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jueves, 20 de enero de 2022

El abierto de Australia

El pasado lunes por la noche, estuve paseando por la grilla de canales de televisión que ofrece la compañía proveedora del servicio y quedé atrapado con los encuentros correspondientes a la primera ronda del Australian Open.

El Abierto de Australia, de acuerdo a Wikipedia, es el primero de los cuatro torneos oficiales que forman parte del Gran Slam de tenis. El complejo deportivo de Melbourne Park, en la ciudad de Melbourne, es el epicentro de la competencia que se desarrolla durante el mes de enero.

Por los horarios en los que se transmiten los partidos es posible verlos, siempre y cuando no tengamos inconvenientes con una noche prolongada, ya que los canales de televisión, encargados de transmitir el evento, dedican más de ocho horas de trabajo ininterrumpido a la cita deportiva.

El año pasado, en plena pandemia, se aplicaron estrictas medidas de bioseguridad lo que se fue replicando en el resto de los torneos mundiales que lograron efectuarse en plena crisis sanitaria. Una de esas medidas establecía que los partidos sean jugados sin público, algo que obviamente le quitó el encanto. Supongo que no se debe sentir lo mismo jugar un gran torneo sin la presencia de los fanáticos, quizá sea como una obra de teatro sin espectadores.

Cuando tenía 12 años, recuerdo que para esas vacaciones de fin de año, mis papás me inscribieron al club de tenis de la ciudad. Fue tan repentino que no les dio el tiempo para que me compraran una raqueta y tuvimos que recurrir a uno de mis tíos, quien con mucho gusto me prestó la suya.

Esa mi primera raqueta era de madera, pesadísima y algo retorcida, lo que no me importó, me sentía muy entusiasmado por salir a jugar.

La cancha del club era de polvo de arcilla, no sé si todas las canchas de arcilla son así pero en aquella, se pulverizaban ladrillos con la ayuda de una pequeña aplanadora, supongo que tardaban varias horas para poder lograr convertir los pedazos de ladrillo en polvo y luego compactarlo para distribuirlo uniformemente sobre el terreno.

El entrenador era una persona algo tosca con quienes éramos benjamines en el deporte, en algún momento sentí que no quería a los nuevos alumnos, que prefería entrenar y practicar con los antiguos y más experimentados. En esa clase inicial, el parco entrenador tomó un marcador y trazó una línea que atravesaba mi mano derecha, cruzaba entre los dedos pulgar e índice, para terminar en el mango de la pesada raqueta de madera. La línea servía para señalar la posición que debería tener la raqueta al momento de sujetarla.

Terminadas las clases, podíamos jugar un partido entre nosotros y en aquellos encuentros preliminares no sabía como era el conteo de puntos, tampoco nadie me enseñó, solo escuchaba 15 - 0, 30 - 0, 40 - 0, ¡juego! Después de varios partidos perdidos entendí que seis juegos ganados hacen un set y dos o tres sets ganados hacen al vencedor del partido. Me preguntaba porque los puntos no se cuentan como: 15, 30, 45. Me parecía más lógico, pero no. Existen páginas en Internet que cuentan el origen del curioso sistema de puntuación.

Las clases eran por la mañana y me gustaba tanto el deporte que por las tardes volvía al club de tenis para continuar con la práctica. Por las tardes se podía encontrar alguna cancha vacía y si no había algún compañero con quien jugar, quedaba practicar contra el frontón, que no era nada más que una pared con líneas verticales y horizontales que servían de referencia para pegar a la pelota. Podía pasar horas practicando contra la pared.

Hace algunos años leí el libro titulado Open, de Andre Agassi, un extenista norteamericano quien llegó a ser número uno del ranking mundial de la ATP en 1999. Me acuerdo que vi algunos juegos de Andre, por aquellos años 80 y 90, contra su rival Pete Sampras, quien no era precisamente de mi agrado. También me acuerdo de la sin igual Monica Seles o la alemana Steffi Graf. Aunque en aquellos años el acceso a los servicios de TV cable eran limitados o escasos, debíamos esperar los resúmenes deportivos que ofrecían los programas de televisión abierta.

Estos días y mientras dure el Abierto de Australia podré disfrutar del mejor tenis mundial y ahora con mayor razón ya que no participará el serbio Novak Djokovic, quien por razones de incumplimiento a las normas de salubridad fue deportado de Australia.

Para este torneo no tengo un favorito, quizás por naturaleza humana apoyaré al jugador más débil, al peor posicionado en el ranking mundial, solo por ver una batalla deportiva sobre una cancha azul, donde los modernos David y Goliat se lanzarán pelotazos a más de 170 Kilómetros por hora.