lunes, 15 de agosto de 2022
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martes, 1 de febrero de 2022
EL OXÍGENO MEDICINAL
El fin de semana antes de la Navidad, mi hermano comenzó a presentar los primeros síntomas de un posible contagio por Coronavirus; ese dolor de cabeza, aquella molestia en la garganta, un poco de fiebre. Creyó que se trataba de una gripe estacionaria y la primera medicación fue la tradicional, tomar un té caliente, algo para aplacar el dolor de cabeza y mucha paciencia. No mejoró.
Para el lunes el cuadro había empeorado, la fatiga respiratoria era evidente, fue entonces cuando decidió ir a la evaluación médica en una clínica privada de la zona de San Jorge. Al haber retornado de la Argentina hace algo más de un mes, aún su seguro médico internacional estaba vigente y la clínica a la que acudió era la autorizada para prestarle la asistencia requerida.
El resultado de la evaluación fue lo que sospechaba, aunque contaba con la doble dosis de la vacuna Astrazeneca, se había contagiado del virus. Le recetaron lo mismo que al resto de los pacientes, ahí hubo una primera falla, mi hermano presenta una enfermedad de base y considero que la medicación debería estar en relación a su historial médico.
Desde el lunes cuando identificaron algunas manchas en sus pulmones hasta el día jueves que se procedió con su internación, se mantuvo aislado cumpliendo con la recomendación médica. Sin embargo, cada hora que pasaba sus fuerzas disminuían y aún con la asistencia privada de una neumóloga, no lograron estabilizar su nivel de oxigenación. Dada la criticidad y gracias a las gestiones efectuadas se lo pudo ingresar en el hospital municipal de La Portada.
Pasamos varios días en la puerta del hospital tratando de conocer la evolución de mi hermano y que de acuerdo a los partes médicos se encontraba estable. Diariamente solicitaban la compra de algunos remedios, los que logramos adquirir en las farmacias locales con algo de dificultad.
Fue una Navidad triste la del pasado 2021, mi hermano internado, mis papás totalmente angustiados y sin un reporte médico que nos indique cuánto tiempo más estaría internado. Hace mucho que mi familia no se reúne completa en la mesa, ya que todos los hermanos recorrimos nuestros caminos y resulta casi imposible que nos volvamos a encontrar en el hogar familiar. Esa Noche Buena, me quedé a acompañar a mis papás por algunas horas más.
Pocos días antes al Año Nuevo mi hermano ya no pudo soportar el estar dentro del hospital, como se trata de un profesional en traumatología, le realizaron todas las valoraciones y logró el alta correspondiente, bajo su responsabilidad médica. Quizás ahí también cometimos otro error, debimos esperar algunos días más. En la última valoración que le efectuaron, antes de salir del hospital, aún presentaba la existencia del virus.
Cuando el año terminaba, con mi hermano en casa, tomamos un té y comimos algunos bizcochos que mi madre había encontrado cerca del hospital. Se lo veía muy bien de semblante, respiraba con casi normalidad y tenía un tanque pequeño de oxígeno como respaldo frente a una eventual falta de aire.
De ese fin de semana hasta el siguiente jueves presentó un nuevo decaimiento, requería nuevamente del soporte de oxígeno. No recuerdo en qué momento mi papá llevó un enorme tanque con el gas medicinal, pero este ya se encontraba en la habitación de mi hermano y le servía para recuperar el aire.
Del jueves al domingo la situación se volvió crítica, pasó de esa capacidad que tenía para caminar, subir las gradas y cumplir con sus ejercicios de rehabilitación, a nuevamente estar postrado en la cama. Le habían suministrado una serie de fármacos que le ayudarían a combatir la neumonía, creímos que esos medicamentos de alta potencia eran los causantes de esa recaída.
Con una enorme angustia internamos a mi hermano en una clínica privada de la zona de San Pedro. El diagnóstico inicial indicaba un alto compromiso de sus pulmones y se manejaba una posible reinfección o nuevo contagio por Coronavirus. Esa mañana del lunes ingresó a terapia intermedia y todos nos quedamos con una sensación de tristeza e impotencia ante lo que estaba ocurriendo.
La clínica en la que logramos internarlo nos ofreció toda su colaboración ya que no pudimos regresar al hospital de La Portada porque la ciudad enfrentaba la cuarta ola y todas las camas habilitadas se encontraban ocupadas. En esos primeros días del año todos los nosocomios se vieron superados por la cantidad de pacientes infectados por una variante nueva del Coronavirus.
Pasaron diez días aproximadamente, en ese tiempo mi hermano fue recuperando nuevamente su vitalidad y una noche me envió por WhatsApp con una foto de su PCR que mostraba con letras grandes la palabra: Negativo. Lo celebramos ya que en pocos días lograría nuevamente el alta médico.
De regreso en casa, conversamos sobre lo ocurrido, lo note más tranquilo y de muy buen semblante. Me comentó mi mamá que días después inclusive fue a jugar con su perro, el que lo acompaña desde que vivía en Buenos Aires. Todo parecía que estaba superado.
Este pasado viernes, cuando hablé con mi papá, con tristeza me informó que mi hermano no había podido dormir la noche anterior y pese a que el doctor le había recetado una pastilla para dormir, no lo había conseguido. La falta de sueño le estaba generando una subida en su frecuencia cardiaca, lo que ocasiona mayor ansiedad y entró en un círculo vicioso peligroso. Llegó al punto de depender tanto del oxígeno medicinal que le era casi imposible mantenerse sin ese suministro.
No entendíamos lo que estábamos haciendo mal, en las dos oportunidades que dejó el hospital y la clínica, lo encontrábamos bien pero en un lapso de tres a cuatro días nuevamente decaía. En algún momento pensé que había algo en la habitación, en la cama o en las mascotas que ocasionaron esa desmejoría.
Todo el domingo por la tarde me quedé con él, estuve sentado a su lado mientras veía como dormía después del almuerzo escaso que comió. No entendía a qué se debía aquel decaimiento, hablé con un par de médicos quienes recomendaron evaluaciones más rigurosas y el apoyo psiquiátrico para combatir las alucinaciones que presentó en las noches pasadas.
Me despedí con tristeza aquella tarde lluviosa de finales de enero, le pedí que no se rinda, que la vida debía continuar, pero lo sentí tan decaído y casi sin ánimos. Me dolió muchísimo verlo en esa situación.
Llegué a mi departamento, encendí una vela pidiendo por su recuperación, oré por su bienestar y salud. Aquella noche dormí temprano pero de forma intermitente.
Por la mañana recibí un mensaje, pensé lo peor, me arme de valor y lo leí.
Hola! Dormí muy bien anoche.
Di gracias a Dios y luego hablé con mi mamá, quien me comentó que la noche anterior llamaron a la empresa encargada del suministro del oxígeno medicinal y el operador responsable del reabastecimiento se opuso a la recarga porque el tanque de oxígeno que mi padre había alquilado se encontraba en deterioradas condiciones.
Una semana atrás mi otro hermano había dejado un tanque nuevo de oxígeno, pero no contaba con el suficiente gas, fue ese tanque que les sirvió para el reemplazo. Esa noche mi hermano logró dormir, no tuvo las alucinaciones de las anteriores, presentó niveles de saturación acorde a su proceso de rehabilitación.
Cuándo me preguntaba, ¿qué estamos haciendo mal? pues era eso, suministrarle oxígeno contaminado por encontrarse en un tanque que no contaba con la certificación para su uso, estaba inhalando oxígeno mezclado con todo aquel óxido que se encontraba en un tanque viejo. Aunque el recargado del gas medicinal pudiese provenir de un sistema totalmente garantizado al momento de ingresar en el tanque deteriorado simplemente se volvía tóxico.
Gracias aquel técnico quien se opuso a efectuar una recarga en un tanque sin garantías, gracias a esa persona con altos valores, gracias a su asistencia en el momento adecuado logramos identificar el problema.
Ayer publiqué en mi cuenta de Twitter un par de mensajes que hacen referencia a esa empresa que comercializa el oxígeno medicinal en tanques no aptos, que son antigüos y no presentan el mantenimiento técnico necesario. Espero que quienes estén atravesando la enfermedad y requieren del oxígeno medicinal, puedan proceder con la revisión de los datos que tienen los tanques que alquilan, para estar seguros de lo que están respirando y no pasen lo que mi hermano vivió.
Una denuncia puede ayudar con el objetivo de precautelar a la población pero las instituciones llamadas a efectuar una revisión sobre el estado en el que se encuentran los tanques de oxígeno medicinal comercializados por estas empresas son el Servicio Departamental de Salud - SEDES La Paz y el Viceministerio de Defensa al Consumidor, dependiente del Ministerio de Justicia. Espero que efectúen su tarea.
Gracias a Dios, hoy mi hermano se encuentra en franca recuperación y pido de corazón pueda superar muy pronto esta difícil prueba.
jueves, 20 de enero de 2022
El abierto de Australia
sábado, 2 de enero de 2021
INTI PHAXSI
Dejé la mochila en la silla de mi habitación y busqué a mi mamá para saludarla después de una larga mañana de clases. Transcurría la primavera de 1989 y se aproximaban las vacaciones finales. Subí a la terraza y encontré a mi mamá con sus quehaceres que nunca le faltaban.
—Llamó tu tía y quiere que vayas a visitarla a la radio esta tarde. —Me dijo.
No podía creer que finalmente me hubiera llamado, durante varias semanas estuve intentando conocer la radio y finalmente había llegado la oportunidad de ingresar a una cabina de locución.
Terminé de almorzar y rápidamente me preparé para llegar puntual a la radioemisora donde mi tía era la propietaria. No recuerdo los detalles, solo me veo sentado a lado de mi tía con el micrófono cerca de los labios y ella diciéndome:
—Tranquilo hijito, solo invita a que escuchen la próxima canción.
Sentí un nerviosismo extremo, la voz no salía de la garganta, el calor me invadió el cuerpo y seguramente dije algo parecido a una presentación.
Mi tía sintió aquel intenso nerviosismo y creyó que no estaba preparado para hablarle a su amplia audiencia y esa tarde prefirió que vaya a ordenar los discos y las cintas almacenadas en la discoteca.
Regresé a la radio un par de veces más para colaborar con los discos de vinilo en el tornamesas o cambiar las cintas enormes que contenían la publicidad. Al año siguiente empaqué mis cosas y dejé la ciudad para continuar con mis estudios universitarios. Nunca más volví a una cabina de radio.
Con el paso de los años mi gusto por la radio no cambió, la llegada de los teléfonos celulares conectados a Internet abrió una nueva posibilidad, la de escuchar radioemisoras no solo locales sino también internacionales.
Una de las aplicaciones que frecuentemente uso es TuneIn y creo que es la que más radioemisoras concentra en su plataforma. Con esta app, puedo escuchar programas emitidos desde Argentina, España, el Reino Unido o de otro país. Mientras viajo en el teleférico escucho música en el Spotify o algún programa de actualidad en la “radio” del celular.
En los últimos años las plataformas de streaming comenzaron a capturar más visitantes a través de programas grabados, aquellos denominados podcast. Recuerdo que ese término lo escuché por primera vez cuando presentaron un nuevo servicio, uno para los iPods. En un pequeño iPod se podía almacenar una cantidad de canciones bajo un formato establecido por la marca de la manzana, pero vieron que también podían portar grabaciones, es así que difundieron este nuevo género, los programas de radio para iPod, de ahí el término podcast.
Con la declaración de la emergencia sanitaria en todo el mundo, muchos comenzamos a explorar nuevas actividades, en mi caso fue dedicarle un tiempo adicional a la lectura, a la escritura y porque no, a la radio aunque no en su versión pura sino más bien en este nuevo formato.
Investigué en la red acerca de recomendaciones para grabar un “buen” podcast. El micrófono capacitivo, la tarjeta de sonido, la consola de audio, un conjunto de equipos y software eran necesarios. Realicé algunas pruebas, aprendí a editar y mezclar pistas en el Audacity, uno de los programas más utilizados para este rubro, pero consumía mucho tiempo la grabación, edición y difusión de un programa.
Estuve tentado a comprar una consola de audio, una pequeña, con la que pueda grabar a dos personas conversando sobre algún tema en particular y nuevamente las complicaciones acerca de la salida de la consola que debía ser digital y no analógica, que el micrófono debía tener un conector tipo cannon y no jack de 3.5.
Una noche mientras me preguntaba si no existiría una aplicación para el celular que me permita grabar una conversación y que esta pueda ser editada en el mismo equipo para luego ser distribuida a las plataformas de streaming. Encontré Anchor.fm.
Anchor es una aplicación de Spotify cumple con todo lo que se requiere y necesita para incursionar en este mundo del podcast. Con Anchor se puede grabar una conversación entre varias personas, claro está que todas ellas deben tener instalada la app en sus celulares (disponible para iOS y Android). Una vez concluida la grabación es posible agregar música de fondo y la misma aplicación tiene disponible una larga lista para su uso. Finalmente, permite la difusión en diversas plataformas especializadas. Anchor es simplemente espectacular.
Es así como surgió “Inti Phaxsi”, un conversatorio semanal sobre temas de actualidad y relevancia basados en libros y series de TV. Definitivamente, la radio me apasiona y este nuevo formato me encanta, espero que lo disfruten escucharlo, tanto como nosotros lo disfrutamos al momento de grabarlo.
jueves, 26 de noviembre de 2020
AD10S
Acababa de terminar el campeonato del mundo de 1986 y la selección argentina de fútbol se había consagrado como la mejor del planeta.
—Lanzala aquí… —le dije a mi hermano, mientras con la mano marcaba el lugar donde quería que caiga el balón.
Tenía la idea de reproducir el gol que Diego Armando Maradona Franco había anotado a los italianos en uno de los primeros partidos del mundial del 86. Ese tanto fue la culminación de una jugada sin igual. Cierro los ojos y aún veo en el televisor al Diego acariciando la Azteca con su pierna izquierda extendida mientras se mantiene suspendido en el aire por unos segundos que parecen la eternidad.
Aquel gol seguramente se encuentra dentro los favoritos del astro mundial, por como se desprendió de su marcador, por como pegó a ese balón, por como lo celebró la hinchada. Fue increíble como logró colocar la pelota lejos del portero rival y anotó el empate con la complicidad del segundo palo. La “caprichosa” pasó entre el defensor y el arquero, golpeó en el poste y a celebrar.
Presiono el botón de play del reproductor de YouTube y puedo ver otra vez ese momento, mientras recuerdo que en el 86 todos queríamos jugar como Maradona, era un imposible. En el vídeo el relator deportivo grita el gol, la tribuna grita el gol y el 10 se aleja del abatido arco corriendo con la felicidad impregnada en la camiseta, salta un cartel como si se tratara de un conito, uno de esos que usan en los entrenamientos, fantástico.
El partido contra Italia, en México, fue uno de los más importantes para el Pelusa y cuatro años después, en el mundial del 90, se volvería a enfrentar a la selección italiana, en Nápoles, pero esa es otra linda historia para contar.
—Dale… ¡lanzá!
Me suspendo unos centímetros y en mi mente recorre cuadro por cuadro la película de aquel gol histórico del d10s argentino.
—¡Gooooooool!
lunes, 21 de septiembre de 2020
21 de Septiembre
Lo admito, soy un tipo despistado. No recuerdo el nombre de las personas, no llevo el registro de las fechas importantes y tampoco envío flores el día de su cumpleaños. Cuántas veces pasé un momento incómodo al tratar de recordar dónde conocí a esa persona que me saludo en la calle. Lo siento.
Mis redes sociales se llenaron, por la mañana, con saludos por el día de la primavera, la amistad y el amor pero hoy también se celebra el día del médico boliviano. Este año en particular deseo manifestar mi reconocimiento y gratitud a todos los médicos que durante los meses de cuarentena estuvieron arriesgando sus vidas por nosotros. Creo, sin temor a equivocarme, que aquellos quienes pusimos nuestra esperanza en las manos de estos profesionales sentimos su enorme compromiso con el prójimo.
Fui testigo del sacrificio que significa concluir una carrera tan larga y exigente como es la de medicina ya que, son varias las etapas que se imponen entre el inicio y la conclusión, son largos años de especialidad y subespecialidad médica. Recuerdo cuando mi hermano comenzó su carrera, tenía y aun tiene los estantes repletos de libros enormes que debía leerlos obligándose a pasar noches eternas estudiando para sus pruebas, estuvo largas horas en los turnos de hospital, noches sin dormir y días sin descansar todo con la esperanza de alcanzar su objetivo, salvar vidas.
Como en todo, están los buenos y los no tan buenos, sin embargo, esta vez tuve la fortuna de cruzarme con profesionales espectaculares, el Dr. Soto del Hospital Arcoíris fue quien salvó la vida de mi madre, el Dr. Victor López, un extraordinario ser humano que estuvo todo el tiempo pendiente de su evolución, el Dr. Luis Camacho fue quien atendió a mi padre durante el contagio del coronavirus y otras gentiles doctoras, enfermeras o guardias que en su momento nos mostraron el camino que debíamos seguir hasta lograr lo que hoy puedo disfrutar: la compañía de mis padres. Dios permita que sea por algunos años más.
Reconozco que es difícil ser paciente cuando sientes que la vida se va, pero estos profesionales supieron transmitirme la confianza necesaria para entender que se hacía todo lo posible para evitar un triste desenlace. No tengo palabras para describir lo que sentí en esos momentos.
Hoy no es un 21 de septiembre más, es un día de homenaje a esas personas que dedican su vida a una noble profesión. Mi agradecimiento eterno a todos aquellos médicos que sacrifican sus fines de semana en una guardia pense a las limitaciones técnicas y de infraestructura están ahí, dispuestos a dedicar su vida para que continuemos con la nuestra.
Gracias por permitirnos permanecer y seguir disfrutando de este mundo unos días más.
¡Feliz día del médico boliviano!
miércoles, 26 de agosto de 2020
Mis temores
“Este año estoy viviendo todos mis temores.
Lo bueno de esto es que, dejarán de ser temores”.
RM
Todos comenzamos este 2020 con abrazos, besos y buenos deseos. Aunque atravesaba una crisis emocional, decidí que este año sería diferente, que traería prosperidad y salud.
No vale la pena recordar los primeros brotes del coronavirus, la cuarentena estricta (cuarentena flexible, encapsulamiento y otras gamas de distanciamiento social) o las curvas de contagio. Para mí, todo comenzó durante los últimos días de junio.
Desde el mes de enero hasta casi terminar junio viví en la casa de mis papás, agradezco a Dios por esos días que estuve con ellos. El último viernes del sexto mes concreté mi mudanza a este departamento que hoy habito. Esa mañana cuando mis padres me acompañaron con mis maletas, sentí una tristeza al despedirnos, creí que era por los meses que habíamos convivido. Quedé con mi madre en vernos el lunes, que iría por su casa y almorzaríamos juntos. Hasta el día de hoy, no es posible que podamos cumplir esa promesa.
Ese domingo, escribí un mensaje en la cuenta de Whatsapp de mi mamá: “Mañana dejaré el auto en la casa, después del trabajo pasaré a visitarte”. No me respondió. Al cabo de un par de horas recibí un mensaje de mi hermano: “Llamé al celular de la mamá y no me responde, ¿sabes dónde está?”. Eran las 21:30 y mis papás no podrían haber salido de la casa, llamé al celular de mi padre, no obtuve respuesta. Llamé al celular de mi madre, tampoco obtuve respuesta. Comenzó la preocupación que hasta hoy, no termina.
Cerca de las 10 de la noche mi otro hermano me escribió un mensaje: “La mamá está en emergencias”. Se me congeló el alma.
Fui a Emergencias en mi automóvil, no cuento con la autorización para la circulación vehicular en fines de semana pero no me importó, llegué al hospital en unos cuantos minutos, busqué a mi padre quien estaba sentado esperando, mi madre había sido evaluada y creían que tenía una distensión abdominal, le aplicaron enemas pero ella se quejaba por el dolor que le causaban. Nunca había escuchado unos quejidos tan desesperados, suplicaba por que le calmaran el dolor en la zona de la espalda.
Al ver que no superaba la crisis, decidieron tomar una placa radiográfica y comenzaron a manejar otro diagnóstico: Posible presencia de cálculos en las vías urinarias. O algo así entendí. Llamaron a mi padre para que firme la autorización de internación.
Con muchísima preocupación acompañamos a mi madre hasta el piso 8 del hospital, lugar donde le asignaron una habitación, se quedaría hasta que supere el malestar. Dos meses después, continúa en el piso que le asignaron aquella primera vez.
El lunes después del trabajo fui a visitarla, la vi con un mejor semblante, hablamos un poco, aún le dolía la espalda pero pude percibir que su estómago estaba muy hinchado, le pregunté si había comido algo y me dijo que no. Pensábamos que el hinchazón se debía a una intoxicación gástrica (no conozco los términos técnicos o apropiados), le suministraron otras dos enemas durante el día y nos dijeron que para el miércoles estaría ya de vuelta en casa, no fue así.
El martes desperté inquieto, no lograba concentrarme en lo que hacía, para las 10 de la mañana me llamó mi padre indicando que había recibido una llamada del hospital donde le indicaron que mi madre había tenido una recaída y se encontraba muy delicada, que el doctor a cargo quería hablar con él. Rápidamente salí del departamento y fui hasta el hospital.
Mientras conducía me puse en contacto con un par de médicos quienes al conocer la noticia se movilizaron y lograron acceder al diagnóstico: Aneurisma abdominal de aorta.
Desde el día domingo mi madre estaba perdiendo sangre, cada minuto que pasaba la sangre se le fue acumulando en la región baja de la espalda; el dolor que causa este aneurisma es uno de los peores que puede experimentar una persona.
Por cerca de cuatro días el doctor a cargo solo le suministró Morfina, cada 8 horas. Vi como ingresaba la enfermera portando una jeringa con el fármaco, luego fueron dos jeringas. El contar todo lo que tuve que hacer para que mi madre logre ingresar a un quirófano y pueda recibir una prótesis me llevaría decenas de hojas. Gracias a Dios logramos que la operaran.
Durante las ocho semanas después de esa operación mi madre pasó de terapia intensiva a terapia intermedia, le contagiaron COVID-19 en el mismo hospital, ahora se encuentra en una habitación a la espera de que un proceso administrativo concluya y puedan realizar una punción para extraerle un coágulo de sangre que tiene alojado cerca del riñón.
Hace 14 días mi padre fue diagnosticado con COVID-19. Él padece de diabetes mellitus tipo 2 e hipertensión arterial. Por medio de una prueba rápida pudimos identificar el cuadro viral, inmediatamente lo llevamos al hospital donde confirmaron la prueba casera, le tomaron una placa del pulmón y descartaron algún daño inicial. Contratamos a una doctora quien por vídeo conferencia realizó el seguimiento diario a través del reporte de las medidas del nivel de saturación de oxígeno, frecuencia cardíaca, presión y glucosa. Fue una semana horrible.
Mi padre aún continúa aislado, este viernes se le practicará una nueva prueba para verificar la presencia de anticuerpos. A mi madre no pudimos verla por casi quince días, gracias a la intervención Divina, un lunes por la tarde pude ingresar al hospital, fue enorme su alegría al verme. Sentí que mi corazón se paralizaba al oír su débil voz.
Son más de 60 días que despierto por las noches y no logro dormir, son 10 semanas que mantengo un nudo en el estómago, hay instantes en los que me cuesta mucho pensar pero debo seguir adelante. Quizá por ser el primogénito, mi familia decidió que debo hacerme cargo de esta situación, ahora todo lo que hago es pensando en su bienestar.
Desde que tengo uso de razón le temí a los hospitales, le temí a la muerte, le temí a la pérdida de mis padres. Hoy esos temores dejaron de serlo porque dormí en la sala de un hospital, porque vi a la muerte y sentí su fría mano. Sé que no estoy solo, nunca lo estuve.
Aún nos queda un camino por recorrer pero tengo Fe que con la bendición de Dios mi madre volverá a casa para gozar de la compañía de mi padre y sus hijos.
Así sea.
Gracias a mis amigos quienes donaron sangre para mi madre, gracias a mis hermanos médicos quienes estuvieron brindándome su asesoramiento y hasta consuelo, gracias a todos por sus llamadas y sus mensajes de apoyo.
Gracias, gracias… gracias.