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martes, 14 de noviembre de 2023

Noches de insomnio

En lo más profundo de la noche, una voz se arrastraba a través del éter como un fantasma melancólico de aquellos gloriosos días de la radio. Ese pequeño rincón en el mundo, un estudio totalmente desgastado y únicamente decorado con recuerdos del ayer, con el paso del tiempo se convertía en un santuario dedicado a la música que alguna vez unió corazones y mentes a través de distancias inimaginables.

La voz de Samuel resonaba envolviendo la ciudad inmaterial con las melodías de épocas doradas y las anécdotas más inesperadas. Era un locutor de radio, de aquellos que la gente pensaba que ya no existían, viajero en el tiempo a través de ondas electromagnéticas, guardián de los secretos de las estrellas de rock y confidente de los insomnes. Su bunker musical estaba adornado con vinilos de antaño y carteles de conciertos legendarios. Desde aquel lugar emblemático de la radio, que hacía de cápsula del tiempo tejida de melodías ya casi olvidadas, transmitía su programa "Noches de Insomnio".

Cada noche, este disc jockey inmortal navegaba por tormentas hertzianas de nostalgia, desafiando a una modernidad implacable que amenazaba con eliminar su legado, a medida que sentía que sus jóvenes oyentes ya no se congregaban devotamente alrededor de la radio. La disruptiva tecnología les había dado alas para explorar universos de música en la palma de sus manos, dejando a Samuel predicando en un templo cada vez más vacío.

A pesar de que el desfile digital marchaba inexorablemente hacia adelante y la audiencia que una vez había confiado en él empezó a desvanecerse, como estrellas fugaces que desaparecen en el firmamento, el alma del locutor estaba envuelta en los compases de clásicos que resonaban en su estudio sonoro como himnos de tiempos más simples, cuando las personas todavía creían en la magia de la radio.

Samuel había visto nacer y morir emisoras, pero siempre supo mantenerse en la cima de la noche con su programa radiofónico. Sus conocimientos musicales eran tan profundos que podía recitar el historial de cada banda o artista como si hubiera sido parte de su familia. En aquel momento de gloria, para los jóvenes él era un gurú y para los más veteranos un compañero de nostalgia. 

Como el cambio es la única constante, y a medida que el torrente de la modernidad arrasaba con todo, los servicios de streaming plantaron bandera en el reino de la música. Spotify, Apple Music y Deezer, entre otros, se convirtieron en los guardianes de infinitos catálogos digitales, siempre disponibles con tan solo pulsar en una diminuta pantalla. Las listas de reproducción personalizadas suplantaron cuidadosamente los programas producidos con la meticulosidad de un orfebre y la inmediatez venció al deleite de esperar la elección sorpresiva del locutor.

La joven audiencia de Samuel comenzó a encogerse como un elástico en reposo. Las estadísticas no mentían; sus fieles oyentes envejecían con él, y las nuevas generaciones casi nunca recurrían a la radio, ni en busca de nostalgia eventual, ni por el encanto a lo vintage. Con cada susurro de estática o minuto de silencio en la línea telefónica cuando los invitaba a llamar, sentía el peso de un mundo cambiante presionando contra la puerta de su cabina. La dura realidad amenazaba con sofocar la chispa de su pasión, dejándolo a la deriva en un mar de olvido e irrelevancia. Pero Samuel era un luchador, un amante de la música dispuesto a reinventarse. No se rendiría ante la primera señal de obsolescencia. Incluso en la tormenta perfecta, hay destellos de oportunidad, se repetía.

Fue esa chispa indomable de resiliencia la que encendió una llama que iluminaría una nueva senda. Samuel entendió que si se aferraba solo al pasado, se desvanecería junto con las memorias que tan celosamente guardaba. Era necesario evolucionar, unir el brillo de lo antiguo con la promesa de lo nuevo. Así, comenzó su metamorfosis.

Empezó a enlazar su programa con las redes sociales, integró el streaming a su emisora, creando lo que llaman un hashtag que se convertía en tendencia. Llevó a "Noches de Insomnio" a los podcasts, creó listas colaborativas en las plataformas, invitando a sus oyentes a ser parte de la programación, enfrentando de esta manera a ese fenómeno que retaba su existencia aunque también le ofrecía una tabla de salvación en este caótico mar digital. Entrevistó a esos influencers, a aquellos que con un pie en el pasado y otro en el futuro hilvanaban la vieja escuela y la nueva era.

Compartió la historia detrás de cada canción en las redes sociales, insuflando vida en las melodías anticuadas con anécdotas contemporáneas. Transformó su venerable programa en un podcast que podía ser descargado y disfrutado en cualquier momento, en cualquier lugar, por cualquier alma errante en busca de conexión. Estableció alianzas insospechadas con las plataformas de streaming, y así, el pasado y el futuro encontraron armonía.

La batalla por capturar y retener la atención del público juvenil fue ardua, y a veces dolorosa, pero con cada película de época que romantizaba su oficio y con cada adolescente que descubría un clásico gracias a su recomendación, Samuel sentía que había ganado algo. La lucha fue larga y llena de obstáculos, pero con su voz infatigable y su corazón encendido por la música, comenzó a ver cómo las nuevas identidades digitales dejaban de ser extrañas y se convertían en aliadas.

Lentamente, las lluvias de soledad comenzaron a ceder ante el creciente número de quienes descubrieron o redescubrieron "Noches de Insomnio". Una nueva generación, armada con su pasado y hambrienta de su sabiduría, empezó a escuchar. La radio, su gran amor, había resistido y evolucionado, donde su voz digital se mantendría inmortal como el guardián de la noche, un cronista de lo intemporal. Las generaciones pueden cambiar, los medios pueden transformarse, pero la magia de conectar a través de la música será atemporal. 



sábado, 2 de enero de 2021

INTI PHAXSI

Dejé la mochila en la silla de mi habitación y busqué a mi mamá para saludarla después de una larga mañana de clases. Transcurría la primavera de 1989 y se aproximaban las vacaciones finales. Subí a la terraza y encontré a mi mamá con sus quehaceres que nunca le faltaban.

—Llamó tu tía y quiere que vayas a visitarla a la radio esta tarde. —Me dijo.

No podía creer que finalmente me hubiera llamado, durante varias semanas estuve intentando conocer la radio y finalmente había llegado la oportunidad de ingresar a una cabina de locución.

Terminé de almorzar y rápidamente me preparé para llegar puntual a la radioemisora donde mi tía era la propietaria. No recuerdo los detalles, solo me veo sentado a lado de mi tía con el micrófono cerca de los labios y ella diciéndome:

—Tranquilo hijito, solo invita a que escuchen la próxima canción.

Sentí un nerviosismo extremo, la voz no salía de la garganta, el calor me invadió el cuerpo y seguramente dije algo parecido a una presentación.

Mi tía sintió aquel intenso nerviosismo y creyó que no estaba preparado para hablarle a su amplia audiencia y esa tarde prefirió que vaya a ordenar los discos y las cintas almacenadas en la discoteca. 

Regresé a la radio un par de veces más para colaborar con los discos de vinilo en el tornamesas o cambiar las cintas enormes que contenían la publicidad. Al año siguiente empaqué mis cosas y dejé la ciudad para continuar con mis estudios universitarios. Nunca más volví a una cabina de radio.

Con el paso de los años mi gusto por la radio no cambió, la llegada de los teléfonos celulares conectados a Internet abrió una nueva posibilidad, la de escuchar radioemisoras no solo locales sino también internacionales.

Una de las aplicaciones que frecuentemente uso es TuneIn y creo que es la que más radioemisoras concentra en su plataforma. Con esta app, puedo escuchar programas emitidos desde Argentina, España, el Reino Unido o de otro país. Mientras viajo en el teleférico escucho música en el Spotify o algún programa de actualidad en la “radio” del celular.

En los últimos años las plataformas de streaming comenzaron a capturar más visitantes a través de programas grabados, aquellos denominados podcast. Recuerdo que ese término lo escuché por primera vez cuando presentaron un nuevo servicio, uno para los iPods. En un pequeño iPod se podía almacenar una cantidad de canciones bajo un formato establecido por la marca de la manzana, pero vieron que también podían portar grabaciones, es así que difundieron este nuevo género, los programas de radio para iPod, de ahí el término podcast.

Con la declaración de la emergencia sanitaria en todo el mundo, muchos comenzamos a explorar nuevas actividades, en mi caso fue dedicarle un tiempo adicional a la lectura, a la escritura y porque no, a la radio aunque no en su versión pura sino más bien en este nuevo formato.

Investigué en la red acerca de recomendaciones para grabar un “buen” podcast. El micrófono capacitivo, la tarjeta de sonido, la consola de audio, un conjunto de equipos y software eran necesarios. Realicé algunas pruebas, aprendí a editar y mezclar pistas en el Audacity, uno de los programas más utilizados para este rubro, pero consumía mucho tiempo la grabación, edición y difusión de un programa.

Estuve tentado a comprar una consola de audio, una pequeña, con la que pueda grabar a dos personas conversando sobre algún tema en particular y nuevamente las complicaciones acerca de la salida de la consola que debía ser digital y no analógica, que el micrófono debía tener un conector tipo cannon y no jack de 3.5.

Una noche mientras me preguntaba si no existiría una aplicación para el celular que me permita grabar una conversación y que esta pueda ser editada en el mismo equipo para luego ser distribuida a las plataformas de streaming. Encontré Anchor.fm.

Anchor es una aplicación de Spotify cumple con todo lo que se requiere y necesita para incursionar en este mundo del podcast. Con Anchor se puede grabar una conversación entre varias personas, claro está que todas ellas deben tener instalada la app en sus celulares (disponible para iOS y Android). Una vez concluida la grabación es posible agregar música de fondo y la misma aplicación tiene disponible una larga lista para su uso. Finalmente, permite la difusión en diversas plataformas especializadas. Anchor es simplemente espectacular.

Es así como surgió “Inti Phaxsi”, un conversatorio semanal sobre temas de actualidad y relevancia basados en libros y series de TV. Definitivamente, la radio me apasiona y este nuevo formato me encanta, espero que lo disfruten escucharlo, tanto como nosotros lo disfrutamos al momento de grabarlo.