cable, sin micrófono incorporado, simplemente dos pequeños auriculares blancos, quería que la experiencia fuera tan auténtica como en aquellos días. Conecté los audífonos, encendí el no tan pequeño dispositivo y busqué una canción que siempre tiene un significado especial para mí: "Every Breaking Wave" de U2.

Al escuchar los primeros acordes de esa icónica canción, una oleada de emoción me invadió el alma. La música llenó mi espacio, y por un momento, el paso del tiempo no importó. Éramos solo yo, los acordes de melodía, y aquel viejo iPod, finalmente juntos. En ese instante, todo era simplemente magnífico, fue como retroceder en el tiempo a ese viernes por la tarde en la calle Eloy Salmón, pero con la satisfacción de saber que los sueños, por más pequeños o grandes que sean, encuentran su camino para hacerse realidad. Como lo dijo Stephen Covey “Todas las cosas se crean dos veces. Siempre hay primero una creación mental, y luego una creación física” la creación mental estuvo en mí durante 20 años.



sábado, 9 de septiembre de 2023

Pie de viento

No soy un fanático del fútbol boliviano. El interés que tenía hacia los torneos organizados por la LFPB terminó cuando el equipo representante de mi región descendió de la categoría profesional, hace ya muchos años atrás. Es indudable que disfruto de ver, por televisión, un partido de la Copa Libertadores de América o una competencia internacional, sin embargo, ya no tengo la motivación para asistir al estadio, pagar por una entrada y alentar desde la tribuna a un onceno de jugadores.

Aún resulta difícil abstraerse de lo que está ocurriendo por estos días en lo que se refiere a la Liga profesional. Son diversos los canales de televisión, emisoras de radio y medios de prensa, que hacen alusión a aquellos audios filtrados en los que se escuchan a personas transar los resultados de un encuentro de fútbol. No es algo nuevo y tampoco será la última vez que esto ocurra. Desestimar un torneo amañado, despedir a jugadores corruptos o destituir a dirigentes sin escrúpulos, quizás aplaque un poco el mal enraizado en ese deporte, pero seguramente en un futuro, se volverá a hablar de lo mismo. Esto no solo pasa en Bolivia, es un mal mundial, una pandemia similar a la del Coronavirus reciente.

Recuerdo que la pasada tarde, mientras escuchaba las noticias del escándalo en que se vio envuelta la comunidad futbolera nacional, el taxi que me transportada desde el centro de la ciudad de La Paz a la zona sur, pasó cerca de una cancha en la que vi a niños que practicaban las jugadas enseñadas por el entrenador, otros realizaban una actividad física regenerativa y los pocos atajaban los remates de sus compañeros. Resultó triste ver esa escena mientras la banda de sonido la ponían las últimas noticias que eran difundidas dentro del vehículo. Quedaron expuestos dirigentes, jugadores, árbitros de la LFPB y otros miembros de una red de corrupción, la que tenía como objetivo el de arreglar los partidos del torneo profesional y el de segunda división. Fue entonces cuando me abordaron varias preguntas: ¿Por qué esos niños no practican el atletismo, el ciclismo, la natación, el taekwondo u otra disciplina deportiva? ¿Por qué sus padres siguen motivando a sus hijos para que continúen alimentando una actividad que nunca nos dio grandes satisfacciones?

Cuando se habla de glorias pasadas, sale a flote el recuerdo de la selección boliviana del 94, aunque ya casi nadie se acuerda de Etcheverry, Rimba, Truco u otros jugadores artífices de la única clasificación a un mundial por mérito propio. Tengo una hipótesis sobre ese logro y cómo algunos sucesos tuvieron que ocurrir para que Bolivia y Colombia sean las dos selecciones con participación inédita en un mundial de fútbol organizado por la FIFA.

El lunes pasado, un periódico de circulación nacional, dedicó toda una separata para destacar al mejor jugador de fútbol de la historia boliviana y fue precisamente Etcheverry el seleccionado. Triste saber que se gastó tanto papel y tinta para retrotraer a la memoria colectiva a un deportista que está ya más de veinte años alejado de las canchas, haciendo referencia a alguien que solo se lo ve jugar en viejos vídeos que se hallan en algún lugar escondido de YouTube.

En contraposición y casi por las mismas fechas, las portadas de los periódicos nacionales se llenaban de titulares destacando la participación de Héctor Garibay, quien conquistó la maratón de México 2023. Un orgullo boliviano, desde la óptica con la que se mire. Con algo de agudeza es posible encontrar en Internet, historias sobre la preparación de este destacado atleta y sobre todo la transición que realizó del fútbol a las carreras de fondo. Definitivamente: “Somos fruto de un mal día”. 

Me imagino que fue muy malo el día en el que le dijeron a Héctor que no volvería a jugar al fútbol debido a una lesión. Pero dentro de su etapa de recuperación tuvo la fortuna de que otra atleta consagrada, Nemia Coca, lo invitara a formar parte de su club de corredores “Pie de viento”.

Hace algunos días, en un documental de Netflix, vi la historia del ciclista británico Mark Simon Cavendish, quien pasó por varias etapas dentro su carrera profesional, sin embargo, algo que destacaba el audiovisual es que, en este deporte, el del ciclismo, llevas a tu cuerpo al máximo umbral de dolor, todo para poder conquistar la meta. Quizás esa sea la razón por la que son muy pocos, los que elegimos deportes como el atletismo, natación o ciclismo, ya que, desde mi poco conocimiento, podría indicar que los deportes conjuntos, a diferencia de los individuales, tienen la facilidad de distribuir la presión, la carga y la responsabilidad entre los integrantes del equipo.

Como había indicado antes, me gusta correr. Me despierto a las 5 AM todos los días, sea lunes, domingo o feriado. Salgo a correr 5, 10 o 15 km, como me sienta ese día. Estas últimas semanas decidí incrementar mi umbral de dolor y además de correr los kilómetros acostumbrados, los sábados y domingos pedaleo entre 30 y 50 km. Llego a mi departamento totalmente agotado, pero contento, sabiendo que me voy superando a mí mismo, que voy conquistando mis miedos, que fortalezco mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.

Ojalá, en un futuro próximo, tengamos un centro deportivo donde Nemia, Héctor o cuanto otro atleta exitoso, pueda instruir y capacitar a las nuevas generaciones de corredores, ciclistas o nadadores, con la esperanza, de no solo una consagración mundial, sino más bien, de estar formando personas sanas, sin miedo a asumir retos y con una alta conciencia de seres humanos.


jueves, 20 de octubre de 2022

YLC 2022

Este sábado 21 de octubre sufriré, lloraré, pero… ¡llegaré!
Son casi 11 años desde mi primera participación en el Yolosa - La Cumbre (#YLC), denominada así a la competencia organizada por un grupo de aficionados ciclistas que se hacen llamar “Los Huanca”, inspirados en la aclamada serie de televisión de los años 80, “La bicicleta de los Huanca”.
Hoy el YLC es una de las competencias más esperadas por quienes practicamos el ciclismo. Aunque inicialmente estaba orientada a los deportistas amateurs en la actualidad existe una categoría especial para que los participantes de élite puedan demostrar sus cualidades escalando más de 3000 metros en bicicleta. Sin embargo, el grupo mayoritario está conformado por los aficionados que hacemos el mayor esfuerzo, no para batir ningún récord nacional, sino más bien, para superar nuestros propios límites a partir de la visualización de un objetivo personal como es llegar a Chuspipata (a 27 kilómetros de la partida) o hasta La Cumbre (a 65 kilómetros) en más de 8 horas, entre 7 y 8 horas, entre 6 y 7 horas, etc.
En aquella sexta versión del 2011, llegué totalmente agotado hasta Chuspipata, que es el ingreso al Camino de la Muerte, una antigua carretera de tierra entre la ciudad de La Paz y la población de Coroico. En Internet se puede encontrar mucha información sobre este legendario camino, incluso se grabó una temporada del programa de televisión titulado Rutas Mortales.
Hoy el Camino de la Muerte es un atractivo turístico frecuentado por diversos grupos de personas que descienden en bicicleta desde La Cumbre y terminan en Yolosa. Sin embargo, esta particular competición recorre el camino de forma inversa, parte en Yolosa y termina en La Cumbre paceña, por lo tanto, se trata de un ascenso constante y continuo que toma parte de la antigua carretera y la nueva, que a diferencia de la anterior es de asfalto. El recorrido inicia a algo más de 1200 msnm y culmina a 4600, pasa de una temperatura cálida a una totalmente gélida, atraviesa la zona yungueña y termina en una montaña casi congelada. Es un reto con alto desgaste físico y de gran esfuerzo mental.
Fue muy complicado para mi cumplir con esa primera participación, salía de una molestia en la rodilla, la bicicleta que utilicé pesaba más de 25 kilos, la hidratación fue poco apropiada y por mucho que lo intenté, no logré llegar a La Cumbre. Mi papá me esperó en ese punto intermedio y con mucha bronca me subí al bus que nos llevaría hasta la meta. Solo pude tomar algunas fotografías con el Blackberry y traté de dar aliento a los participantes, fue angustiante sentir que el cuerpo no rendía más.
Con la espina clavada en el pecho, el año siguiente me preparé mejor, cambié de bicicleta y logré conquistar la meta, años más tarde repetiría la hazaña. Con más tiempo para dedicarme al entrenamiento, durante el 2018 me enfoqué en romper mis límites, había bajado de peso y me encontraba en mi mejor momento, sin embargo, varios decidimos no participar en ese YLC que contó con una escasa convocatoria y una lluvia de reclamos. Para el 2020 la versión programada se tuvo que cancelar por la declaratoria de pandemia y finalmente, este 2022 nuevamente el YLC se hace presente con la esperada 15ava versión.
Tengo que confesar que no entrené lo suficiente, aunque confío muchísimo en la bicicleta que tengo, esta vez correré con una de aro 29” y espero que estas mejoras compensen en algo mi falta de estado físico.
Después de una decorosa participación en el Samaipata Challenge 2022 de Santa Cruz de la Sierra, este pasado fin de semana realizamos la última práctica, sentí la falta de ritmo al momento de escalar desde la localidad de Carreras hasta la ciudad de El Alto, que de acuerdo con el Strava, son algo más de 1700 metros de subida. Nos tomó cerca de 5 horas, pero lo logramos.
Para este sábado deseo llegar a La Cumbre, quizás no marque mi mejor tiempo, puede que sienta todo el cansancio del cuerpo en las piernas, pero tengo la completa predisposición para llegar a la meta. Dios nos ayude y proteja en este denominado "ascenso al cielo por el Camino de la Muerte".


lunes, 15 de agosto de 2022

5530

Pasaron pocos días desde la celebración del año 5530 dentro del calendario aimara, quedan aún en el corazón esos hermosos mensajes de unidad vertidos desde Tiahuanaco y en la retina las sonrisas de nuestro presidente y ex presidente, que transmitieron la hermandad en torno a nuestras tradiciones. Ese simbólico día, los que amamos estás tierras, subimos a las cimas de las montañas para recibir, con las manos extendidas, los primeros rayos del Tata Inti. Y, mientras agradecíamos por las bendiciones recibidas de la Madre Tierra, sentimos con más fuerza nuestra identidad por el lugar que nos vio nacer, por este Estado Plurinacional que acoge y respeta las culturas ancestrales, sin imponernos una religión, un idioma o una cultura. Sin embargo, no todos entienden o comprenden este paradigma que nos propone la cosmovisión andina, aún existen personas quienes se quedaron con un pensamiento colonial, como el de aquel influencer oriental quien en un polémico vídeo destacaba orgulloso su origen español, comentando entre otras cosas que "la identidad actual del cruceño la trajeron en barco y en carabela…".

Mientras cierro la aplicación del celular, aún resuena en mi mente la voz estridente de aquel resentido descendiente español, lo que me lleva a imaginar a un Cristóbal Colón asumiendo el mando para un viaje de conquista, que seguro en ese momento se creyó que sería una expedición por una nueva ruta hacia las Indias. Imagino a un hombre muy enérgico, quien tomó tres barcos con nombres de mujer y decidió emprender un desafío, como quien se imbuye en una aventura sin precedentes. Imagino a un traficante de esclavos ansioso por apropiarse de un nuevo botín sin importar el costo o tiempo de aquella travesía. Leí a Antonio Espino, Christian Gerlach, Bartolomé de las Casas, entre algunos, lo que me permitió conocer esta parte de la historia, que en lo personal no me enorgullece ni me representa.

Con la venia de la Reina Isabel I de Castilla, el capitán Colón salió a conquistar su añorado deseo, aunque le faltaba una tripulación. Seguramente, se preguntó a quiénes deberían llevar a su aventura y comenzó reclutando a sus compañeros, cómplices y socios en las cárceles, burdeles y tabernas, invitando a cuanto ladrón, bribón o asesino encontraba a su paso, al final, ellos no tenían una familia por cual velar y podían zarpar ansiosos por cobrar las cuantiosas monedas de oro y de plata prometidas. Por supuesto, tampoco olvidó llevar consigo a una pieza fundamental del plan, a los representantes de la respetable Iglesia Católica, manifestados en viejos sacerdotes que con la Biblia en la mano se sumaron ansiosos a la vil agrupación, su objetivo era simple, llevar la palabra de su Dios hasta los más recónditos confines del mundo.

Después de varios meses en alta mar y con una tripulación a punto de la sublevación, un 12 de Octubre de 1492 desembarcó, en el territorio americano, la lacra europea hambrienta de poder.

Muchos de esos invasores eran hombres altos, enormes y musculosos, que en cierto tiempo fueron capataces y esclavos. Esos extranjeros se apropiaron de todo lo que encontraron a su paso, sin respeto, mucho menos educación o cultura; comenzaron a robar, saquear y violentar la riqueza que este paraíso había albergado hasta ese instante. Tristemente ese abuso del poder impuesto a fuerza, fuego y metal seguiría presente por generaciones.

Aquellos españoles, italianos o galos, se encontraron con un verdadero Edén, en el que hombres, mujeres y niños desnudos sin malicia corrían, cantaban y bailaban al son de su música, inmensamente ricos en identidad y cultura, creyentes de su sublime cosmología, hasta que llegó el terror en forma de armadura plateada que encandiló sus ojos, calló sus voces y apagó sus espíritus.

Los miembros de la Iglesia Católica no actuaron de forma diferente; con la Biblia en una mano, la cruz en la otra y en el nombre de Dios impusieron su credo y obligaron a adorar a un único Ser supremo. Los sabios ancianos legítimos dueños de éstas tierras, quienes adoraban a los astros y respetaban a la Madre Tierra, fueron obligados a creer en el poder emanado de un Dios vengativo y no solo eso, también fueron intimidados para seguir y profesar una religión extraña, complicada e impuesta por aquel clero europeo representado por un puñado de sacerdotes, monjes y feligreses quienes, con el uso de las armas, impusieron su devoción.

Los que llegaron en barco a estás tierras benditas esclavizaron a los nativos para imponer una cultura sin raíces, aquella música sin alegría y una religión sin credo. Fundaron una nueva población diseminando genes de maldad, sin identidad e irresponsabilidad. No se podía esperar otra cosa de un grupo de piratas sin valores, sin moral y sin escrúpulos.

Más de 500 años después aún existe gente que se siente orgullosa por haber sido conquistada por aquellos delincuentes, ladrones y saqueadores, aún creen ser mejores personas por tener un distorsionado apellido europeo, por ser descendientes de la colonia española, por tener la piel pálida o los ojos de un color diferente. No les contaron o no leyeron acerca de quienes realmente fueron sus antecesores y cuáles fueron sus antecedentes.

Nuestra identidad no llegó en barco o carabela, nació en esta hermosa tierra y continuaremos fortaleciendo esta libertad cultural que el Estado nos brinda, con la fuerza de los andes que llevamos en la sangre, como hijos predilectos del Tata Inti y la Pachamama.

¡Jallalla 5530!




martes, 1 de febrero de 2022

EL OXÍGENO MEDICINAL

El fin de semana antes de la Navidad, mi hermano comenzó a presentar los primeros síntomas de un posible contagio por Coronavirus; ese dolor de cabeza, aquella molestia en la garganta, un poco de fiebre. Creyó que se trataba de una gripe estacionaria y la primera medicación fue la tradicional, tomar un té caliente, algo para aplacar el dolor de cabeza y mucha paciencia. No mejoró.

Para el lunes el cuadro había empeorado, la fatiga respiratoria era evidente, fue entonces cuando decidió ir a la evaluación médica en una clínica privada de la zona de San Jorge. Al haber retornado de la Argentina hace algo más de un mes, aún su seguro médico internacional estaba vigente y la clínica a la que acudió era la autorizada para prestarle la asistencia requerida.

El resultado de la evaluación fue lo que sospechaba, aunque contaba con la doble dosis de la vacuna Astrazeneca, se había contagiado del virus. Le recetaron lo mismo que al resto de los pacientes, ahí hubo una primera falla, mi hermano presenta una enfermedad de base y considero que la medicación debería estar en relación a su historial médico. 

Desde el lunes cuando identificaron algunas manchas en sus pulmones hasta el día jueves que se procedió con su internación, se mantuvo aislado cumpliendo con la recomendación médica. Sin embargo, cada hora que pasaba sus fuerzas disminuían y aún con la asistencia privada de una neumóloga, no lograron estabilizar su nivel de oxigenación. Dada la criticidad y gracias a las gestiones efectuadas se lo pudo ingresar en el hospital municipal de La Portada.

Pasamos varios días en la puerta del hospital tratando de conocer la evolución de mi hermano y que de acuerdo a los partes médicos se encontraba estable. Diariamente solicitaban la compra de algunos remedios, los que logramos adquirir en las farmacias locales con algo de dificultad.

Fue una Navidad triste la del pasado 2021, mi hermano internado, mis papás totalmente angustiados y sin un reporte médico que nos indique cuánto tiempo más estaría internado. Hace mucho que mi familia no se reúne completa en la mesa, ya que todos los hermanos recorrimos nuestros caminos y resulta casi imposible que nos volvamos a encontrar en el hogar familiar. Esa Noche Buena, me quedé a acompañar a mis papás por algunas horas más.

Pocos días antes al Año Nuevo mi hermano ya no pudo soportar el estar dentro del hospital, como se trata de un profesional en traumatología, le realizaron todas las valoraciones y logró el alta correspondiente, bajo su responsabilidad médica. Quizás ahí también cometimos otro error, debimos esperar algunos días más. En la última valoración que le efectuaron, antes de salir del hospital, aún presentaba la existencia del virus.

Cuando el año terminaba, con mi hermano en casa, tomamos un té y comimos algunos bizcochos que mi madre había encontrado cerca del hospital. Se lo veía muy bien de semblante, respiraba con casi normalidad y tenía un tanque pequeño de oxígeno como respaldo frente a una eventual falta de aire.

De ese fin de semana hasta el siguiente jueves presentó un nuevo decaimiento, requería nuevamente del soporte de oxígeno. No recuerdo en qué momento mi papá llevó un enorme tanque con el gas medicinal, pero este ya se encontraba en la habitación de mi hermano y le servía para recuperar el aire.

Del jueves al domingo la situación se volvió crítica, pasó de esa capacidad que tenía para caminar, subir las gradas y cumplir con sus ejercicios de rehabilitación, a nuevamente estar postrado en la cama. Le habían suministrado una serie de fármacos que le ayudarían a combatir la neumonía, creímos que esos medicamentos de alta potencia eran los causantes de esa recaída.

Con una enorme angustia internamos a mi hermano en una clínica privada de la zona de San Pedro. El diagnóstico inicial indicaba un alto compromiso de sus pulmones y se manejaba una posible reinfección o nuevo contagio por Coronavirus. Esa mañana del lunes ingresó a terapia intermedia y todos nos quedamos con una sensación de tristeza e impotencia ante lo que estaba ocurriendo.

La clínica en la que logramos internarlo nos ofreció toda su colaboración ya que no pudimos regresar al hospital de La Portada porque la ciudad enfrentaba la cuarta ola y todas las camas habilitadas se encontraban ocupadas. En esos primeros días del año todos los nosocomios se vieron superados por la cantidad de pacientes infectados por una variante nueva del Coronavirus.

Pasaron diez días aproximadamente, en ese tiempo mi hermano fue recuperando nuevamente su vitalidad y una noche me envió por WhatsApp con una foto de su PCR que mostraba con letras grandes la palabra: Negativo. Lo celebramos ya que en pocos días lograría nuevamente el alta médico. 

De regreso en casa, conversamos sobre lo ocurrido, lo note más tranquilo y de muy buen semblante. Me comentó mi mamá que días después inclusive fue a jugar con su perro, el que lo acompaña desde que vivía en Buenos Aires. Todo parecía que estaba superado.

Este pasado viernes, cuando hablé con mi papá, con tristeza me informó que mi hermano no había podido dormir la noche anterior y pese a que el doctor le había recetado una pastilla para dormir, no lo había conseguido. La falta de sueño le estaba generando una subida en su frecuencia cardiaca, lo que ocasiona mayor ansiedad y entró en un círculo vicioso peligroso. Llegó al punto de depender tanto del oxígeno medicinal que le era casi imposible mantenerse sin ese suministro.

No entendíamos lo que estábamos haciendo mal, en las dos oportunidades que dejó el hospital y la clínica, lo encontrábamos bien pero en un lapso de tres a cuatro días nuevamente decaía. En algún momento pensé que había algo en la habitación, en la cama o en las mascotas que ocasionaron esa desmejoría.

Todo el domingo por la tarde me quedé con él, estuve sentado a su lado mientras veía como dormía después del almuerzo escaso que comió. No entendía a qué se debía aquel decaimiento, hablé con un par de médicos quienes recomendaron evaluaciones más rigurosas y el apoyo psiquiátrico para combatir las alucinaciones que presentó en las noches pasadas.

Me despedí con tristeza aquella tarde lluviosa de finales de enero, le pedí que no se rinda, que la vida debía continuar, pero lo sentí tan decaído y casi sin ánimos. Me dolió muchísimo verlo en esa situación.

Llegué a mi departamento, encendí una vela pidiendo por su recuperación, oré por su bienestar y salud. Aquella noche dormí temprano pero de forma intermitente. 

Por la mañana recibí un mensaje, pensé lo peor, me arme de valor y lo leí.

Hola! Dormí muy bien anoche.

Di gracias a Dios y luego hablé con mi mamá, quien me comentó que la noche anterior llamaron a la empresa encargada del suministro del oxígeno medicinal y el operador responsable del reabastecimiento se opuso a la recarga porque el tanque de oxígeno que mi padre había alquilado se encontraba en deterioradas condiciones.

Una semana atrás mi otro hermano había dejado un tanque nuevo de oxígeno, pero no contaba con el suficiente gas, fue ese tanque que les sirvió para el reemplazo. Esa noche mi hermano logró dormir, no tuvo las alucinaciones de las anteriores, presentó niveles de saturación acorde a su proceso de rehabilitación.

Cuándo me preguntaba, ¿qué estamos haciendo mal? pues era eso, suministrarle oxígeno contaminado por encontrarse en un tanque que no contaba con la certificación para su uso, estaba inhalando oxígeno mezclado con todo aquel óxido que se encontraba en un tanque viejo. Aunque el recargado del gas medicinal pudiese provenir de un sistema totalmente garantizado al momento de ingresar en el tanque deteriorado simplemente se volvía tóxico.

Gracias aquel técnico quien se opuso a efectuar una recarga en un tanque sin garantías, gracias a esa persona con altos valores, gracias a su asistencia en el momento adecuado logramos identificar el problema.

Ayer publiqué en mi cuenta de Twitter un par de mensajes que hacen referencia a esa empresa que comercializa el oxígeno medicinal en tanques no aptos, que son antigüos y no presentan el mantenimiento técnico necesario. Espero que quienes estén atravesando la enfermedad y requieren del oxígeno medicinal, puedan proceder con la revisión de los datos que tienen los tanques que alquilan, para estar seguros de lo que están respirando y no pasen lo que mi hermano vivió.

Una denuncia puede ayudar con el objetivo de precautelar a la población pero las instituciones llamadas a efectuar una revisión sobre el estado en el que se encuentran los tanques de oxígeno medicinal comercializados por estas empresas son el Servicio Departamental de Salud - SEDES La Paz y el Viceministerio de Defensa al Consumidor, dependiente del Ministerio de Justicia. Espero que efectúen su tarea.

Gracias a Dios, hoy mi hermano se encuentra en franca recuperación y pido de corazón pueda superar muy pronto esta difícil prueba.




lunes, 24 de diciembre de 2018

La Navidad de antes

Escuché decir: “la Navidad, ya no es lo que era antes. Por su puesto que no, antes llamábamos a nuestros seres queridos y les deseábamos una feliz Navidad. Hoy, les escribimos un mensaje de texto y con eso sentimos que ya cumplimos o simplemente, reenviamos una postal digital que nos llegó al grupo de WhatsApp.

Quedaron en el tiempo aquellas cenas en casa, cuando se dedicaban horas a la preparación, donde todos colaborábamos, desde pelar las habas hasta dejar reluciente la vajilla especial. Hoy, basta con una llamada al servicio de delivery y la cena estará en casa, en platos descartables y con cubiertos de plástico.

Aún vamos a comprar los regalos a las ferias navideñas, a la Calatayud o a la Uyustus, pero preferimos regalar una tarjeta con un monto impreso en el anverso y que vayan al Mall a escoger lo que deseen, ya no hay porque preocuparse por un regalo de su agrado.

La Navidad, ya no es lo que era antes. Crecimos, envejecimos y nuestras expectativas cambiaron. Gracias a estas nuevas tecnologías estamos más pendientes de lo que ocurre en el mundo y dejamos de lado lo que transcurre a nuestro alrededor, en ese circulo estrecho, el familiar.

Muchos ya no están con nosotros, formaron sus familias y se fueron, tienen otras responsabilidades o simplemente se fueron porque quizás esto de celebrar la Navidad se les volvió pesado, comercial o sienten que es una expresión cruda del capitalismo y decidieron disfrutar del feriado, descansando en algún hotel resort.

Mi Navidad, ya no es lo que era antes. Mis hermanos no están en la ciudad, no están en el país, celebrarán este día lejos de casa. Mis papás ya no tienen las mismas fuerzas para preparar o esperar una cena de media noche, prefieren ir a misa con sus niños Jesús y luego, descansar, pidiendo al cielo que la descontrolada pirotecnia no afecte a sus pequeñas mascotas, con las que intentaron llenar el vacío que les dejamos al salir del hogar.

Esta noche iré, como todos los años, a visitar a mis papás, asistiremos a la parroquia de la zona y luego de la misa, me despediré de ellos con un fuerte abrazo, conduciré hasta mi casa y disfrutaré de la compañía incondicional de mi perro, quien ya tienen sus años transcurridos y necesita cada vez más ayuda para subir las gradas o recostarse en su cama. Veré una película o una serie, con el Netflix, no necesito un reproductor de DVD, basta con el Chromecast para ver en HD, algún episodio de Godless o Peaky Blinders.

La Navidad, ya no es lo que era antes, pero quizás podamos convertir en una navidad como la de nunca antes, con tan solo escribir,  no copiar, un mensaje de felicitación y agradecimiento, pero uno que salga del corazón. Hagamos una Navidad diferente para aquella persona quien nos extendió la mano pidiendo limosna, extendámosle la nuestra entregando esperanza y hermandad. Podemos convertir esta Navidad en una sin igual, con tan solo abrazar a la persona quien aún está a nuestro lado y desearle paz y amor, que amor es lo que tanta falta nos hace a todos.

En esta Navidad, les deseo y envío mucha paz y amor a todos, mis queridos amigos y amigas.


martes, 18 de diciembre de 2018

A 90 minutos de la gloria.


Me gusta ver los partidos de fútbol, no me considero un fanático de ese deporte, simplemente me gusta. Sigo al San José de Oruro desde siempre, desde que me acuerdo, desde aquella lejana tarde de domingo, cuando acompañé a mi padre al Jesús Bermúdez. Sentado junto a mi tío abuelo, en la curva sur del estadio, vi el ingreso del equipo de la V azulada, el que fue recibido entre aplausos y ruidos de petardos, fue una escena que me estremeció el cuerpo, desde ese domingo sigo al Santo.

En 1995, fue la primera vez que San José logró el campeonato de la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, lo que permitió su clasificación a una Copa Libertadores de América. Por esos años ya vivía en La Paz y viajé hasta Oruro para ver los dos encuentros internacionales, no fueron buenos resultados, pero el equipo dio una dura batalla.

Otro recuerdo que tengo presente es el campeonato del 2007, hace 11 años atrás, un día miércoles 12 de diciembre viajamos, con mi hijo de 5 años, para ver el partido final del San José de Oruro, contra el, hoy desaparecido, La Paz FC. Abordamos el bus, desde La Paz y al llegar a Oruro, mi papá nos esperaba con las entradas, junto a las puertas del Bermudez. Ingresamos cuando el estadio estaba casi lleno y esperamos el inicio del partido.

Mi hijo también es seguidor del San José, quizás sea más fanático que yo. Recuerdo que esa tarde llevó en una mochila toda su indumentaria, un arlequín de colores blanco y azul, una bandera con el escudo del equipo, una máscara del hombre araña, guantes y pañoletas. Cuando las luces del estadio comenzaron a iluminar, decidió que era el momento para manifestar su alegría, saco de la mochila todos sus accesorios y muy dedicado comenzó su transformación, al cabo de unos minutos, estaba listo para alentar a su equipo, al San José.

A mi hijo, le encanta la diablada, su sueño es bailar en la Diablada Urus, porque son espectaculares, dice. Esa noche estaba convertido en un diablo, uno con los colores del Santo, y al ritmo de la música, que casi siempre está presente en la cancha, comenzó a dar brincos, a mover las manos, bailaba disfrutando de la previa al partido, hermoso fanático, mi padre aplaudía a su lado, todos quedamos encantados en ese momento.

El partido terminó con la victoria, conquistamos un nuevo campeonato, salimos de la cancha felices y nos dirigimos a la plaza principal, donde entre miles de personas, se entonó el himno a Oruro. Las luces navideñas decoraban los árboles de la plaza, nos tomamos unas fotos con el hermoso decorado. Aún no estaba el Instagram, ni el Facebook en linea, solo eran fotos para el recuerdo, para el álbum de la familia.

Muchos años después, una vez mas la oportunidad vuelve a convocar, casi el mismo escenario, un partido de final de campeonato, una clasificación a Copa Internacional, pero esta vez no podré asistir, mi hijo está ausente, se encuentra estudiando a miles de kilómetros de aquí y mi padre tampoco está en Oruro, vive conmigo en La Paz. Veremos el partido por TV o en la pequeña pantalla del celular, no tendremos baile y tampoco tendremos disfraces, pero estoy seguro de que sentiremos la misma emoción, nosotros aquí y mi hijo allá; quizás gracias a la tecnología, estará informado del resultado o con suerte, verá el encuentro mediante Internet.

¡Fuerza San José! Ojalá el miércoles nos llenes de gloria una vez más, y tengamos una hermosa y esperanzadora Navidad, porque estoy seguro que muchos de tus seguidores tan solo tendrán ese momento de felicidad, el que nos acompañará durante el complicado año que se aproxima. ¡Vamos por la gloria!

lunes, 21 de agosto de 2017

Día Dos. Llallagua - Macha

Descanso, alimentación e hidratación, creo que son la clave para una buena pedaleada. Este segundo día estuvo mejor que el anterior, no sufrí pinchaduras y tampoco malestares, recorrí los casi 90 kilómetros sin mayor dificultad.
Después de cenar, regresé a mi cómoda habitación del hotel, vi un canal de televisión que no recuerdo y en menos de cinco minutos ya me era imposible seguir viendo el programa, busqué el control remoto y apagué el televisor.
Todos los días de Dios, despierto a las 6 AM, hoy no fue la excepción. Tome uno de los bidones, lo llené con la leche de soya que había comprado la noche anterior y puse la Fórmula 1 sabor café late, con vainilla y proteína de Herbalife, agité por algunos minutos y terminé los 600 ml, volví a preparar la Fórmula, disfruté de un desayuno delicioso y nutritivo con los otros 400 ml que sobraban.
Mientras preparaba mi equipaje, separé en dos pequeñas bolsas las almendras, nueces y pasas que traje, una para esta etapa y la otra sería para el último recorrido. Lavé los botellones, los llené con agua y los mezclé, uno con H24 Hydrate y NRG y el otro con LiftOff.
Anoche me di cuenta que con el apuro del último pinchazo, pusimos la cubierta delantera al revés, así que lo primero que hice fue arreglar ese detalle, no me tomó mucho tiempo y alcancé a desayunar  con el grupo. En esta etapa nos esperaba un desafío, el Infiernillo.
Durante días Ricardo nos estuvo hablando de una tremenda escalada, queríamos que Dardo nos espere en la camioneta justo en la cima, no queríamos subir con el equipaje, pero no pudimos convencerlo, tenía planeado volver a La Paz, únicamente nos acompañaría hasta el medio día, con el tiempo suficiente para retornar, con él regresarían Helen y Xavi, nuestro grupo se dividiría.
Salimos de Llallagua en buena compañía y antes de arrancar, la Asociación de Ciclismo nos realizó una entrevista que fue grabada en la cámara de vídeo del papá de Ruth. Mientras nos entrevistaban, Marcelo y Ricardo aprovecharon para tomarse las últimas fotografías en la plaza de Llallagua. Al cabo de algunos minutos nos dieron la partida simbólica, realmente fue una despedida emotiva. Cuando cayó esa bandera a cuadros Xavi y Helen arrancaron con todo, Ricardo y Marcelo trataron de seguirlos, pero les dije que no era lo adecuado, puesto que, a nosotros tres nos esperaba un recorrido más largo, es así que tomamos un ritmo  de pedaleo conservador, mientras veíamos como nuestros dos amigos se alejaban rápidamente en sus bicicletas.
Es impresionante el paisaje que te regala el altiplano boliviano, hermosas montañas, de rato en rato nos cruzábamos con rebaños de ovejas o llamas; pedaleamos sobre una carretera asfaltada, que cada ciertos tramos se cubría con una alfombra de tierra, fruto de los vientos de la región.
Durante la primera parte, tuvimos un ascenso no muy exigente y al final, un descenso de locura, realmente de vértigo. Por varios kilómetros bajamos raudamente hasta terminar en un pequeño valle. Al ingreso del pueblo nos esperaba Dardo, con la camioneta donde ya estaban las bicicletas de Helen y Xavi, todo listo para su retorno.
Almorzamos una deliciosa sopa de quinua y un poco de pollo al carbón. Fue un instante emotivo, nos tomamos fotografías, nos deseamos buena suerte, nos recomendamos precaución y con un fuerte abrazo nos despedimos.
Helen, me prestó su chaleco amarillo con cintas reflectoras, el que había usado durante el recorrido, le agradecí. Con los primeros minutos de la tarde Ricardo, Marcelo y yo, comenzamos a pedalear rumbo al Infiernillo.


Me gusta escalar, lo disfruto muchísimo, pero era la primera vez que lo hacía con una mochila de casi siete kilos en la espalda, Ricardo preparó su bicicleta para llevar un pequeño bolsón entre el asiento y la tija, Marcelo instaló un par de alforjas en la parte trasera de la suya. Ambos me habían indicado que era una locura que lleve una mochila con mi equipaje, que me lastimaría la espalda, pero en contra de sus recomendaciones, decidí probar.
Subimos la montaña administrando las energías, coordinamos realizar algunas paradas cada hora o si nos alejábamos, siempre tratando de mantener compacto el reducido grupo. Con Ricardo encaramos el Infiernillo y Marcelo nos seguía metros atrás, fueron varios kilómetros que los aprovechamos para charlar, deteniéndonos cada cierto tiempo en espera de Marcelo, quien no quería perder su ritmo y no se detuvo en todo el ascenso. En una de esas paradas, me tomé una selfie, intenté subir a mi cuenta de Instagram, pero ya la señal de telefonía se había perdido.
Al llegar a la cima sentí como si hubiera conquistado el Everest, agité el brazo contra el viento que en ese momento soplaba ligeramente, comenzaba a caer la tarde y me sentía fenomenal. Desde ahí, serían kilómetros de bajada hasta llegar a Macha.
En el descenso, Marcelo tomó la delantera, con Ricardo seguimos un ritmo más lento y yo, cuidando de no pinchar ninguna de las llantas. Llegamos a un pueblito que creímos que era Macha, pero no, preguntamos a un grupo de personas, que se encontraban a un costado de la carretera, cuántos kilómetros faltaban, nos indicaron que no muchos, ya acostumbrados a la ambigüedad de las referencias, calculamos que serían un par de horas más. Aprovechamos para tomarnos una fotografía y continuar.
Arribamos a Macha con lo último de la tarde, teníamos muchísima hambre y sed, ingresamos al pueblo, en la plaza celebraban el 6 de Agosto, con chancho y cordero a la cruz. No buscamos un hotel, simplemente fuimos a comer y festejar nuestro desafío cumplido, ordenamos una cerveza, tres platos de comida y tuvimos una divertida recapitulación del viaje.
Ya con las energías recargadas, dimos un par de vueltas al rededor de la plaza y encontramos un pequeño hotel, donde nos permitieron dejar las bicicletas y tomar una ducha refrescante. Al día siguiente tendríamos nuestra próxima etapa, una contra reloj, deberíamos llegar a Sucre antes de las 18:30, pero nos esperaba lo peor del camino.


martes, 6 de diciembre de 2016

Volver al Strava

Hoy me llegó un email de Strava, me invitaban a revisar mi año con la bicicleta, no me di tiempo para leer el contenido, directamente lo borré. Este año no fue de los mejores, comencé con mucho ánimo, tratando de superar ese miedo inicial que uno tiene al transitar por las calles paceñas, ese miedo que a medida que se van recorriendo kilómetros va disminuyendo lentamente, aunque nunca desaparece. Enero, febrero y marzo fueron buenos, cumplí con los retos que Strava publicaba, todo estaba bien, la bicicleta con algunas pequeñas dificultades mecánicas, pero bien. Ya para el segundo trimestre la cosa se complicó, la medicación para contrarrestar la gastritis degradó mi ánimo, y entré en un estado de letargo, así permanecí gran parte del año, una que otra salida esporádica. Por agosto, Intenté llegar al Chacaltaya, pero aún no estaba listo, abandoné a la mitad del trayecto y la bicicleta ya comenzaba a pedir atención, con ruidos extraños que se emitían al pedalear. El día del peatón acompañé a unos amigos hasta Calamarca, 140 km de pedaleo, lo logré pero me duró una semana reponerme. Intenté Tahupalca – Molino Andino, antes del Yolosa la Cumbre, del que no participé, y tampoco lo logré, me quedé en Mallasa. Ese fin de mes llevé mi bicicleta al mecánico y yo fui al doctor para mi evaluación, me sentía mejor, pero la bici no, requería partes o un reemplazo de todo el sistema de tracción. Una tienda cochabambina que contacté por Internet, tenía la solución, pasar del Shimano Acera al Deore, pasar 3x8 a un 3x10, sonaba tentador, aunque el precio desalentador. Estuve un mes con esa duda, y mientras me decidía, volví a la rutina del Spinning; comencé a ver vídeos de entrenamiento y a leer algunos libros, pero aún no me sentía listo para volver a las carreteras. A inicio de octubre me llamó el vendedor, preguntando si aún estaba interesado en el Deore, le dije que sí y realicé el depósito, a los dos días estaban los repuestos en casa y listos para ser instalados. Con la ayuda de un técnico amigo pude concretar el cambio tecnológico y ese fin de semana, salí nuevamente a pedalear, nuevamente los miedos, pero esta vez ganaron las ansias, los deseos de sentir una pasión. Es noviembre, aumenté la frecuencia del Spinning, lástima que Strava no lo registre, pero ya me sentía mejor y fui un par de veces a Pongo, desde Kalajahuira. Hace dos semanas leí la convocatoria tradicional de fin de año, pedaleo hasta Copacabana. Ya son dos años que no llegó a Copacabana pedaleando, sea por fallas mecánicas o físicas, pero no he vuelto a completar el recorrido, pero más me sorprendió la cantidad de ciclistas que querían participar, hasta el martes eran 60 y para el día domingo bordeamos los 100. El recorrido hermoso, como siempre, la carretera vacía, solo el ruido de las cubiertas contra el asfalto, el espléndido lago Titicaca a la derecha, fenomenal, fueron tres horas intensas, un muy buen tiempo para 70 km desde la escuelita de Achacachi hasta Tiquina, aunque los últimos tres kilómetros tuve que pedalear contra el viento y la lluvia, esa lluvia que nos impediría cruzar el estrecho y continuar con el camino hacia el Santuario de Copacabana. Cierro este 2016 sin poder completar el recorrido, aunque muy feliz, por encontrar lentamente mi ritmo, en sentir que el cambio de sistema mecánico fue el acertado y sobre todo de poder superar, de a poco, ese letargo en el que te sumerges después de tantos meses de inactividad. Espero volver a pedalear este fin de semana, ya casi comienzan mis vacaciones y tengo planes de volver a la pista de BMX, volver… volver… y volver.