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martes, 1 de febrero de 2022

EL OXÍGENO MEDICINAL

El fin de semana antes de la Navidad, mi hermano comenzó a presentar los primeros síntomas de un posible contagio por Coronavirus; ese dolor de cabeza, aquella molestia en la garganta, un poco de fiebre. Creyó que se trataba de una gripe estacionaria y la primera medicación fue la tradicional, tomar un té caliente, algo para aplacar el dolor de cabeza y mucha paciencia. No mejoró.

Para el lunes el cuadro había empeorado, la fatiga respiratoria era evidente, fue entonces cuando decidió ir a la evaluación médica en una clínica privada de la zona de San Jorge. Al haber retornado de la Argentina hace algo más de un mes, aún su seguro médico internacional estaba vigente y la clínica a la que acudió era la autorizada para prestarle la asistencia requerida.

El resultado de la evaluación fue lo que sospechaba, aunque contaba con la doble dosis de la vacuna Astrazeneca, se había contagiado del virus. Le recetaron lo mismo que al resto de los pacientes, ahí hubo una primera falla, mi hermano presenta una enfermedad de base y considero que la medicación debería estar en relación a su historial médico. 

Desde el lunes cuando identificaron algunas manchas en sus pulmones hasta el día jueves que se procedió con su internación, se mantuvo aislado cumpliendo con la recomendación médica. Sin embargo, cada hora que pasaba sus fuerzas disminuían y aún con la asistencia privada de una neumóloga, no lograron estabilizar su nivel de oxigenación. Dada la criticidad y gracias a las gestiones efectuadas se lo pudo ingresar en el hospital municipal de La Portada.

Pasamos varios días en la puerta del hospital tratando de conocer la evolución de mi hermano y que de acuerdo a los partes médicos se encontraba estable. Diariamente solicitaban la compra de algunos remedios, los que logramos adquirir en las farmacias locales con algo de dificultad.

Fue una Navidad triste la del pasado 2021, mi hermano internado, mis papás totalmente angustiados y sin un reporte médico que nos indique cuánto tiempo más estaría internado. Hace mucho que mi familia no se reúne completa en la mesa, ya que todos los hermanos recorrimos nuestros caminos y resulta casi imposible que nos volvamos a encontrar en el hogar familiar. Esa Noche Buena, me quedé a acompañar a mis papás por algunas horas más.

Pocos días antes al Año Nuevo mi hermano ya no pudo soportar el estar dentro del hospital, como se trata de un profesional en traumatología, le realizaron todas las valoraciones y logró el alta correspondiente, bajo su responsabilidad médica. Quizás ahí también cometimos otro error, debimos esperar algunos días más. En la última valoración que le efectuaron, antes de salir del hospital, aún presentaba la existencia del virus.

Cuando el año terminaba, con mi hermano en casa, tomamos un té y comimos algunos bizcochos que mi madre había encontrado cerca del hospital. Se lo veía muy bien de semblante, respiraba con casi normalidad y tenía un tanque pequeño de oxígeno como respaldo frente a una eventual falta de aire.

De ese fin de semana hasta el siguiente jueves presentó un nuevo decaimiento, requería nuevamente del soporte de oxígeno. No recuerdo en qué momento mi papá llevó un enorme tanque con el gas medicinal, pero este ya se encontraba en la habitación de mi hermano y le servía para recuperar el aire.

Del jueves al domingo la situación se volvió crítica, pasó de esa capacidad que tenía para caminar, subir las gradas y cumplir con sus ejercicios de rehabilitación, a nuevamente estar postrado en la cama. Le habían suministrado una serie de fármacos que le ayudarían a combatir la neumonía, creímos que esos medicamentos de alta potencia eran los causantes de esa recaída.

Con una enorme angustia internamos a mi hermano en una clínica privada de la zona de San Pedro. El diagnóstico inicial indicaba un alto compromiso de sus pulmones y se manejaba una posible reinfección o nuevo contagio por Coronavirus. Esa mañana del lunes ingresó a terapia intermedia y todos nos quedamos con una sensación de tristeza e impotencia ante lo que estaba ocurriendo.

La clínica en la que logramos internarlo nos ofreció toda su colaboración ya que no pudimos regresar al hospital de La Portada porque la ciudad enfrentaba la cuarta ola y todas las camas habilitadas se encontraban ocupadas. En esos primeros días del año todos los nosocomios se vieron superados por la cantidad de pacientes infectados por una variante nueva del Coronavirus.

Pasaron diez días aproximadamente, en ese tiempo mi hermano fue recuperando nuevamente su vitalidad y una noche me envió por WhatsApp con una foto de su PCR que mostraba con letras grandes la palabra: Negativo. Lo celebramos ya que en pocos días lograría nuevamente el alta médico. 

De regreso en casa, conversamos sobre lo ocurrido, lo note más tranquilo y de muy buen semblante. Me comentó mi mamá que días después inclusive fue a jugar con su perro, el que lo acompaña desde que vivía en Buenos Aires. Todo parecía que estaba superado.

Este pasado viernes, cuando hablé con mi papá, con tristeza me informó que mi hermano no había podido dormir la noche anterior y pese a que el doctor le había recetado una pastilla para dormir, no lo había conseguido. La falta de sueño le estaba generando una subida en su frecuencia cardiaca, lo que ocasiona mayor ansiedad y entró en un círculo vicioso peligroso. Llegó al punto de depender tanto del oxígeno medicinal que le era casi imposible mantenerse sin ese suministro.

No entendíamos lo que estábamos haciendo mal, en las dos oportunidades que dejó el hospital y la clínica, lo encontrábamos bien pero en un lapso de tres a cuatro días nuevamente decaía. En algún momento pensé que había algo en la habitación, en la cama o en las mascotas que ocasionaron esa desmejoría.

Todo el domingo por la tarde me quedé con él, estuve sentado a su lado mientras veía como dormía después del almuerzo escaso que comió. No entendía a qué se debía aquel decaimiento, hablé con un par de médicos quienes recomendaron evaluaciones más rigurosas y el apoyo psiquiátrico para combatir las alucinaciones que presentó en las noches pasadas.

Me despedí con tristeza aquella tarde lluviosa de finales de enero, le pedí que no se rinda, que la vida debía continuar, pero lo sentí tan decaído y casi sin ánimos. Me dolió muchísimo verlo en esa situación.

Llegué a mi departamento, encendí una vela pidiendo por su recuperación, oré por su bienestar y salud. Aquella noche dormí temprano pero de forma intermitente. 

Por la mañana recibí un mensaje, pensé lo peor, me arme de valor y lo leí.

Hola! Dormí muy bien anoche.

Di gracias a Dios y luego hablé con mi mamá, quien me comentó que la noche anterior llamaron a la empresa encargada del suministro del oxígeno medicinal y el operador responsable del reabastecimiento se opuso a la recarga porque el tanque de oxígeno que mi padre había alquilado se encontraba en deterioradas condiciones.

Una semana atrás mi otro hermano había dejado un tanque nuevo de oxígeno, pero no contaba con el suficiente gas, fue ese tanque que les sirvió para el reemplazo. Esa noche mi hermano logró dormir, no tuvo las alucinaciones de las anteriores, presentó niveles de saturación acorde a su proceso de rehabilitación.

Cuándo me preguntaba, ¿qué estamos haciendo mal? pues era eso, suministrarle oxígeno contaminado por encontrarse en un tanque que no contaba con la certificación para su uso, estaba inhalando oxígeno mezclado con todo aquel óxido que se encontraba en un tanque viejo. Aunque el recargado del gas medicinal pudiese provenir de un sistema totalmente garantizado al momento de ingresar en el tanque deteriorado simplemente se volvía tóxico.

Gracias aquel técnico quien se opuso a efectuar una recarga en un tanque sin garantías, gracias a esa persona con altos valores, gracias a su asistencia en el momento adecuado logramos identificar el problema.

Ayer publiqué en mi cuenta de Twitter un par de mensajes que hacen referencia a esa empresa que comercializa el oxígeno medicinal en tanques no aptos, que son antigüos y no presentan el mantenimiento técnico necesario. Espero que quienes estén atravesando la enfermedad y requieren del oxígeno medicinal, puedan proceder con la revisión de los datos que tienen los tanques que alquilan, para estar seguros de lo que están respirando y no pasen lo que mi hermano vivió.

Una denuncia puede ayudar con el objetivo de precautelar a la población pero las instituciones llamadas a efectuar una revisión sobre el estado en el que se encuentran los tanques de oxígeno medicinal comercializados por estas empresas son el Servicio Departamental de Salud - SEDES La Paz y el Viceministerio de Defensa al Consumidor, dependiente del Ministerio de Justicia. Espero que efectúen su tarea.

Gracias a Dios, hoy mi hermano se encuentra en franca recuperación y pido de corazón pueda superar muy pronto esta difícil prueba.




miércoles, 26 de agosto de 2020

Mis temores

 “Este año estoy viviendo todos mis temores.
 Lo bueno de esto es que, dejarán de ser temores”.

RM

Todos comenzamos este 2020 con abrazos, besos y buenos deseos. Aunque atravesaba una crisis emocional, decidí que este año sería diferente, que traería prosperidad y salud.

No vale la pena recordar los primeros brotes del coronavirus, la cuarentena estricta (cuarentena flexible, encapsulamiento y otras gamas de distanciamiento social) o las curvas de contagio. Para mí, todo comenzó durante los últimos días de junio.

Desde el mes de enero hasta casi terminar junio viví en la casa de mis papás, agradezco a Dios por esos días que estuve con ellos. El último viernes del sexto mes concreté mi mudanza a este departamento que hoy habito. Esa mañana cuando mis padres me acompañaron con mis maletas, sentí una tristeza al despedirnos, creí que era por los meses que habíamos convivido. Quedé con mi madre en vernos el lunes, que iría por su casa y almorzaríamos juntos. Hasta el día de hoy, no es posible que podamos cumplir esa promesa.

Ese domingo, escribí un mensaje en la cuenta de Whatsapp de mi mamá: “Mañana dejaré el auto en la casa, después del trabajo pasaré a visitarte”. No me respondió. Al cabo de un par de horas recibí un mensaje de mi hermano: “Llamé al celular de la mamá y no me responde, ¿sabes dónde está?”. Eran las 21:30 y mis papás no podrían haber salido de la casa, llamé al celular de mi padre, no obtuve respuesta. Llamé al celular de mi madre, tampoco obtuve respuesta. Comenzó la preocupación que hasta hoy, no termina.

Cerca de las 10 de la noche mi otro hermano me escribió un mensaje: “La mamá está en emergencias”. Se me congeló el alma.

Fui a Emergencias en mi automóvil, no cuento con la autorización para la circulación vehicular en fines de semana pero no me importó, llegué al hospital en unos cuantos minutos, busqué a mi padre quien estaba sentado esperando, mi madre había sido evaluada y creían que tenía una distensión abdominal, le aplicaron enemas pero ella se quejaba por el dolor que le causaban. Nunca había escuchado unos quejidos tan desesperados, suplicaba por que le calmaran el dolor en la zona de la espalda.

Al ver que no superaba la crisis, decidieron tomar una placa radiográfica y comenzaron a manejar otro diagnóstico: Posible presencia de cálculos en las vías urinarias. O algo así entendí. Llamaron a mi padre para que firme la autorización de internación.

Con muchísima preocupación acompañamos a mi madre hasta el piso 8 del hospital, lugar donde le asignaron una habitación, se quedaría hasta que supere el malestar. Dos meses después, continúa en el piso que le asignaron aquella primera vez.

El lunes después del trabajo fui a visitarla, la vi con un mejor semblante, hablamos un poco, aún le dolía la espalda pero pude percibir que su estómago estaba muy hinchado, le pregunté si había comido algo y me dijo que no. Pensábamos que el hinchazón se debía a una intoxicación gástrica (no conozco los términos técnicos o apropiados), le suministraron otras dos enemas durante el día y nos dijeron que para el miércoles estaría ya de vuelta en casa, no fue así.

El martes desperté inquieto, no lograba concentrarme en lo que hacía, para las 10 de la mañana me llamó mi padre indicando que había recibido una llamada del hospital donde le indicaron que mi madre había tenido una recaída y se encontraba muy delicada, que el doctor a cargo quería hablar con él. Rápidamente salí del departamento y fui hasta el hospital.

Mientras conducía me puse en contacto con un par de médicos quienes al conocer la noticia se movilizaron y lograron acceder al diagnóstico: Aneurisma abdominal de aorta.

Desde el día domingo mi madre estaba perdiendo sangre, cada minuto que pasaba la sangre se le fue acumulando en la región baja de la espalda; el dolor que causa este aneurisma es uno de los peores que puede experimentar una persona. 

Por cerca de cuatro días el doctor a cargo solo le suministró Morfina, cada 8 horas. Vi como ingresaba la enfermera portando una jeringa con el fármaco, luego fueron dos jeringas. El contar todo lo que tuve que hacer para que mi madre logre ingresar a un quirófano y pueda recibir una prótesis me llevaría decenas de hojas. Gracias a Dios logramos que la operaran. 

Durante las ocho semanas después de esa operación mi madre pasó de terapia intensiva a terapia intermedia, le contagiaron COVID-19 en el mismo hospital, ahora se encuentra en una habitación a la espera de que un proceso administrativo concluya y puedan realizar una punción para extraerle un coágulo de sangre que tiene alojado cerca del riñón.

Hace 14 días mi padre fue diagnosticado con COVID-19. Él padece de diabetes mellitus tipo 2 e hipertensión arterial. Por medio de una prueba rápida pudimos identificar el cuadro viral, inmediatamente lo llevamos al hospital donde confirmaron la prueba casera, le tomaron una placa del pulmón y descartaron algún daño inicial. Contratamos a una doctora quien por vídeo conferencia realizó el seguimiento diario a través del reporte de las medidas del nivel de saturación de oxígeno, frecuencia cardíaca, presión y glucosa. Fue una semana horrible.

Mi padre aún continúa aislado, este viernes se le practicará una nueva prueba para verificar la presencia de anticuerpos. A mi madre no pudimos verla por casi quince días, gracias a la intervención Divina, un lunes por la tarde pude ingresar al hospital, fue enorme su alegría al verme. Sentí que mi corazón se paralizaba al oír su débil voz.

Son más de 60 días que despierto por las noches y no logro dormir, son 10 semanas que mantengo un nudo en el estómago, hay instantes en los que me cuesta mucho pensar pero debo seguir adelante. Quizá por ser el primogénito, mi familia decidió que debo hacerme cargo de esta situación, ahora todo lo que hago es pensando en su bienestar.

Desde que tengo uso de razón le temí a los hospitales, le temí a la muerte, le temí a la pérdida de mis padres. Hoy esos temores dejaron de serlo porque dormí en la sala de un hospital, porque vi a la muerte y sentí su fría mano. Sé que no estoy solo, nunca lo estuve. 

Aún nos queda un camino por recorrer pero tengo Fe que con la bendición de Dios mi madre volverá a casa para gozar de la compañía de mi padre y sus hijos.

Así sea. 

Gracias a mis amigos quienes donaron sangre para mi madre, gracias a mis hermanos médicos quienes estuvieron brindándome su asesoramiento y hasta consuelo, gracias a todos por sus llamadas y sus mensajes de apoyo.

Gracias, gracias… gracias.