miércoles, 18 de septiembre de 2019

Mi Nube


El formatear mi computadora no era una tarea frecuente, quizás cada vez que Microsoft publicaba una nueva versión de su sistema operativo. Esa tarea era realmente aburrida, ya que siempre faltaba algo o no funcionaba como antes y encontrar la solución demandaba horas extra de trabajo. Recuerdo que me tomaba, aproximadamente, dos semanas el reinstalar mi computadora. Sacar las copias de seguridad, generar la lista de controladores, recopilar los instaladores de los programas que utilizaba con frecuencia y un tanto de otras operaciones intermedias, sólo para garantizar la integridad de los archivos, que los programas funcionarán correctamente o que, la impresora reconocerá a la computadora. A principios de este año, decidí renovar mi portátil, aunque no tenía problemas con la Lenovo que utilizaba, opté por una alternativa más ligera, una laptop que tenga prestaciones de última generación y sobre todo, que sea liviana. Con un par de visitas a los centros comerciales, encontré una DELL que cumplía con mis expectativas. Esa noche, apenas saque, la nueva máquina de la caja, le instale el Ubuntu Bionic Beaver, pero nuevamente la tortura, instalar el WPS (una alternativa al Office de Microsoft), el MasterPDF, el VLC, el Dropbox y una lista larga de aplicaciones, mis dos semanas de trabajo habían iniciado. Al concluir la larga y penosa instalación, comencé a generar más documentos, los cuales estaban siendo sincronizados en mi carpeta de Dropbox, algo que me pareció fantástico, ya que todo se almacena en sus servidores y no tienes que estar portando archivos en las unidades USB o discos compactos, que son muy caprichosos al momento de funcionar. En el trabajo, desde el año 2017, mi Unidad es considerada una Zona Libre de Windows. Migramos de Windows a Ubuntu, después de una amplia evaluación a las distribuciones del sistema operativo del pingüino. Ubuntu, ofrece una compatibilidad completa con el hardware, su interfaz resulta muy amigable y sobre todo estabilidad en el procesamiento de la información. Lamentablemente WPS no es 100% compatible con la información que recibo, surgiendo la necesidad de volver a Windows, por lo menos en mi laptop. La noche se hizo otra vez, crear copias de seguridad, formatear, instalar el Windows 10, un aburrimiento completo. Hace algunas semanas atrás, mi hijo comenzó a hablarme de la ofimática que ofrece Google, él usa la herramienta frecuentemente en sus trabajos escolares y que junto con sus 15 GB de almacenamiento libre ofrece una oportunidad interesante para el trabajo colaborativo y remoto. Esa conversación me generó una gran curiosidad, así que comencé a probar con el navegador, primero realicé una limpieza a mi cuenta de Gmail y luego ordené el Google Drive. Tremenda fue mi sorpresa sobre el nivel desarrollo que había alcanzado esa alternativa. Había escuchado de los equipos tipos Chromebook, mi hijo tiene un equipo de esos, con un sistema operativo básico (como el del teléfono celular) una pantalla, un teclado y el touchpad, tampoco requiere más, el resto está en la nube. Trabajar con Windows me pone de mal humor, no sé porque, pero no lo puedo tolerar, serán por esas actualizaciones frecuentes que realiza, por el consumo descontrolado de recursos, por su desorden en el acceso a la unidad de almacenamiento o cuando más lo necesitas, no responde. No sé porque pero, me cambia el día trabajar con Microsoft, me cambia para mal. Después de un par de semanas de jugar con las herramientas de Google y su alternativa de ofimática, decidí migrar mi documentación al GDrive, formatear mi computadora, pero esta vez, solo requeriría instalar un navegador. Descargue e instale el Ubuntu 18.04 en su versión para escritorio, tipo mínimo y nada más. Adiós a las copias de seguridad en las unidades USB, nada de instaladores. Había sincronizado mis carpetas con el GDrive, mis fotografías con el Photos, mi música en el Spotify y mis códigos al GitHub. Habrá quienes dirán que la privacidad, que la confidencialidad, que la seguridad y otras cosas, pero nadie está exento de un acceso no autorizado a nuestra computadora local. El único contra, que hasta el momento identifique, es cuando no tengo acceso a Internet, en ese caso, mi información se torna inalcanzable, pero mientras exista una conexión al servicio, todo fluirá. Hoy trabajo con Linux, en la nube, aunque continúo malhumorado, pero esta vez no es por el sistema operativo, sino por el clima paceño que es tan inestable, tan impredecible en esta época del año y que no me deja salir a pedalear los fines de semana. Por lo demás, estoy muy contento.

Este documento fue redactado en el Google Docs, obviamente.


lunes, 5 de agosto de 2019

La Feria Internacional del Libro de La Paz.

Todos los años esperaba los meses de julio o agosto para asistir a la Feria Internacional del Libro (FIL), cuando se desarrollaba en los salones del Círculo de Oficiales del Ejército (COE). Hubieron oportunidades en las que, muy ansioso, fui el primer día de la feria y en otras, fui hasta tres veces. Esos tiempos quedaron atrás.

Cuando visitaba la FIL, me entristecía no poder encontrar un libro recomendado o el más reciente de mi escritor favorito. En La Paz, son muy pocas las librerías a las que podemos tener acceso y a esto se suma el hecho de que varias de ellas comenzaron a cerrar sus puertas, fruto de la piratería o la digitalización de la información. Así que la FIL, se volvía una buena alternativa para acceder a libros destacados.

Anoche, fuimos a visitar la feria del libro. Ingresé al Campo Ferial Chuquiago Marka, sin muchas expectativas, solo quería dar una vuelta, ya que días atrás había comprado una serie de libros en la tienda virtual de Amazon. Pasamos por los estantes preparados para la oportunidad. No vi mucha gente, quizás comparaba las multitudes que circulaban en el COE y ahora, en un ambiente más amplio, daba la impresión de que la asistencia era baja para un domingo por la noche.

Fuimos al Salón Illimani, donde se realizaría un reconocimiento al periódico La Patria, evento convocado a las 7 de la noche pero, comenzó casi 30 minutos más tarde. No permanecimos mucho tiempo en el salón y salimos al pabellón amarillo, para continuar nuestra visita, que terminó en una exposición de Comics, donde compramos un libro, que fue de la atracción de mi hijo. Por mi parte, vi un stand , donde adquirí el libro que desde hace mucho estuve buscando y no quería tenerlo en formato digital, La Biblia.

Henry, un amigo que trabajaba en una librería del centro de la ciudad, leía todos los libros que llegaban a la tienda y era muy grato escuchar sus recomendaciones, que casi siempre fueron la motivación principal para comenzar a leer un libro. Hoy, esas recomendaciones acompañan a los libros digitales y son otro factor que hacen que me oriente a la compra de una copia, es algo que no se encuentra en una librería tradicional o por lo menos, no en la ciudad, donde con suerte el vendedor te dará la respuesta gentil a una consulta.

El crecimiento vertiginoso de las ofertas de libros digitales, el acceso simplificado de las compras en línea y las mejoras en los dispositivos electrónicos, sumado a esto el espíritu ambientalista, hace cada vez más frecuente la lectura de libros en formato digital ya que, con un par de clics se tiene acceso a una amplia bibliografía. 

Con el ingreso y la popularización de Amazon, junto a su lector electrónico Kindle, el acceso a los libros en formato digital es cada vez mayor. No pude quedar al margen de este avance tecnológico y desde hace un par de años que dejé de comprar libros impresos, dejé de asistir a la FIL y comencé a adquirir libros digitales en línea.

En una relación de costo - beneficio, resulta más práctico, cómodo y útil el tener un dispositivo electrónico para la lectura de libros digitales, que estar cargando pesados libros de papel, aunque estoy seguro que siempre estarán aquellos amantes de los encuadernados y quienes gozan al ver un estante lleno de libros de papel.



domingo, 30 de junio de 2019

LA RADIO DE MI MAMÁ


Hijo, ¿será que puedes arreglar la radio? Preguntó mi madre, cuando estaba a punto de volver al trabajo. ¿Qué le pasó? Le respondí con atención. Fue ahí cuando me contó, que su radio Telefunken no funcionaba desde hace más de 20 años.


¿Será que en el Internet encuentras el repuesto? Me dijo, mientras veía como desarmaba el equipo. Puede ser, le respondí. Efectivamente, uno de los tubos de vacío se encontraba rajado. En un papel anoté el modelo y verifiqué con el plano impreso en la tapa de cartón. Tomé varias fotos del circuito, junto con el modelo y número de serie. Volví a cerrar la radio, ajustando los cuatro tornillos que sujetaban el protector. Te avisaré si encuentro algo, le dije al momento de despedirme.

Esa noche, busqué en eBay y Amazon el Telefunken EZ80, no encontré muchas opciones, pero existían algunos vendedores que tenían unas pocas unidades del repuesto que necesitaba. Con dos o tres alternativas, le escribí a mi amigo Claudio Quiñones Valdez, quien en los últimos meses me ayudó a adquirir e importar repuestos y dispositivos electrónicos de las tiendas virtuales. Fue muy valiosa su colaboración, ya que, se puso en contacto con los vendedores y logró comprar la válvula de vacío con el modelo exacto que requería.

El jueves pasado, me escribió Claudio un mensaje, indicando que el repuesto fue enviado y que el fin de semana lo recibiría. El sábado, fui a la terminal de buses para recoger el repuesto que llegó muy bien protegido, en un par de cajas, plásticos de seguridad y en medio de una bolsa de aire comprimido, se encontraba una pequeña caja blanca que contenía el EZ80. Toda esa protección era necesaria, se trata de un dispositivo muy delicado ya que, cualquier ligero golpe puede romper el cristal y dejarlo inservible.

“Ya llegó el repuesto, iré por tú casa para probarlo en la radio”, indicaba el mensaje que le envié a su teléfono celular. A casi dos meses después de que, mi madre, me pidiera tímidamente que le ayude a reparar su radio, me encontraba colocando con delicadeza el repuesto. Quería encender el equipo y verificar su correcto funcionamiento pero, con una revisión minuciosa, estaba casi seguro que esa radio Telefunken Gavotte de 1960 volvería a funcionar. Sin embargo, deseaba que fuera mi mamá, quien tenga el gusto de girar la perilla para activar el equipo.

Le llamé y le dije: “mamá, no se como se maneja este aparato”. Ella muy emocionada, conectó el cable de energía y giró la perilla. Por unos segundos no escuchamos nada, aunque mi papá nos advirtió: “ya se encendió, funcionará”, pero seguíamos sin oír nada.

Los equipos en base a tubos de vacío toman unos segundos en ingresar en operación, a ese proceso le dicen “calentamiento” y efectivamente es algo así, la radio estaba calentando antes de funcionar. De pronto, comenzamos escuchar el ruido clásico del receptor cuando el sintonizador se encuentra en una frecuencia donde no existe una portadora. Con ayuda de la segunda perilla, logró captar una radio emisora, fue en ese instante en el que su rostro se llenó de felicidad y dijo: “¡Funciona! ¡Funciona!”, se puso de pie y me abrazó. Sentí su alegría, la radio que su papá le regaló cuando era joven, volvía a funcionar, dos décadas después.

Hoy, imaginé a mi mamá, escuchando la radio, cuando aún la televisión no había llegado a Bolivia, era su único medio de información, su distracción, su compañía y 60 años después de su fabricación, aun tenemos el privilegio de escuchar una radio emisora que transmite en amplitud modulada y onda corta.

¡Disfrútalo mamá!


viernes, 21 de junio de 2019

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

En las últimas semanas, con mi amigo Carlos, entramos en un ritmo de lectura bastante divertido. Compramos varios libros de la tienda virtual de Amazon y en pocos días, los terminamos de leer. Aunque, la parte más entretenida, divertida e interesante es el intercambio de comentarios, opiniones y quizás críticas al texto, vía mensajes al WhatsApp. 

Una mañana, cuando me dirigía al trabajo leí, en la pantalla del celular, un artículo sobre los libros recomendados por Bill Gates para este 2019 y, dentro la exclusiva selección me llamó la atención uno que titulaba “Vida 3.0”. Le comenté a Carlos y el, inmediatamente lo compró de la tienda virtual. Después de algunas horas me escribió un mensaje donde simplemente decía: “Bro, es buenísimo el libro”. No esperé más y lo compré. 

Carlos, escribió en su blog algo sobre Inteligencia Artificial, me imagino que inspirado y motivado por el libro que estamos leyendo, Vida 3.0 de Max Tegmark. A mí también, el libro me atrapó, me motivo y me despertó la curiosidad sobre temas de la programación de algoritmos de autoaprendizaje e Inteligencia Artificial (IA). Vi algunos vídeos y compré otros libros sobre programación en Python. 

El fin de semana, estuve revisando códigos de programas y algoritmo relacionados con la IA. Quedé fascinado con una máquina de Google que aprendió a jugar, desde cero y sin conocimiento previo, un viejo juego de Atari. Fue tal la evolución de la máquina que, con su “conocimiento” adquirido con cada intento, al cabo de un par de horas, resultó ser la mejor en el juego, reforzando eso de que la práctica es el único camino para la mejora continua. El vídeo está en Youtube y titula “Google DeepMind's Deep Q-learning playing Atari Breakout”. 

Al apagar la tablet, me imaginé una máquina que tendría que aprender sus deberes, simplemente con registrar mi comportamiento. La adquisición de “conocimiento”, por parte de la máquina, sería a través del registro de datos, como lo hizo la DeepMind de Google. Cada registro, sería empleado luego para identificar patrones en mi conducta que le permitan programar su comportamiento para optimizar mis actividades, una suerte de asistente robótico. 

Imagine una máquina que registraría toda mi rutina, antes de poder colaborar con mis actividades cotidianas. Imaginé un registro pormenorizado de mis costumbres y todos esos datos almacenados en su base informática. Este ejercicio, me generó una curiosidad mayor, ¿qué registraría? Ingresé, imaginariamente, a la consola del robot y busqué en su base de datos, con algunas consultas y algunas bitácoras generé un archivo, y lo leí. 

Resumen del registro ponderado de las primeras horas del humano asignado. 

Su día comienza a las 6 de la mañana, con una probabilidad del 80% de que se despierte 5 minutos antes de que la alarma del celular se active. El 20% depende de la hora de inicio de su descanso. Si es lunes o viernes, duerme 10 o 20 minutos después de las 12 de la noche. El resto de la semana, 20 minutos antes de la media noche. En todos los casos, tarda 15 minutos en ingresar en la fase 1 del sueño. 

Al momento de dormir, programa su celular con música suave por exactamente 20 minutos, esto le ayuda a alcanzar el sueño, aunque la probabilidad de que se despierte a las 4 AM es del 65%, logra dormir en los próximos 15 minutos de suscitado el evento. Se registraron escasos eventos en los cuales no volvió a dormir, solo un 5% de las veces registradas. No se registraron más de 45 minutos entre que despierta y sale de la casa para trabajar. 

Rutina identificada: ducha, ropa, desayuno, preparativos de los materiales que requiere para su actividad, billetera, llaves y un paquete de pañuelos descartables, son imprescindibles. Solo se tienen dos eventos en los que se olvidó uno de los tres elementos que considera necesarios. No existen registros acerca de olvido de las llaves. 

Conclusión, los tiempos marcan la realización de cada actividad inicial de su día y sus niveles de ritmo cardíaco y respiración suben a medida que los minutos programados se vuelven escasos. Aunque no llegó a niveles de aceleración crítica, se detectó una ansiedad para poder lograr sus objetivos en el tiempo establecido. 

Programación, iniciar el día a las 5:55 y concluir a las 23:40, con música ambiental por 20 minutos. Verificar que los tres elementos necesarios estén siempre en la mochila, caso contrario generar una alarma. Desplegar mensajes visuales y auditivos para marcar los tiempos de realización de los eventos registrados. 

Fin. 

Me desconecté y después de respirar profundamente, me dije: “pareces un robot”.


jueves, 6 de junio de 2019

NIKE

Instalé la aplicación de Kindle (Amazon) en mi vieja tablet Lenovo y desde ese día no he parado de leer. Algo interesante de la aplicación de Amazon es que, una vez terminada la lectura de un libro o días después de realizada la compra de uno digital, te envían un correo electrónico con algunas recomendaciones, resultado de su algoritmo personalizado, que ellos llaman filtrado colaborativo ítem a ítem. Esto consiste en asociar cada producto comprado por un usuario con una lista de productos similares, que se obtiene en función de los elementos que hayan sido adquiridos en un mismo pedido, añadidos al carrito de compras, o almacenados en una lista.

No recuerdo si la recomendación sobre el libro de Phil Knight me llegó por correo electrónico o a través de la página web de Amazon, solo recuerdo que me sentí atraído por la portada negra, el inconfundible “Swoosh” y unas letras sobresalientes que decían: Nunca te pares. 

Revisé los comentarios de otros lectores y pude evidenciar que todos o casi todos le otorgaban al libro 5 estrellas. Lo compré de inmediato y comencé a leer.

Phil Knight, fundador de Nike, comparte en algo más de 400 páginas la historia de una de las principales compañías norteamericana de ropa deportiva, describiendo su creación y evolución, que se dio en medio de un mundo dinámico, donde las marcas deben ser lo suficientemente fuertes como para ser competitivas y además, rentables.

El autor estuvo al frente de Nike, desde 1964 hasta el 2004. En su libro, cuenta con detalles fascinantes como le costó consolidar una empresa, atravesando situaciones muy difíciles, tanto económicas, familiares y personales. Este millonario estadounidense relata el miedo y la frustración que le produjeron diferentes etapas al frente de la marca deportiva, donde uno de sus primeros retos fue persuadir a su padre para financiar su idea. También, detalla los riesgos que enfrentó, los contratiempos, la permanente lucha con los competidores, los escépticos, sus enemigos y algunos banqueros hostiles, así como sus grandes triunfos. Sobre todo, recuerda la relación con su exentrenador de la universidad, Bill Bowerman, quien fuera su primer socio en la Blue Ribbon Sports, que también es anecdótico cómo surgió ese primer nombre de la compañía, que años más tarde sería Nike.

El libro es apasionante, desde el primer capítulo, hasta el último. Me quedé atrapado durante horas por la narrativa y la historia, me tomó unos cuantos días dar fin con las hojas digitales y me trajo a la mente algunos eventos históricos ocurridos durante los años 80 y 90. Sin embargo, también sentí que este libro debería ser leído por mi hijo, por todos aquellos jóvenes quienes comienzan a interactuar en nuestra sociedad, por aquellos quienes tienen los sueños intactos ya que, Knight nos enseña algo importante, que es el de luchar por lo que uno cree y quiere, sobreponiéndose a los diferentes obstáculos, con sacrificio y dedicación.

Definitivamente, es un libro escrito para ser una inspiración a las futuras generaciones, donde estoy seguro encontraremos a los constructores del mañana, a los nuevos visionarios quienes le harán frente a la adversidad, empleando las nuevas herramientas que se están desarrollando.


lunes, 24 de diciembre de 2018

La Navidad de antes

Escuché decir: “la Navidad, ya no es lo que era antes. Por su puesto que no, antes llamábamos a nuestros seres queridos y les deseábamos una feliz Navidad. Hoy, les escribimos un mensaje de texto y con eso sentimos que ya cumplimos o simplemente, reenviamos una postal digital que nos llegó al grupo de WhatsApp.

Quedaron en el tiempo aquellas cenas en casa, cuando se dedicaban horas a la preparación, donde todos colaborábamos, desde pelar las habas hasta dejar reluciente la vajilla especial. Hoy, basta con una llamada al servicio de delivery y la cena estará en casa, en platos descartables y con cubiertos de plástico.

Aún vamos a comprar los regalos a las ferias navideñas, a la Calatayud o a la Uyustus, pero preferimos regalar una tarjeta con un monto impreso en el anverso y que vayan al Mall a escoger lo que deseen, ya no hay porque preocuparse por un regalo de su agrado.

La Navidad, ya no es lo que era antes. Crecimos, envejecimos y nuestras expectativas cambiaron. Gracias a estas nuevas tecnologías estamos más pendientes de lo que ocurre en el mundo y dejamos de lado lo que transcurre a nuestro alrededor, en ese circulo estrecho, el familiar.

Muchos ya no están con nosotros, formaron sus familias y se fueron, tienen otras responsabilidades o simplemente se fueron porque quizás esto de celebrar la Navidad se les volvió pesado, comercial o sienten que es una expresión cruda del capitalismo y decidieron disfrutar del feriado, descansando en algún hotel resort.

Mi Navidad, ya no es lo que era antes. Mis hermanos no están en la ciudad, no están en el país, celebrarán este día lejos de casa. Mis papás ya no tienen las mismas fuerzas para preparar o esperar una cena de media noche, prefieren ir a misa con sus niños Jesús y luego, descansar, pidiendo al cielo que la descontrolada pirotecnia no afecte a sus pequeñas mascotas, con las que intentaron llenar el vacío que les dejamos al salir del hogar.

Esta noche iré, como todos los años, a visitar a mis papás, asistiremos a la parroquia de la zona y luego de la misa, me despediré de ellos con un fuerte abrazo, conduciré hasta mi casa y disfrutaré de la compañía incondicional de mi perro, quien ya tienen sus años transcurridos y necesita cada vez más ayuda para subir las gradas o recostarse en su cama. Veré una película o una serie, con el Netflix, no necesito un reproductor de DVD, basta con el Chromecast para ver en HD, algún episodio de Godless o Peaky Blinders.

La Navidad, ya no es lo que era antes, pero quizás podamos convertir en una navidad como la de nunca antes, con tan solo escribir,  no copiar, un mensaje de felicitación y agradecimiento, pero uno que salga del corazón. Hagamos una Navidad diferente para aquella persona quien nos extendió la mano pidiendo limosna, extendámosle la nuestra entregando esperanza y hermandad. Podemos convertir esta Navidad en una sin igual, con tan solo abrazar a la persona quien aún está a nuestro lado y desearle paz y amor, que amor es lo que tanta falta nos hace a todos.

En esta Navidad, les deseo y envío mucha paz y amor a todos, mis queridos amigos y amigas.


martes, 18 de diciembre de 2018

A 90 minutos de la gloria.


Me gusta ver los partidos de fútbol, no me considero un fanático de ese deporte, simplemente me gusta. Sigo al San José de Oruro desde siempre, desde que me acuerdo, desde aquella lejana tarde de domingo, cuando acompañé a mi padre al Jesús Bermúdez. Sentado junto a mi tío abuelo, en la curva sur del estadio, vi el ingreso del equipo de la V azulada, el que fue recibido entre aplausos y ruidos de petardos, fue una escena que me estremeció el cuerpo, desde ese domingo sigo al Santo.

En 1995, fue la primera vez que San José logró el campeonato de la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, lo que permitió su clasificación a una Copa Libertadores de América. Por esos años ya vivía en La Paz y viajé hasta Oruro para ver los dos encuentros internacionales, no fueron buenos resultados, pero el equipo dio una dura batalla.

Otro recuerdo que tengo presente es el campeonato del 2007, hace 11 años atrás, un día miércoles 12 de diciembre viajamos, con mi hijo de 5 años, para ver el partido final del San José de Oruro, contra el, hoy desaparecido, La Paz FC. Abordamos el bus, desde La Paz y al llegar a Oruro, mi papá nos esperaba con las entradas, junto a las puertas del Bermudez. Ingresamos cuando el estadio estaba casi lleno y esperamos el inicio del partido.

Mi hijo también es seguidor del San José, quizás sea más fanático que yo. Recuerdo que esa tarde llevó en una mochila toda su indumentaria, un arlequín de colores blanco y azul, una bandera con el escudo del equipo, una máscara del hombre araña, guantes y pañoletas. Cuando las luces del estadio comenzaron a iluminar, decidió que era el momento para manifestar su alegría, saco de la mochila todos sus accesorios y muy dedicado comenzó su transformación, al cabo de unos minutos, estaba listo para alentar a su equipo, al San José.

A mi hijo, le encanta la diablada, su sueño es bailar en la Diablada Urus, porque son espectaculares, dice. Esa noche estaba convertido en un diablo, uno con los colores del Santo, y al ritmo de la música, que casi siempre está presente en la cancha, comenzó a dar brincos, a mover las manos, bailaba disfrutando de la previa al partido, hermoso fanático, mi padre aplaudía a su lado, todos quedamos encantados en ese momento.

El partido terminó con la victoria, conquistamos un nuevo campeonato, salimos de la cancha felices y nos dirigimos a la plaza principal, donde entre miles de personas, se entonó el himno a Oruro. Las luces navideñas decoraban los árboles de la plaza, nos tomamos unas fotos con el hermoso decorado. Aún no estaba el Instagram, ni el Facebook en linea, solo eran fotos para el recuerdo, para el álbum de la familia.

Muchos años después, una vez mas la oportunidad vuelve a convocar, casi el mismo escenario, un partido de final de campeonato, una clasificación a Copa Internacional, pero esta vez no podré asistir, mi hijo está ausente, se encuentra estudiando a miles de kilómetros de aquí y mi padre tampoco está en Oruro, vive conmigo en La Paz. Veremos el partido por TV o en la pequeña pantalla del celular, no tendremos baile y tampoco tendremos disfraces, pero estoy seguro de que sentiremos la misma emoción, nosotros aquí y mi hijo allá; quizás gracias a la tecnología, estará informado del resultado o con suerte, verá el encuentro mediante Internet.

¡Fuerza San José! Ojalá el miércoles nos llenes de gloria una vez más, y tengamos una hermosa y esperanzadora Navidad, porque estoy seguro que muchos de tus seguidores tan solo tendrán ese momento de felicidad, el que nos acompañará durante el complicado año que se aproxima. ¡Vamos por la gloria!