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jueves, 20 de octubre de 2022

YLC 2022

Este sábado 21 de octubre sufriré, lloraré, pero… ¡llegaré!
Son casi 11 años desde mi primera participación en el Yolosa - La Cumbre (#YLC), denominada así a la competencia organizada por un grupo de aficionados ciclistas que se hacen llamar “Los Huanca”, inspirados en la aclamada serie de televisión de los años 80, “La bicicleta de los Huanca”.
Hoy el YLC es una de las competencias más esperadas por quienes practicamos el ciclismo. Aunque inicialmente estaba orientada a los deportistas amateurs en la actualidad existe una categoría especial para que los participantes de élite puedan demostrar sus cualidades escalando más de 3000 metros en bicicleta. Sin embargo, el grupo mayoritario está conformado por los aficionados que hacemos el mayor esfuerzo, no para batir ningún récord nacional, sino más bien, para superar nuestros propios límites a partir de la visualización de un objetivo personal como es llegar a Chuspipata (a 27 kilómetros de la partida) o hasta La Cumbre (a 65 kilómetros) en más de 8 horas, entre 7 y 8 horas, entre 6 y 7 horas, etc.
En aquella sexta versión del 2011, llegué totalmente agotado hasta Chuspipata, que es el ingreso al Camino de la Muerte, una antigua carretera de tierra entre la ciudad de La Paz y la población de Coroico. En Internet se puede encontrar mucha información sobre este legendario camino, incluso se grabó una temporada del programa de televisión titulado Rutas Mortales.
Hoy el Camino de la Muerte es un atractivo turístico frecuentado por diversos grupos de personas que descienden en bicicleta desde La Cumbre y terminan en Yolosa. Sin embargo, esta particular competición recorre el camino de forma inversa, parte en Yolosa y termina en La Cumbre paceña, por lo tanto, se trata de un ascenso constante y continuo que toma parte de la antigua carretera y la nueva, que a diferencia de la anterior es de asfalto. El recorrido inicia a algo más de 1200 msnm y culmina a 4600, pasa de una temperatura cálida a una totalmente gélida, atraviesa la zona yungueña y termina en una montaña casi congelada. Es un reto con alto desgaste físico y de gran esfuerzo mental.
Fue muy complicado para mi cumplir con esa primera participación, salía de una molestia en la rodilla, la bicicleta que utilicé pesaba más de 25 kilos, la hidratación fue poco apropiada y por mucho que lo intenté, no logré llegar a La Cumbre. Mi papá me esperó en ese punto intermedio y con mucha bronca me subí al bus que nos llevaría hasta la meta. Solo pude tomar algunas fotografías con el Blackberry y traté de dar aliento a los participantes, fue angustiante sentir que el cuerpo no rendía más.
Con la espina clavada en el pecho, el año siguiente me preparé mejor, cambié de bicicleta y logré conquistar la meta, años más tarde repetiría la hazaña. Con más tiempo para dedicarme al entrenamiento, durante el 2018 me enfoqué en romper mis límites, había bajado de peso y me encontraba en mi mejor momento, sin embargo, varios decidimos no participar en ese YLC que contó con una escasa convocatoria y una lluvia de reclamos. Para el 2020 la versión programada se tuvo que cancelar por la declaratoria de pandemia y finalmente, este 2022 nuevamente el YLC se hace presente con la esperada 15ava versión.
Tengo que confesar que no entrené lo suficiente, aunque confío muchísimo en la bicicleta que tengo, esta vez correré con una de aro 29” y espero que estas mejoras compensen en algo mi falta de estado físico.
Después de una decorosa participación en el Samaipata Challenge 2022 de Santa Cruz de la Sierra, este pasado fin de semana realizamos la última práctica, sentí la falta de ritmo al momento de escalar desde la localidad de Carreras hasta la ciudad de El Alto, que de acuerdo con el Strava, son algo más de 1700 metros de subida. Nos tomó cerca de 5 horas, pero lo logramos.
Para este sábado deseo llegar a La Cumbre, quizás no marque mi mejor tiempo, puede que sienta todo el cansancio del cuerpo en las piernas, pero tengo la completa predisposición para llegar a la meta. Dios nos ayude y proteja en este denominado "ascenso al cielo por el Camino de la Muerte".


jueves, 19 de marzo de 2020

Día del padre

No fui a los agasajos del día del padre y en los últimos años del colegio, mi hijo entendió que no eran de mi agrado. No asistí a las reuniones de padres de familia, algo que siempre me generó discusiones, para mi eran aburridas, poco prácticas, redundantes. No me senté a su lado para acompañarle con las tareas, preferí contratar profesores particulares para que ayuden a mi hijo en la nivelación de las materias que estaba atrasado. No sé cuántas cosas más no hice, pero sí recuerdo una.

Mi hijo había intentado practicar casi todos los deportes, fútbol, natación, karate y otras disciplinas, asistía durante un par de meses y luego las dejaba. En una de mis salidas en bicicleta un amigo me comentó que sus hijos practicaban bicicross (BMX) que les ayudaba muchísimo en el equilibrio y sobre todo en la confianza sobre la bicicleta. Me pareció algo fantástico y esa misma semana fui a la pista de BMX en Achumani. Pregunté los horarios, los requisitos, la indumentaria y demás. Sin mucho ánimo mi hijo fue a practicar bicicross, pero a medida que pasaban las clases, sentía que se motivaba, porque comenzaba a romper sus propios retos y sobre todo, vencía sus miedos. Es una cosa de locos deslizarse por el partidor, encarar un salto para luego caer y tomar la curva raudamente, todo eso evitando golpear a los otros corredores quienes están a centímetros de uno, vértigo total, adrenalina pura.

Todas las tardes de martes, jueves y los sábados por la mañana, estaba sentado en la pista de bicicross, desde el inicio de la clase hasta la finalización o inclusive más, porque él deseaba practicar sus saltos, mejorar sus partidas, lo esperaba, con paciencia y cariño. Disfrutaba de cada uno de sus logros, me encantaba escuchar sus sensaciones vividas en la pista, fui testigo de su evolución dentro de ese deporte, fue hermoso verlo crecer no solo físicamente sino también mentalmente. Perdió peso, ganó cuerpo, durante esos años pasamos de una bicicleta básica, pequeña a una XL profesional, me sentí orgulloso por él y le apoyé en cada uno de sus momentos.

Recuerdo que una tarde, mientras estaba sentado en las graderías, uno de los padres de familia me dijo: “¿por qué no entrenas con él?”. Todos los fines de semana recorría y recorro kilómetros y kilómetros en mi bicicleta de ruta o de montaña, pero eso del BMX era algo nuevo. No dudé mucho y un par de días después, estaba en la tienda comprando una bicicleta BMX tipo Crucero, básica, simple, pesada. Me inscribí al curso, tuve que aprender nuevamente a pedalear. Las bicicleta de ruta o de montaña son diferentes a las de bicicross. La pista tiene obstáculos, la carrera se resuelve en segundos, así que cada pedaleada cuenta, cada movimiento es fundamental para ganar o terminar tirado en medio del polvo con el cuerpo lastimado.

En esa mi primera clases y las que continuaron, compartí la pista con mi hijo y sus amigos, yo era el mayor de todos, inclusive competí con chiquillos de 7 u 8 años, quienes me dejaron atrás, yo tomaba la recta final y ellos estaban charlando en la meta. Al final de la clase me quedaba con mi hijo para un par de carreras, obviamente nunca logré ganarle, solo veía como él saltaba los obstáculos, tomaba las curvas, aplicaba todas las técnicas que había aprendido mientra yo intentaba seguir su rueda, sin mucho éxito.

Asistimos a torneos nacionales, aunque a él no le gustaban las competencias, creo que lo hacía por mi, por tratar de demostrarme de que se divertía. Sin embargo, después de casi cuatro años de practicar ese maravilloso deporte, su asistencia comenzó a ser irregular, dejó de ir los martes, luego los jueves y al final, solo practicábamos los sábados por la tarde. Era por la carga de tareas, sus amigos del colegio, sus compromisos, en fin, todos los planes que un adolescente tiene, donde obviamente el papá no forma parte.

Durante esos últimos meses, fui solo a la pista de BMX, participe en las competencias departamentales, no había nadie quien me acompañe desde la tribuna. En las mangas de los crucero estaba parado sobre mi bicicleta, tratando de mantener el equilibrio, mientras el partidor daba la cuenta regresiva antes de caer, era en esos instantes que veía a la tribuna, para mí, vacía. Gané un par de carreras y solo sentí la palmada en la espalda de los otros competidores, ni un solo abrazo. Al terminar las carreras, metía toda la indumentaria en el bolsón y cargaba mi bicicleta al automóvil, para volver a casa.

Fueron años hermosos, llenos de entusiasmo, cuando hablábamos de ciclismo, salíamos a pedalear por las carreteras, admirábamos a Nairo Quintana, veíamos el Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta a España. Hoy, volví a pedalear, como antes, trepando a la cumbre a primera hora del día solo con mis pensamientos. Aún tengo mi bicicleta de BMX que guarda el polvo de la última competencia y tiene las llantas desinfladas como mi emoción por volver a correr.

Feliz día del padre.

lunes, 21 de agosto de 2017

Día Dos. Llallagua - Macha

Descanso, alimentación e hidratación, creo que son la clave para una buena pedaleada. Este segundo día estuvo mejor que el anterior, no sufrí pinchaduras y tampoco malestares, recorrí los casi 90 kilómetros sin mayor dificultad.
Después de cenar, regresé a mi cómoda habitación del hotel, vi un canal de televisión que no recuerdo y en menos de cinco minutos ya me era imposible seguir viendo el programa, busqué el control remoto y apagué el televisor.
Todos los días de Dios, despierto a las 6 AM, hoy no fue la excepción. Tome uno de los bidones, lo llené con la leche de soya que había comprado la noche anterior y puse la Fórmula 1 sabor café late, con vainilla y proteína de Herbalife, agité por algunos minutos y terminé los 600 ml, volví a preparar la Fórmula, disfruté de un desayuno delicioso y nutritivo con los otros 400 ml que sobraban.
Mientras preparaba mi equipaje, separé en dos pequeñas bolsas las almendras, nueces y pasas que traje, una para esta etapa y la otra sería para el último recorrido. Lavé los botellones, los llené con agua y los mezclé, uno con H24 Hydrate y NRG y el otro con LiftOff.
Anoche me di cuenta que con el apuro del último pinchazo, pusimos la cubierta delantera al revés, así que lo primero que hice fue arreglar ese detalle, no me tomó mucho tiempo y alcancé a desayunar  con el grupo. En esta etapa nos esperaba un desafío, el Infiernillo.
Durante días Ricardo nos estuvo hablando de una tremenda escalada, queríamos que Dardo nos espere en la camioneta justo en la cima, no queríamos subir con el equipaje, pero no pudimos convencerlo, tenía planeado volver a La Paz, únicamente nos acompañaría hasta el medio día, con el tiempo suficiente para retornar, con él regresarían Helen y Xavi, nuestro grupo se dividiría.
Salimos de Llallagua en buena compañía y antes de arrancar, la Asociación de Ciclismo nos realizó una entrevista que fue grabada en la cámara de vídeo del papá de Ruth. Mientras nos entrevistaban, Marcelo y Ricardo aprovecharon para tomarse las últimas fotografías en la plaza de Llallagua. Al cabo de algunos minutos nos dieron la partida simbólica, realmente fue una despedida emotiva. Cuando cayó esa bandera a cuadros Xavi y Helen arrancaron con todo, Ricardo y Marcelo trataron de seguirlos, pero les dije que no era lo adecuado, puesto que, a nosotros tres nos esperaba un recorrido más largo, es así que tomamos un ritmo  de pedaleo conservador, mientras veíamos como nuestros dos amigos se alejaban rápidamente en sus bicicletas.
Es impresionante el paisaje que te regala el altiplano boliviano, hermosas montañas, de rato en rato nos cruzábamos con rebaños de ovejas o llamas; pedaleamos sobre una carretera asfaltada, que cada ciertos tramos se cubría con una alfombra de tierra, fruto de los vientos de la región.
Durante la primera parte, tuvimos un ascenso no muy exigente y al final, un descenso de locura, realmente de vértigo. Por varios kilómetros bajamos raudamente hasta terminar en un pequeño valle. Al ingreso del pueblo nos esperaba Dardo, con la camioneta donde ya estaban las bicicletas de Helen y Xavi, todo listo para su retorno.
Almorzamos una deliciosa sopa de quinua y un poco de pollo al carbón. Fue un instante emotivo, nos tomamos fotografías, nos deseamos buena suerte, nos recomendamos precaución y con un fuerte abrazo nos despedimos.
Helen, me prestó su chaleco amarillo con cintas reflectoras, el que había usado durante el recorrido, le agradecí. Con los primeros minutos de la tarde Ricardo, Marcelo y yo, comenzamos a pedalear rumbo al Infiernillo.


Me gusta escalar, lo disfruto muchísimo, pero era la primera vez que lo hacía con una mochila de casi siete kilos en la espalda, Ricardo preparó su bicicleta para llevar un pequeño bolsón entre el asiento y la tija, Marcelo instaló un par de alforjas en la parte trasera de la suya. Ambos me habían indicado que era una locura que lleve una mochila con mi equipaje, que me lastimaría la espalda, pero en contra de sus recomendaciones, decidí probar.
Subimos la montaña administrando las energías, coordinamos realizar algunas paradas cada hora o si nos alejábamos, siempre tratando de mantener compacto el reducido grupo. Con Ricardo encaramos el Infiernillo y Marcelo nos seguía metros atrás, fueron varios kilómetros que los aprovechamos para charlar, deteniéndonos cada cierto tiempo en espera de Marcelo, quien no quería perder su ritmo y no se detuvo en todo el ascenso. En una de esas paradas, me tomé una selfie, intenté subir a mi cuenta de Instagram, pero ya la señal de telefonía se había perdido.
Al llegar a la cima sentí como si hubiera conquistado el Everest, agité el brazo contra el viento que en ese momento soplaba ligeramente, comenzaba a caer la tarde y me sentía fenomenal. Desde ahí, serían kilómetros de bajada hasta llegar a Macha.
En el descenso, Marcelo tomó la delantera, con Ricardo seguimos un ritmo más lento y yo, cuidando de no pinchar ninguna de las llantas. Llegamos a un pueblito que creímos que era Macha, pero no, preguntamos a un grupo de personas, que se encontraban a un costado de la carretera, cuántos kilómetros faltaban, nos indicaron que no muchos, ya acostumbrados a la ambigüedad de las referencias, calculamos que serían un par de horas más. Aprovechamos para tomarnos una fotografía y continuar.
Arribamos a Macha con lo último de la tarde, teníamos muchísima hambre y sed, ingresamos al pueblo, en la plaza celebraban el 6 de Agosto, con chancho y cordero a la cruz. No buscamos un hotel, simplemente fuimos a comer y festejar nuestro desafío cumplido, ordenamos una cerveza, tres platos de comida y tuvimos una divertida recapitulación del viaje.
Ya con las energías recargadas, dimos un par de vueltas al rededor de la plaza y encontramos un pequeño hotel, donde nos permitieron dejar las bicicletas y tomar una ducha refrescante. Al día siguiente tendríamos nuestra próxima etapa, una contra reloj, deberíamos llegar a Sucre antes de las 18:30, pero nos esperaba lo peor del camino.


viernes, 4 de agosto de 2017

Listos para el Oruro - Sucre

Y llegó el día, dentro de algunas horas partiremos en enlace hasta Oruro y mañana temprano comenzaremos a pedalear rumbo a Llallagua que, de acuerdo con el plan, serán algo más de 85 kilómetros con un ascenso continuo hasta llegar a los 4500 m.s.n.m.

Esta mañana fui al club de bienestar de Luis, quedé en desayunar ahí y realizar mi evaluación periódica. Vi los resultados de mi evaluación en el WhatsApp, bajé otros 600 gramos en estos últimos diez días; lo que me complace es saber que el requesón con marraqueta no incidió, ¡sí!

Mientras desayunaba en el club, trataba de ultimar los detalles acerca de mi nutrición asistida por Herbalife. El desayuno de mañana ya está asegurado, iré al club de bienestar de Sandra, que queda cerca de la Terminal de Buses. También tengo listos un par de frascos con Fórmula 1 y Proteína, para aquellos días cuando no tendré asistencia de algún club. Junto con las nueces, almendras y pasas, llevo el NRG, el Hydrate H24 y los tres LiftOff que me regaló Luis, ¡son fantásticos!

Ayer terminé de preparar la mochila, finalmente me decidí a llevar una mochila y no la parrilla para la bicicleta, espero que sea la mejor determinación. Durante dos días estuve leyendo artículos, comentarios y recomendaciones acerca de llevar alforjas o mochilas, muchos a favor de las alforjas y otros por la mochila, que son mejores o peores, pero fue un post el que ayudó en mi determinación, el razonamiento era simple, si la distancia no es muy larga y se llegará a un alojamiento, es suficiente una mochila. Y son precisamente esas las condiciones de nuestro viaje, recorreremos 85 Km por día y pernoctaremos en algún hotel o residencial, no llevaremos carpas ni utensilios para cocinar. Retiré la parrilla de mi bicicleta, la que me dio tantos dolores de cabeza instalar y preparé la mochila.

Instalé los bidones en la bicicleta, a regañadientes, pero tuve que hacerlo, puesto que, si llevaré una mochila con mi ropa y víveres, no habrá espacio para el CamelBak, no tuve otra alternativa que instalar los portabidones. También decidí llevar cubiertas semi slick, y pasar de 26x2.00 a 26x1.80 ya que, la mayor parte del recorrido será sobre asfalto y los últimos kilómetros de tierra, aunque ayer mi papá me dijo que todo el camino ya está asfaltado, un amigo suyo le comentó eso, ojalá sea cierto.

Otro aspecto importante fue el mantenimiento técnico de la bicicleta. Esta vez, la lleve a un mecánico recomendado por mi amiga Helen, dicen que es un experto en el tratamiento de las bicicletas. Su taller queda en Ciudad Satélite, en la ciudad de El Alto. Con el teleférico, que conecta La Paz con El Alto, nos tomó algo menos de 40 minutos el llevar las bicicletas, hoy por la noche las recogeremos, estoy contando las horas para ver cómo quedó, ya que le pedí a David, el mecánico, que cambie el disco y las pastillas de freno, como también una limpieza general. Siguen faltando detalles, se me terminó el pegamento para los parches de goma, no tengo aceite para la cadena, debo comprar en alguna tienda, espero que el mecánico de bicicletas tenga lo que me falta y por fin podré cerrar la mochila.

Esta vez, no viajará todo mi equipo, se queda Cintia, tiene otros planes para el fin de semana largo y Manuel decidió pedalear por una ruta diferente, recorrerá desde La Paz hasta Cochabamba, ida y vuelta, me hubiera gustado acompañarlo, pero ir por las minas bolivianas tiene, para mí, un atractivo diferente, son lugares que no conozco, Ricardo me dice que hay sitios emblemáticos de nuestra historia, los que vale la pena visitar. Como nos recomendó Cintia, esta no será una carrera de bicicletas, tampoco será una demostración de resistencia, será un recorrido entre amigos, disfrutaremos de la ruta y de la historia que almacena esa zona hermosa de Bolivia, así que nos divertiremos muchísimo, capturando en fotografías todos esos inolvidables instantes que nos esperan por vivir.


viernes, 28 de julio de 2017

Metro y medio

Luces, parrilla, bidones y otros elementos más están en mi lista. No estoy organizando una parrillada, es parte de la lista de materiales que requiero para el viaje en bicicleta de la próxima semana, partiremos desde Oruro y el destino final será Sucre, la capital del país. Nuestro plan consiste en pedalear durante tres días consecutivos, en un promedio de 85 km por día; espero que el tiempo acompañe, aunque estoy seguro de que pasaremos frío, ya que la ruta que seguiremos será aquella que atraviesa las minas de Llallagua, Huanuni y otras.

Me preocupa no llevar lo suficiente e indispensable para el viaje, pero tampoco quiero que exceda un peso tal que, no me permita pedalear cómodamente, dentro lo posible y razonable. Aún no estoy seguro de si llevar los bidones para la bicicleta o cargar la CamelBak. Hace un par de años que no utilizo bidones, pienso que le quitan la belleza a la bicicleta, como manejo una de montaña, la mochila me resulta más práctica. Estuve leyendo en Internet que muchos cicloturistas realizan recorridos liberados de la mochila ya que, tiende a fatigar la espalda, aunque en las salidas largas que realizamos, no tuve problemas, estoy acostumbrado. Mañana haré una prueba, instalaré los portabidones a la bicicleta y veré cómo me siento.

Estuve preocupado por la ropa, los accesorios para la bicicleta y también, le dediqué tiempo a programar mi alimentación; serán tres días y cuatro noches que estaré fuera y no quiero dejar mi nutrición asistida por Herbalife. Si bien puedo llevar en frascos la Fórmula 1 y el shaker que me gané en una de las muchas promociones, he decidido aprovechar la extensa red de clubes que tiene Herbalife en toda Bolivia. Mi amigo Luis, se puso en contacto con diferentes distribuidores independientes y ha logrado contactarme con varios de ellos, principalmente en Oruro, Llallagua y Sucre, aún me falta por confirmar Santiago de Macha, espero que haya algún emprendedor o emprendedora quien tenga un club donde pueda ir a recargar las energías.

El recorrido será interesante, principalmente porque quiero poner a prueba los productos de Herbalife en una situación como ésta, tres días consecutivos de pedaleo, con niveles de exigencia que llegarán hasta superar los 4500 msnm. Mi plan consiste en desayunar en Oruro, la nutrición básica. En Llallagua será cena y desayuno nutricional, espero que en Macha exista un club, caso contrario tendré que llevar la Fórmula 1 sabor Vainilla con Café Late, que es mi combinación favorita, y NRG. Finalmente, en Sucre, iré por un H24. Cuento con unas barras energéticas y también llevaré nueces, uvas pasas, almendras y soya.

Mi amigo Ricardo, creó un evento en Facebook donde se presenta nuestro plan a seguir, la altimetría del recorrido, las paradas que tendremos, todo está muy detallado y le agradezco por ello, ya que no solo mi familia, sino también mis amigos podrán estar al tanto de lo que pretendemos hacer, esto velando por nuestra seguridad. Dios nos acompañe y no permita que nada malo nos ocurra.

Estos últimos tres meses estuvimos practicando mucho con mi equipo, todos los sábados y domingos pedaleamos por diferentes rutas dentro y fuera de la ciudad, generalmente fuera ya que el parque automotor, con el que cuenta La Paz, y las calles estrechas de algunas zonas hacen dificultosa la jornada, ni que decir de aquellos chóferes malhumorados que ven a los ciclistas como un estorbo, ya nos gritaron un par de veces que circulemos por la vereda, hasta ahí llega su ignorancia, si el manejar una bicicleta nos convierte en un vehículo y debemos transitar por la calzada.

Mañana será nuestro último recorrido previo a la aventura de tres días y aún hay varios aspectos de la logística que debemos coordinar. Ricardo, decidió realizar esta pedaleada pidiendo el metro y medio para los ciclistas, y sí, pedimos respeto para todos aquellos quienes salimos muy temprano por las mañanas con el sólo ánimo de disfrutar de la ruta de forma segura. Por favor, si estas detrás del volante y vez a un ciclista, al momento de sobrepasar, regálanos un metro y medio, es por nuestra seguridad. ¡Muchas Gracias! 


viernes, 21 de julio de 2017

Mi encuentro en el tiempo

El fin de semana me encontré en el tiempo, no fue uno de esos encuentros de terapia, ni aquellos de regresión, fue diferente. Me encontré parado sobre la báscula, con los pies descalzos, la mirada al frente y la espalda recta.

No sabía que teníamos una edad biológica y otra metabólica, eso me lo explicaron en el Club de bienestar, al que asisto casi de forma religiosa. En Internet encontré un portal que define a la edad metabólica como la edad real de nuestro cuerpo a nivel fisiológico y es lo que puede hacer diferente a dos personas nacidas en el mismo año, si una mantuvo hábitos de vida saludables y la otra, no. Me conocí con una edad metabólica de 52 años, aunque mi edad biológica era de muy próxima a los 45. Y sí, mi cuerpo tenía siete años más, 84 meses de más, 2555 días de más, un largo tiempo que no lo había vivido aún.

Otro de los objetivos que deseaba alcanzar, cuando comencé con el cambio de hábitos alimenticios asistidos por Herbalife, fue precisamente ese, el de encontrarme en el tiempo, que mis edades metabólica y biológica sean la misma. Pero, no fue hasta después de estos seis meses y semanas que sucediera lo que estaba buscando.

La mañana del sábado pasado, me sentí muy confiado para realizarme la evaluación periódica en el Club. En estas evaluaciones no siempre marqué una pérdida de peso, hubo ocasiones en las que subí, y esas veces me sentí afligido, apenado y triste, aunque Luis trataba de ver el lado positivo, yo me sentía desilusionado. Fueron dos o tres veces en las que me alejé del objetivo, pero aprendí a aceptarlo y a manejarlo en mi favor. Con esos incrementos de peso pude identificar los alimentos que posiblemente me causaron la subida o el consumo de volúmenes inadecuados de algunos de ellos, aprendí a conocer mi metabolismo.

Ese sábado fui al Club y Luis me esperaba con la báscula lista, me subí, miré al frente, puse mi espalda recta y esperé los resultados. Después de unos segundos me dijo: - Bajaste 700 gramos. Para diez días estaba bien, ya voy aproximándome a mi meta, pesar 70 kilos. Pero su tono cambió cuando me dijo: - ¡Wow! ¡Felicitaciones! Tienes 45 años. Sin bajarme de la báscula lo miré y le dije: - Estás bromeando. Por favor, envíame el reporte al Whatsapp. Lo que hizo de inmediato. Y efectivamente, al final del registro pude leer Age: 45.

Con mis nuevos 45 años, decidí realizar otro reto, subir pedaleando hasta el Chacaltaya, una montaña, que por estos días de invierno luce nevada. El Chacaltaya está a 30 kilómetros de la ciudad, quizás no sea mucha la distancia, lo difícil esta en la cantidad de metros que se ascienden dentro de unos pocos kilómetros.

El domingo muy temprano emprendimos el recorrido y después de menos de tres horas de pedaleo llegamos a la cima, a los 5.306 msnm. Fue una experiencia increíble, se siente a la bicicleta, con cada minuto que pasa, con cada metro que se gana, más y más pesada. El corazón late como descosido. En ese primer ascenso nos detuvimos un par de veces, para tomarnos fotografías en el hermoso paisaje que nos rodeaba, con un cielo totalmente azul y el blanco de la nieve que adornaba la carretera accidentada. En realidad, nos detuvimos para retomar fuerzas y continuar con el recorrido, mientras aprovechaba para dar largos sorbos al Camelbak que contenía agua, NRG y Hydrate, mi fórmula mágica.

Tan emocionante como la subida fue la bajada de la montaña, ya que el volver a través de esa estrecha carretera con grietas, hielo y barro, hizo que la aventura sea completa. Cumplí otro desafío que lo tenía postergado, claro ahora me siento más joven, tengo siete años menos.

Hoy es tiempo de preparar mi bicicleta para una nueva aventura, recorreremos con mis amigos algo más de 200 km, en una travesía que nos llevará desde Oruro hasta Sucre. Estos días voy alistando el equipo, y sé que será una experiencia espectacular.

Gracias Herbalife, por este viaje de retorno en el tiempo, volví del futuro para disfrutar de este presente maravilloso, haciendo lo que me gusta, manejar mi bicicleta.

Mis amigos, quienes hicieron esto posible. Luis y Mariana.

martes, 11 de julio de 2017

Más de 100 km en bicicleta


Terminaba el 2016 y con mi amigo Manuel, dimos una vuelta en bicicleta, el recorrido fue corto, desde el Parque de Las Cholas hasta el Molino Andino, por la carretera asfaltada de Achocalla, que son un poco más de 40 km pero con una pendiente retadora. Ese domingo, el ascenso me pareció una eternidad, en los últimos meses había descuidado mi alimentación y pesaba alrededor de 85 kilos, que para mí estatura me define cerca al obeso uno. Al regresar a casa, revisé los registros de Strava y lo que me tomaba, en promedio dos horas y minutos, aquella vez fue muchísimo más, casi el doble. Me sentí pésimo, sabía que tenía un problema de sobrepeso, que sumado al sedentarismo de las vacaciones de fin de año, se volvería en algo más serio. 
Meses antes había intentado retomar un ritmo, no del entrenamiento, sino más bien de salidas en bicicleta, por lo menos una cada semana, pero no lo logré, estaba inmerso en un circulo vicioso, donde mi consuelo era: "que el tiempo no acompañaba para una pedaleada", "que mejor intentaba bajar de peso a través de una dieta milagrosa" o "tengo mucho trabajo, será la siguiente semana". Mi objetivo era perder peso y luego dedicarme con entusiasmo a la bicicleta, pero no podía. Por otra parte, invertí muchísimo dinero realizando varios cambios a mi bicicleta, tratando de aligerar su peso y mejorando su rendimiento, pero yo continuaba sin disfrutarla.
La penúltima noche del año, me comuniqué con Luis Solares, un distribuidor independiente de Herbalife, quien muy gentilmente me invitó a realizar una evaluación. Con una cantidad enorme de dudas y curiosidades fui a visitarlo a su Club de Bienestar, el que queda en la zona de Los Pinos. El lugar es muy acogedor y Luis me explicó acerca de la nutrición y los malos hábitos alimenticios que son las causas de diversos problemas físicos. Después, realizó la evaluación computarizada de mi estado físico y los resultados arrojaron lo que suponía, sobre peso. 
Uno de mis principales temores al momento de seguir cualquier dieta, era el famoso efecto rebote, pero lo que Luis me propuso no era una dieta, sino más bien un cambio de hábitos alimenticios, el cual es asistido con los productos de Herbalife. Para poder probar la solución me ofreció una tarjeta que completaba una suerte de introducción al tratamiento con una duración de tan solo 10 días. La que acepté con gusto.
Al día siguiente, vísperas del fin de año, regresé al Club para mi segundo día y no falté durante los próximos ocho días que duraría ese proceso, ya que el Club de Luis, no cierra ni en días domingos o feriados, ¡trabajan los 365 días del año!
Terminé ese primer ejercicio de diez días y me realizaron una nueva evaluación, y grande fue mi sorpresa al ver que había logrado bajar cerca a tres kilos, me sentí muy bien y decidí continuar con la nutrición. Durante los siguientes meses seguí adquiriendo las tarjetas prepago para diez días; volví a pedalear, regresé a los entrenamientos de bicicross y al cabo de 90 días había perdido cerca de diez kilos, me sentí fenomenal porque volví a disfrutar del deporte que me apasiona. 
Este último fin de semana fue espectacular, salimos con mi equipo de ciclismo, porque ahora ya tengo un equipo para entrenar, no somos profesionales pero, nuestras salidas son planificadas, y dentro del plan estaba recorrer más de 100 kilómetros en bicicleta en una sola salida, lo que llamamos Gran Fondo. La del fin de semana no era la primera vez que recorría 100 km, ya lo habíamos hecho el mes anterior, en esa oportunidad fueron 50 km de ida y 50 km de vuelta, pero el domingo pasado fueron 100 km de una. El recorrido fue desde Ciudad Satélite en El Alto, hasta la localidad de Patacamaya, a través de una carretera asfaltada.
Esta salida fue especial para mi, ya que, el año pasado, fuimos a Calamarca, una población intermedia entre La Paz y Patacamaya, más o menos a 40 kilómetros de distancia, y en aquella ocasión fui el último en llegar, me sentí apenado por el tiempo prolongado que mis amigos tuvieron que esperar. El retorno, prácticamente lo realicé solo y mientras mis compañeros ya estaban en sus casas yo continuaba pedaleando rumbo a la mía. Casi un año después y con 13 kilos menos, volví a recorrer ese camino, con los mismos compañeros y las mismas bicicletas. No me desprendí del grupo, seguí su ritmo durante varios kilómetros, pero en los últimos cinco decidí adelantarme, cambié las cajas y gané velocidad, fui el primero en llegar a Calamarca, cruce la señalización y levante el brazo, hice con la mano un puño y golpee el aire frío del invierno paceño. Había logrado algo que hace algún tiempo atrás era una misión imposible. Esperé algunos minutos a mis amigos, quienes fueron llegando de a poco; después de reagruparnos volvimos a la carretera, aun quedaban varios kilómetros por delante.
A medida que pasaban las horas, me aproximaba a la meta, al final fueron 4 horas y segundos que nos tomó llegar hasta Patacamaya. No sé si es un tiempo largo o corto, lo importante para mi fue que logré un objetivo, gracias al asesoramiento nutricional de Luis y gracias a mi equipo de ciclismo con quienes comparto las rutas y sobre todo me divierto.
Sé que aún debo perder algunos kilos más, pero me alienta saber que recorrí un gran camino.
¡Gracias Herbalife!

martes, 6 de diciembre de 2016

Volver al Strava

Hoy me llegó un email de Strava, me invitaban a revisar mi año con la bicicleta, no me di tiempo para leer el contenido, directamente lo borré. Este año no fue de los mejores, comencé con mucho ánimo, tratando de superar ese miedo inicial que uno tiene al transitar por las calles paceñas, ese miedo que a medida que se van recorriendo kilómetros va disminuyendo lentamente, aunque nunca desaparece. Enero, febrero y marzo fueron buenos, cumplí con los retos que Strava publicaba, todo estaba bien, la bicicleta con algunas pequeñas dificultades mecánicas, pero bien. Ya para el segundo trimestre la cosa se complicó, la medicación para contrarrestar la gastritis degradó mi ánimo, y entré en un estado de letargo, así permanecí gran parte del año, una que otra salida esporádica. Por agosto, Intenté llegar al Chacaltaya, pero aún no estaba listo, abandoné a la mitad del trayecto y la bicicleta ya comenzaba a pedir atención, con ruidos extraños que se emitían al pedalear. El día del peatón acompañé a unos amigos hasta Calamarca, 140 km de pedaleo, lo logré pero me duró una semana reponerme. Intenté Tahupalca – Molino Andino, antes del Yolosa la Cumbre, del que no participé, y tampoco lo logré, me quedé en Mallasa. Ese fin de mes llevé mi bicicleta al mecánico y yo fui al doctor para mi evaluación, me sentía mejor, pero la bici no, requería partes o un reemplazo de todo el sistema de tracción. Una tienda cochabambina que contacté por Internet, tenía la solución, pasar del Shimano Acera al Deore, pasar 3x8 a un 3x10, sonaba tentador, aunque el precio desalentador. Estuve un mes con esa duda, y mientras me decidía, volví a la rutina del Spinning; comencé a ver vídeos de entrenamiento y a leer algunos libros, pero aún no me sentía listo para volver a las carreteras. A inicio de octubre me llamó el vendedor, preguntando si aún estaba interesado en el Deore, le dije que sí y realicé el depósito, a los dos días estaban los repuestos en casa y listos para ser instalados. Con la ayuda de un técnico amigo pude concretar el cambio tecnológico y ese fin de semana, salí nuevamente a pedalear, nuevamente los miedos, pero esta vez ganaron las ansias, los deseos de sentir una pasión. Es noviembre, aumenté la frecuencia del Spinning, lástima que Strava no lo registre, pero ya me sentía mejor y fui un par de veces a Pongo, desde Kalajahuira. Hace dos semanas leí la convocatoria tradicional de fin de año, pedaleo hasta Copacabana. Ya son dos años que no llegó a Copacabana pedaleando, sea por fallas mecánicas o físicas, pero no he vuelto a completar el recorrido, pero más me sorprendió la cantidad de ciclistas que querían participar, hasta el martes eran 60 y para el día domingo bordeamos los 100. El recorrido hermoso, como siempre, la carretera vacía, solo el ruido de las cubiertas contra el asfalto, el espléndido lago Titicaca a la derecha, fenomenal, fueron tres horas intensas, un muy buen tiempo para 70 km desde la escuelita de Achacachi hasta Tiquina, aunque los últimos tres kilómetros tuve que pedalear contra el viento y la lluvia, esa lluvia que nos impediría cruzar el estrecho y continuar con el camino hacia el Santuario de Copacabana. Cierro este 2016 sin poder completar el recorrido, aunque muy feliz, por encontrar lentamente mi ritmo, en sentir que el cambio de sistema mecánico fue el acertado y sobre todo de poder superar, de a poco, ese letargo en el que te sumerges después de tantos meses de inactividad. Espero volver a pedalear este fin de semana, ya casi comienzan mis vacaciones y tengo planes de volver a la pista de BMX, volver… volver… y volver.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Alarma de proximidad de vehículos

Me gusta pedalear, disfruto de pedalear pero pedaleo muy de mañana por mi seguridad. Lamentablemente La Paz, es una ciudad que aún carece de educación vial; los ciclistas somos vistos, por la mayoría de los chóferes, como personas quienes invadimos su espacio, es así que, se aproximan con sus automóviles, nos cierran el paso, tocan sus bocinas y hasta nos gritan indicando que la calzada es sólo para vehículos y que la acera es para las bicicletas, una idea totalmente equivocada.

El año pasado sufrí un accidente, con mucha suerte, esa mañana me encontró un vehículo que sobrepasaba el límite de velocidad y me golpeó, lanzándome al pavimento, gracias a Dios no pasó otro automóvil por detrás, pero lo más triste fue que el conductor no se detuvo tras el incidente, simplemente siguió su camino. Esto sucedió a tan solo metros de una estación de Policía, los uniformados tampoco hicieron nada al respecto.

Me esta costado superar el incidente, aun pedaleo con temor, trato de ir por lugares menos transitados o me uno a las pedaleadas que planifican mis amigos ciclistas, también mi familia se vió afectada, y sé que se preocupan cuando demoro en mi retorno.

Hace un par de meses, leí un artículo en Internet, sobre los sistemas de alarma de proximidad para motocicletas, dispositivos que se utilizan principalmente en las competencias a campo traviesa, como es el Dakar, y es a través de estos equipos, que se informa al piloto sobre la cercanía de un vehículo y que debe hacerse a un costado para evitar un accidente. Inspirado en ese artículo, decidí diseñar un sistema que cumpla con un objetivo similar, indicar la proximidad de un vehículo cuando el ciclista se encuentre pedaleando en una calle, avenida o carretera.

Durante varias semanas estuve diseñando, programando y ensamblando mi primer prototipo, el cual constaba de un sensor ultrasónico, que brinda una cobertura de 5.5 metros y un microcontrolador el que estaba encargado de generar las alarmas, no funcionó de forma correcta, faltaba más precisión, los reportes eran aleatorios y otros inconvenientes, entonces recurrí a una pequeña placa Arduino y para poder verificar el funcionamiento mientras pedaleaba, acoplé un módulo Bluetooth, y a través de este enlace inalámbrico podría conocer la distancia de un vehículo en la pantalla del celular.

Fueron varios días de pruebas, corrección de errores, cálculos y recálculos los que me llevaron al prototipo funcional que tengo ahora, además, desarrollé una aplicación para el celular, por ahora, solo disponible en equipos con sistema Android, donde no solo se despliega la distancia del vehículo próximo sino que también, se envía una alarma sonora al audífono, esto es muy útil para aquellos ciclistas quienes escuchan música mientras realizan sus recorridos. Un amigo me escribió indicando que sería bueno que el dispositivo tome una foto, quizás lo haga más adelante.

El fin de semana saldré a pedalear con el prototipo instalado en mi bicicleta y en algunos días más, construiré otros dos dispositivos para entregarles a mis amigos de ruta, con el objetivo de que puedan probarlo, deseo conocer sus impresiones y recomendaciones, las que me ayuden a mejorar el prototipo y contar con un equipo óptimo que nos alerte de la proximidad de vehículos, y de esta manera, retirarnos de su paso, tratando de evitar algún accidente en la carretera.