viernes, 21 de junio de 2019

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

En las últimas semanas, con mi amigo Carlos, entramos en un ritmo de lectura bastante divertido. Compramos varios libros de la tienda virtual de Amazon y en pocos días, los terminamos de leer. Aunque, la parte más entretenida, divertida e interesante es el intercambio de comentarios, opiniones y quizás críticas al texto, vía mensajes al WhatsApp. 

Una mañana, cuando me dirigía al trabajo leí, en la pantalla del celular, un artículo sobre los libros recomendados por Bill Gates para este 2019 y, dentro la exclusiva selección me llamó la atención uno que titulaba “Vida 3.0”. Le comenté a Carlos y el, inmediatamente lo compró de la tienda virtual. Después de algunas horas me escribió un mensaje donde simplemente decía: “Bro, es buenísimo el libro”. No esperé más y lo compré. 

Carlos, escribió en su blog algo sobre Inteligencia Artificial, me imagino que inspirado y motivado por el libro que estamos leyendo, Vida 3.0 de Max Tegmark. A mí también, el libro me atrapó, me motivo y me despertó la curiosidad sobre temas de la programación de algoritmos de autoaprendizaje e Inteligencia Artificial (IA). Vi algunos vídeos y compré otros libros sobre programación en Python. 

El fin de semana, estuve revisando códigos de programas y algoritmo relacionados con la IA. Quedé fascinado con una máquina de Google que aprendió a jugar, desde cero y sin conocimiento previo, un viejo juego de Atari. Fue tal la evolución de la máquina que, con su “conocimiento” adquirido con cada intento, al cabo de un par de horas, resultó ser la mejor en el juego, reforzando eso de que la práctica es el único camino para la mejora continua. El vídeo está en Youtube y titula “Google DeepMind's Deep Q-learning playing Atari Breakout”. 

Al apagar la tablet, me imaginé una máquina que tendría que aprender sus deberes, simplemente con registrar mi comportamiento. La adquisición de “conocimiento”, por parte de la máquina, sería a través del registro de datos, como lo hizo la DeepMind de Google. Cada registro, sería empleado luego para identificar patrones en mi conducta que le permitan programar su comportamiento para optimizar mis actividades, una suerte de asistente robótico. 

Imagine una máquina que registraría toda mi rutina, antes de poder colaborar con mis actividades cotidianas. Imaginé un registro pormenorizado de mis costumbres y todos esos datos almacenados en su base informática. Este ejercicio, me generó una curiosidad mayor, ¿qué registraría? Ingresé, imaginariamente, a la consola del robot y busqué en su base de datos, con algunas consultas y algunas bitácoras generé un archivo, y lo leí. 

Resumen del registro ponderado de las primeras horas del humano asignado. 

Su día comienza a las 6 de la mañana, con una probabilidad del 80% de que se despierte 5 minutos antes de que la alarma del celular se active. El 20% depende de la hora de inicio de su descanso. Si es lunes o viernes, duerme 10 o 20 minutos después de las 12 de la noche. El resto de la semana, 20 minutos antes de la media noche. En todos los casos, tarda 15 minutos en ingresar en la fase 1 del sueño. 

Al momento de dormir, programa su celular con música suave por exactamente 20 minutos, esto le ayuda a alcanzar el sueño, aunque la probabilidad de que se despierte a las 4 AM es del 65%, logra dormir en los próximos 15 minutos de suscitado el evento. Se registraron escasos eventos en los cuales no volvió a dormir, solo un 5% de las veces registradas. No se registraron más de 45 minutos entre que despierta y sale de la casa para trabajar. 

Rutina identificada: ducha, ropa, desayuno, preparativos de los materiales que requiere para su actividad, billetera, llaves y un paquete de pañuelos descartables, son imprescindibles. Solo se tienen dos eventos en los que se olvidó uno de los tres elementos que considera necesarios. No existen registros acerca de olvido de las llaves. 

Conclusión, los tiempos marcan la realización de cada actividad inicial de su día y sus niveles de ritmo cardíaco y respiración suben a medida que los minutos programados se vuelven escasos. Aunque no llegó a niveles de aceleración crítica, se detectó una ansiedad para poder lograr sus objetivos en el tiempo establecido. 

Programación, iniciar el día a las 5:55 y concluir a las 23:40, con música ambiental por 20 minutos. Verificar que los tres elementos necesarios estén siempre en la mochila, caso contrario generar una alarma. Desplegar mensajes visuales y auditivos para marcar los tiempos de realización de los eventos registrados. 

Fin. 

Me desconecté y después de respirar profundamente, me dije: “pareces un robot”.


jueves, 6 de junio de 2019

NIKE

Instalé la aplicación de Kindle (Amazon) en mi vieja tablet Lenovo y desde ese día no he parado de leer. Algo interesante de la aplicación de Amazon es que, una vez terminada la lectura de un libro o días después de realizada la compra de uno digital, te envían un correo electrónico con algunas recomendaciones, resultado de su algoritmo personalizado, que ellos llaman filtrado colaborativo ítem a ítem. Esto consiste en asociar cada producto comprado por un usuario con una lista de productos similares, que se obtiene en función de los elementos que hayan sido adquiridos en un mismo pedido, añadidos al carrito de compras, o almacenados en una lista.

No recuerdo si la recomendación sobre el libro de Phil Knight me llegó por correo electrónico o a través de la página web de Amazon, solo recuerdo que me sentí atraído por la portada negra, el inconfundible “Swoosh” y unas letras sobresalientes que decían: Nunca te pares. 

Revisé los comentarios de otros lectores y pude evidenciar que todos o casi todos le otorgaban al libro 5 estrellas. Lo compré de inmediato y comencé a leer.

Phil Knight, fundador de Nike, comparte en algo más de 400 páginas la historia de una de las principales compañías norteamericana de ropa deportiva, describiendo su creación y evolución, que se dio en medio de un mundo dinámico, donde las marcas deben ser lo suficientemente fuertes como para ser competitivas y además, rentables.

El autor estuvo al frente de Nike, desde 1964 hasta el 2004. En su libro, cuenta con detalles fascinantes como le costó consolidar una empresa, atravesando situaciones muy difíciles, tanto económicas, familiares y personales. Este millonario estadounidense relata el miedo y la frustración que le produjeron diferentes etapas al frente de la marca deportiva, donde uno de sus primeros retos fue persuadir a su padre para financiar su idea. También, detalla los riesgos que enfrentó, los contratiempos, la permanente lucha con los competidores, los escépticos, sus enemigos y algunos banqueros hostiles, así como sus grandes triunfos. Sobre todo, recuerda la relación con su exentrenador de la universidad, Bill Bowerman, quien fuera su primer socio en la Blue Ribbon Sports, que también es anecdótico cómo surgió ese primer nombre de la compañía, que años más tarde sería Nike.

El libro es apasionante, desde el primer capítulo, hasta el último. Me quedé atrapado durante horas por la narrativa y la historia, me tomó unos cuantos días dar fin con las hojas digitales y me trajo a la mente algunos eventos históricos ocurridos durante los años 80 y 90. Sin embargo, también sentí que este libro debería ser leído por mi hijo, por todos aquellos jóvenes quienes comienzan a interactuar en nuestra sociedad, por aquellos quienes tienen los sueños intactos ya que, Knight nos enseña algo importante, que es el de luchar por lo que uno cree y quiere, sobreponiéndose a los diferentes obstáculos, con sacrificio y dedicación.

Definitivamente, es un libro escrito para ser una inspiración a las futuras generaciones, donde estoy seguro encontraremos a los constructores del mañana, a los nuevos visionarios quienes le harán frente a la adversidad, empleando las nuevas herramientas que se están desarrollando.


lunes, 24 de diciembre de 2018

La Navidad de antes

Escuché decir: “la Navidad, ya no es lo que era antes. Por su puesto que no, antes llamábamos a nuestros seres queridos y les deseábamos una feliz Navidad. Hoy, les escribimos un mensaje de texto y con eso sentimos que ya cumplimos o simplemente, reenviamos una postal digital que nos llegó al grupo de WhatsApp.

Quedaron en el tiempo aquellas cenas en casa, cuando se dedicaban horas a la preparación, donde todos colaborábamos, desde pelar las habas hasta dejar reluciente la vajilla especial. Hoy, basta con una llamada al servicio de delivery y la cena estará en casa, en platos descartables y con cubiertos de plástico.

Aún vamos a comprar los regalos a las ferias navideñas, a la Calatayud o a la Uyustus, pero preferimos regalar una tarjeta con un monto impreso en el anverso y que vayan al Mall a escoger lo que deseen, ya no hay porque preocuparse por un regalo de su agrado.

La Navidad, ya no es lo que era antes. Crecimos, envejecimos y nuestras expectativas cambiaron. Gracias a estas nuevas tecnologías estamos más pendientes de lo que ocurre en el mundo y dejamos de lado lo que transcurre a nuestro alrededor, en ese circulo estrecho, el familiar.

Muchos ya no están con nosotros, formaron sus familias y se fueron, tienen otras responsabilidades o simplemente se fueron porque quizás esto de celebrar la Navidad se les volvió pesado, comercial o sienten que es una expresión cruda del capitalismo y decidieron disfrutar del feriado, descansando en algún hotel resort.

Mi Navidad, ya no es lo que era antes. Mis hermanos no están en la ciudad, no están en el país, celebrarán este día lejos de casa. Mis papás ya no tienen las mismas fuerzas para preparar o esperar una cena de media noche, prefieren ir a misa con sus niños Jesús y luego, descansar, pidiendo al cielo que la descontrolada pirotecnia no afecte a sus pequeñas mascotas, con las que intentaron llenar el vacío que les dejamos al salir del hogar.

Esta noche iré, como todos los años, a visitar a mis papás, asistiremos a la parroquia de la zona y luego de la misa, me despediré de ellos con un fuerte abrazo, conduciré hasta mi casa y disfrutaré de la compañía incondicional de mi perro, quien ya tienen sus años transcurridos y necesita cada vez más ayuda para subir las gradas o recostarse en su cama. Veré una película o una serie, con el Netflix, no necesito un reproductor de DVD, basta con el Chromecast para ver en HD, algún episodio de Godless o Peaky Blinders.

La Navidad, ya no es lo que era antes, pero quizás podamos convertir en una navidad como la de nunca antes, con tan solo escribir,  no copiar, un mensaje de felicitación y agradecimiento, pero uno que salga del corazón. Hagamos una Navidad diferente para aquella persona quien nos extendió la mano pidiendo limosna, extendámosle la nuestra entregando esperanza y hermandad. Podemos convertir esta Navidad en una sin igual, con tan solo abrazar a la persona quien aún está a nuestro lado y desearle paz y amor, que amor es lo que tanta falta nos hace a todos.

En esta Navidad, les deseo y envío mucha paz y amor a todos, mis queridos amigos y amigas.


martes, 18 de diciembre de 2018

A 90 minutos de la gloria.


Me gusta ver los partidos de fútbol, no me considero un fanático de ese deporte, simplemente me gusta. Sigo al San José de Oruro desde siempre, desde que me acuerdo, desde aquella lejana tarde de domingo, cuando acompañé a mi padre al Jesús Bermúdez. Sentado junto a mi tío abuelo, en la curva sur del estadio, vi el ingreso del equipo de la V azulada, el que fue recibido entre aplausos y ruidos de petardos, fue una escena que me estremeció el cuerpo, desde ese domingo sigo al Santo.

En 1995, fue la primera vez que San José logró el campeonato de la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, lo que permitió su clasificación a una Copa Libertadores de América. Por esos años ya vivía en La Paz y viajé hasta Oruro para ver los dos encuentros internacionales, no fueron buenos resultados, pero el equipo dio una dura batalla.

Otro recuerdo que tengo presente es el campeonato del 2007, hace 11 años atrás, un día miércoles 12 de diciembre viajamos, con mi hijo de 5 años, para ver el partido final del San José de Oruro, contra el, hoy desaparecido, La Paz FC. Abordamos el bus, desde La Paz y al llegar a Oruro, mi papá nos esperaba con las entradas, junto a las puertas del Bermudez. Ingresamos cuando el estadio estaba casi lleno y esperamos el inicio del partido.

Mi hijo también es seguidor del San José, quizás sea más fanático que yo. Recuerdo que esa tarde llevó en una mochila toda su indumentaria, un arlequín de colores blanco y azul, una bandera con el escudo del equipo, una máscara del hombre araña, guantes y pañoletas. Cuando las luces del estadio comenzaron a iluminar, decidió que era el momento para manifestar su alegría, saco de la mochila todos sus accesorios y muy dedicado comenzó su transformación, al cabo de unos minutos, estaba listo para alentar a su equipo, al San José.

A mi hijo, le encanta la diablada, su sueño es bailar en la Diablada Urus, porque son espectaculares, dice. Esa noche estaba convertido en un diablo, uno con los colores del Santo, y al ritmo de la música, que casi siempre está presente en la cancha, comenzó a dar brincos, a mover las manos, bailaba disfrutando de la previa al partido, hermoso fanático, mi padre aplaudía a su lado, todos quedamos encantados en ese momento.

El partido terminó con la victoria, conquistamos un nuevo campeonato, salimos de la cancha felices y nos dirigimos a la plaza principal, donde entre miles de personas, se entonó el himno a Oruro. Las luces navideñas decoraban los árboles de la plaza, nos tomamos unas fotos con el hermoso decorado. Aún no estaba el Instagram, ni el Facebook en linea, solo eran fotos para el recuerdo, para el álbum de la familia.

Muchos años después, una vez mas la oportunidad vuelve a convocar, casi el mismo escenario, un partido de final de campeonato, una clasificación a Copa Internacional, pero esta vez no podré asistir, mi hijo está ausente, se encuentra estudiando a miles de kilómetros de aquí y mi padre tampoco está en Oruro, vive conmigo en La Paz. Veremos el partido por TV o en la pequeña pantalla del celular, no tendremos baile y tampoco tendremos disfraces, pero estoy seguro de que sentiremos la misma emoción, nosotros aquí y mi hijo allá; quizás gracias a la tecnología, estará informado del resultado o con suerte, verá el encuentro mediante Internet.

¡Fuerza San José! Ojalá el miércoles nos llenes de gloria una vez más, y tengamos una hermosa y esperanzadora Navidad, porque estoy seguro que muchos de tus seguidores tan solo tendrán ese momento de felicidad, el que nos acompañará durante el complicado año que se aproxima. ¡Vamos por la gloria!

lunes, 21 de agosto de 2017

Día Dos. Llallagua - Macha

Descanso, alimentación e hidratación, creo que son la clave para una buena pedaleada. Este segundo día estuvo mejor que el anterior, no sufrí pinchaduras y tampoco malestares, recorrí los casi 90 kilómetros sin mayor dificultad.
Después de cenar, regresé a mi cómoda habitación del hotel, vi un canal de televisión que no recuerdo y en menos de cinco minutos ya me era imposible seguir viendo el programa, busqué el control remoto y apagué el televisor.
Todos los días de Dios, despierto a las 6 AM, hoy no fue la excepción. Tome uno de los bidones, lo llené con la leche de soya que había comprado la noche anterior y puse la Fórmula 1 sabor café late, con vainilla y proteína de Herbalife, agité por algunos minutos y terminé los 600 ml, volví a preparar la Fórmula, disfruté de un desayuno delicioso y nutritivo con los otros 400 ml que sobraban.
Mientras preparaba mi equipaje, separé en dos pequeñas bolsas las almendras, nueces y pasas que traje, una para esta etapa y la otra sería para el último recorrido. Lavé los botellones, los llené con agua y los mezclé, uno con H24 Hydrate y NRG y el otro con LiftOff.
Anoche me di cuenta que con el apuro del último pinchazo, pusimos la cubierta delantera al revés, así que lo primero que hice fue arreglar ese detalle, no me tomó mucho tiempo y alcancé a desayunar  con el grupo. En esta etapa nos esperaba un desafío, el Infiernillo.
Durante días Ricardo nos estuvo hablando de una tremenda escalada, queríamos que Dardo nos espere en la camioneta justo en la cima, no queríamos subir con el equipaje, pero no pudimos convencerlo, tenía planeado volver a La Paz, únicamente nos acompañaría hasta el medio día, con el tiempo suficiente para retornar, con él regresarían Helen y Xavi, nuestro grupo se dividiría.
Salimos de Llallagua en buena compañía y antes de arrancar, la Asociación de Ciclismo nos realizó una entrevista que fue grabada en la cámara de vídeo del papá de Ruth. Mientras nos entrevistaban, Marcelo y Ricardo aprovecharon para tomarse las últimas fotografías en la plaza de Llallagua. Al cabo de algunos minutos nos dieron la partida simbólica, realmente fue una despedida emotiva. Cuando cayó esa bandera a cuadros Xavi y Helen arrancaron con todo, Ricardo y Marcelo trataron de seguirlos, pero les dije que no era lo adecuado, puesto que, a nosotros tres nos esperaba un recorrido más largo, es así que tomamos un ritmo  de pedaleo conservador, mientras veíamos como nuestros dos amigos se alejaban rápidamente en sus bicicletas.
Es impresionante el paisaje que te regala el altiplano boliviano, hermosas montañas, de rato en rato nos cruzábamos con rebaños de ovejas o llamas; pedaleamos sobre una carretera asfaltada, que cada ciertos tramos se cubría con una alfombra de tierra, fruto de los vientos de la región.
Durante la primera parte, tuvimos un ascenso no muy exigente y al final, un descenso de locura, realmente de vértigo. Por varios kilómetros bajamos raudamente hasta terminar en un pequeño valle. Al ingreso del pueblo nos esperaba Dardo, con la camioneta donde ya estaban las bicicletas de Helen y Xavi, todo listo para su retorno.
Almorzamos una deliciosa sopa de quinua y un poco de pollo al carbón. Fue un instante emotivo, nos tomamos fotografías, nos deseamos buena suerte, nos recomendamos precaución y con un fuerte abrazo nos despedimos.
Helen, me prestó su chaleco amarillo con cintas reflectoras, el que había usado durante el recorrido, le agradecí. Con los primeros minutos de la tarde Ricardo, Marcelo y yo, comenzamos a pedalear rumbo al Infiernillo.


Me gusta escalar, lo disfruto muchísimo, pero era la primera vez que lo hacía con una mochila de casi siete kilos en la espalda, Ricardo preparó su bicicleta para llevar un pequeño bolsón entre el asiento y la tija, Marcelo instaló un par de alforjas en la parte trasera de la suya. Ambos me habían indicado que era una locura que lleve una mochila con mi equipaje, que me lastimaría la espalda, pero en contra de sus recomendaciones, decidí probar.
Subimos la montaña administrando las energías, coordinamos realizar algunas paradas cada hora o si nos alejábamos, siempre tratando de mantener compacto el reducido grupo. Con Ricardo encaramos el Infiernillo y Marcelo nos seguía metros atrás, fueron varios kilómetros que los aprovechamos para charlar, deteniéndonos cada cierto tiempo en espera de Marcelo, quien no quería perder su ritmo y no se detuvo en todo el ascenso. En una de esas paradas, me tomé una selfie, intenté subir a mi cuenta de Instagram, pero ya la señal de telefonía se había perdido.
Al llegar a la cima sentí como si hubiera conquistado el Everest, agité el brazo contra el viento que en ese momento soplaba ligeramente, comenzaba a caer la tarde y me sentía fenomenal. Desde ahí, serían kilómetros de bajada hasta llegar a Macha.
En el descenso, Marcelo tomó la delantera, con Ricardo seguimos un ritmo más lento y yo, cuidando de no pinchar ninguna de las llantas. Llegamos a un pueblito que creímos que era Macha, pero no, preguntamos a un grupo de personas, que se encontraban a un costado de la carretera, cuántos kilómetros faltaban, nos indicaron que no muchos, ya acostumbrados a la ambigüedad de las referencias, calculamos que serían un par de horas más. Aprovechamos para tomarnos una fotografía y continuar.
Arribamos a Macha con lo último de la tarde, teníamos muchísima hambre y sed, ingresamos al pueblo, en la plaza celebraban el 6 de Agosto, con chancho y cordero a la cruz. No buscamos un hotel, simplemente fuimos a comer y festejar nuestro desafío cumplido, ordenamos una cerveza, tres platos de comida y tuvimos una divertida recapitulación del viaje.
Ya con las energías recargadas, dimos un par de vueltas al rededor de la plaza y encontramos un pequeño hotel, donde nos permitieron dejar las bicicletas y tomar una ducha refrescante. Al día siguiente tendríamos nuestra próxima etapa, una contra reloj, deberíamos llegar a Sucre antes de las 18:30, pero nos esperaba lo peor del camino.


jueves, 10 de agosto de 2017

Día Uno. Oruro - Llallagua.

Inicié mal. Se pincharon las dos llantas de mi bicicleta, primero la trasera y después, la delantera. Me caí, culpa del segundo pinchazo. No administré mi energía y a menos de cinco kilómetros del final quedé parado, mareado y viendo puntos blancos, a un costado de la carretera. Llegué a Llallagua prácticamente arrastrado por la bicicleta de Ricardo.

Mi amigo Dardo, el día jueves le comunicó a Ricardo que podría llevarnos en su camioneta, fue una excelente noticia, es así que, el viernes por la noche recogimos las bicicletas del taller de David y emprendimos el viaje rumbo a Oruro, donde pasaríamos la noche. Fue complicado conseguir hotel, a la media noche no hay mucho de donde elegir y peor con garaje. Desde la terminal de buses fuimos a uno que me habían recomendado, el Claymore, pero no nos abrieron la puerta, necesitábamos reserva previa, no la teníamos. Recorrimos varias cuadras y preguntamos en cada hotel que veíamos, hasta que por fin encontramos uno, no recuerdo el nombre, está en la calle 6 de Agosto, tenía garaje y no exigía reservación.

Esa primera noche casi no dormí, tengo el sueño ligero y el bullicio de la calle próxima me incomodó. Desperté a las cuatro de la mañana y estuve una hora y media leyendo el Twitter y el Facebook, cuando recién concilié el sueño ya era hora de salir a desayunar. No fui al club de Sandra, atienden desde las 8, si el administrador del edificio llega a tiempo, no podía esperar, teníamos planificado partir a las 7. Preparé mi nutrición Herbalife que consistió en el Fórmula 1 de vainilla, galletas y proteínas, pero solo pude preparar 400 ml. Con la prisa, no mezclé el H24 Hydrate con el NRG, sólo puse un sobre del Hydrate en un bidón y en el otro LiftOff, que en los últimos kilómetros sería mi salvación. ¡Gracias Luis por el LiftOff!

Por seguridad, Dardo nos llevó en la camioneta hasta la tranca de salida a Potosí. Cerca del puesto de control aduanero nos tomamos varias fotos, todos muy felices por iniciar la travesía. En una columna, formando un tren amarillo brillante, estuvimos los cinco ciclistas que pedimos se respete el metro y medio, Helen, Marcelo, Ricardo, Xavier y yo, casi en ese orden. Durante los primeros cinco kilómetros pedaleamos en línea, no sé porque, pero cuando nos pasaron un grupo de motociclistas decidí adelantar.  No recorrí ni 500 metros y sufrí el primer pinchazo, sentí como la llanta trasera comenzó a resbalar, frené y la vi completamente baja, un pedazo de cable eléctrico fue el culpable.

Durante varios kilómetros viaje condicionado, entonces me pegue a una rueda y la seguí, sin adelantar, solo mantuve su ritmo. Llegamos a Huanuni, es impresionante el centro minero, dimos una vuelta por el pueblo, que celebraba la efemérides nacional, vimos a muchos escolares quienes, con sus uniformes impecables, se apresuraban para llegar al centro de concentración, no nos quedamos mucho tiempo, decidimos continuar rumbo a Llallagua, el plan era almorzar en el camino. En la camioneta de Dardo llevábamos pan, queso, jamón y café. 

Salimos de Huanuni, que al final de una corta trepada encontramos una vista espectacular del pueblo, tomé una foto y trate de alcanzar al grupo, ya con la velocidad adquirida, decidí adelantarlos. Fui detrás de la camioneta por varios kilómetros, la bicicleta estaba espectacular, rodaba de maravilla en la carretera, pero de pronto comencé a sentir un agarre extraño, segundos más tarde vi el neumático delantero totalmente plano, rápidamente liberé el pie derecho del clip, pero no alcance a sacar el izquierdo, la bicicleta dio un giro y caí de rodillas sobre el asfalto a menos de 100 metros de donde Dardo nos esperaba para almorzar. Me levanté, recogí la bicicleta y fui caminando hasta la camioneta. Mis amigos no tardaron mucho en llegar, les comenté lo del pinchazo y me ayudaron a parchar, mientras ellos almorzaban yo parchaba, colaboraba con el cambio de neumático y la parte más dura, el volver a inflar. Pasaron como 45 minutos antes de que el grupo retomara la ruta con buena energía, menos yo, que no me di el tiempo para almorzar, saque una barra de granola y seguí adelante.

A unos pocos kilómetros antes de terminar el último ascenso a Llallagua, comencé a sentirme mal, era el primero y Xavi me seguía a unos 200 metros, ví una barrera de seguridad en el peralte de una curva y me detuve, sentí un mareo horrible, me indispuse, me dolía el cuello. Pasaron Xavi y Helen, me preguntaron si estaba bien, les dije que si, mentí. Algo de lo que no me percaté fue que en la caída la rueda delantera quedo algo frenada. Ricardo y Marcelo bajaban fácilmente a más de 50 km/hr y yo no lograba alcanzarlos. Por varios minutos estuve tratando de recuperar energías, sin esforzarme durante el descenso, tratando de que el aire frío refresque mi cuerpo, pero el dolor en el cuello se volvía más insoportable, hasta que llegamos al ingreso de Llallagua, fui el último en arribar, estaba totalmente fundido. No había desayunado la cantidad que debía, no había almorzado, una barbaridad.

Al llegar a Llallagua, nos esperaba Ruth y su papá, quien dirige la asociación de ciclismo local, fue un recibimiento increíble, sentimos muchísimo cariño. Muy gentilmente nos invitaron a acompañarlos en el desfile cívico en conmemoración de las fiestas patrias. Desde el colegio que no desfilaba, pero como no compartir con ellos ese cinco de agosto especial. Subimos con las bicicletas hasta el pasaje boulevard, la calle peatonal próxima a la plaza principal, donde se había instalado el palco oficial, con la presencia del Alcalde y otras autoridades de la comuna. Fuimos cinco ciclistas quienes en representación de miles, llevamos nuestro pedido del metro y medio en las calles y carreteras. Me sentí muy contento y ojalá ese pedido de respeto, se difunda desde Llallagua hasta el último rincón del país.




viernes, 4 de agosto de 2017

Listos para el Oruro - Sucre

Y llegó el día, dentro de algunas horas partiremos en enlace hasta Oruro y mañana temprano comenzaremos a pedalear rumbo a Llallagua que, de acuerdo con el plan, serán algo más de 85 kilómetros con un ascenso continuo hasta llegar a los 4500 m.s.n.m.

Esta mañana fui al club de bienestar de Luis, quedé en desayunar ahí y realizar mi evaluación periódica. Vi los resultados de mi evaluación en el WhatsApp, bajé otros 600 gramos en estos últimos diez días; lo que me complace es saber que el requesón con marraqueta no incidió, ¡sí!

Mientras desayunaba en el club, trataba de ultimar los detalles acerca de mi nutrición asistida por Herbalife. El desayuno de mañana ya está asegurado, iré al club de bienestar de Sandra, que queda cerca de la Terminal de Buses. También tengo listos un par de frascos con Fórmula 1 y Proteína, para aquellos días cuando no tendré asistencia de algún club. Junto con las nueces, almendras y pasas, llevo el NRG, el Hydrate H24 y los tres LiftOff que me regaló Luis, ¡son fantásticos!

Ayer terminé de preparar la mochila, finalmente me decidí a llevar una mochila y no la parrilla para la bicicleta, espero que sea la mejor determinación. Durante dos días estuve leyendo artículos, comentarios y recomendaciones acerca de llevar alforjas o mochilas, muchos a favor de las alforjas y otros por la mochila, que son mejores o peores, pero fue un post el que ayudó en mi determinación, el razonamiento era simple, si la distancia no es muy larga y se llegará a un alojamiento, es suficiente una mochila. Y son precisamente esas las condiciones de nuestro viaje, recorreremos 85 Km por día y pernoctaremos en algún hotel o residencial, no llevaremos carpas ni utensilios para cocinar. Retiré la parrilla de mi bicicleta, la que me dio tantos dolores de cabeza instalar y preparé la mochila.

Instalé los bidones en la bicicleta, a regañadientes, pero tuve que hacerlo, puesto que, si llevaré una mochila con mi ropa y víveres, no habrá espacio para el CamelBak, no tuve otra alternativa que instalar los portabidones. También decidí llevar cubiertas semi slick, y pasar de 26x2.00 a 26x1.80 ya que, la mayor parte del recorrido será sobre asfalto y los últimos kilómetros de tierra, aunque ayer mi papá me dijo que todo el camino ya está asfaltado, un amigo suyo le comentó eso, ojalá sea cierto.

Otro aspecto importante fue el mantenimiento técnico de la bicicleta. Esta vez, la lleve a un mecánico recomendado por mi amiga Helen, dicen que es un experto en el tratamiento de las bicicletas. Su taller queda en Ciudad Satélite, en la ciudad de El Alto. Con el teleférico, que conecta La Paz con El Alto, nos tomó algo menos de 40 minutos el llevar las bicicletas, hoy por la noche las recogeremos, estoy contando las horas para ver cómo quedó, ya que le pedí a David, el mecánico, que cambie el disco y las pastillas de freno, como también una limpieza general. Siguen faltando detalles, se me terminó el pegamento para los parches de goma, no tengo aceite para la cadena, debo comprar en alguna tienda, espero que el mecánico de bicicletas tenga lo que me falta y por fin podré cerrar la mochila.

Esta vez, no viajará todo mi equipo, se queda Cintia, tiene otros planes para el fin de semana largo y Manuel decidió pedalear por una ruta diferente, recorrerá desde La Paz hasta Cochabamba, ida y vuelta, me hubiera gustado acompañarlo, pero ir por las minas bolivianas tiene, para mí, un atractivo diferente, son lugares que no conozco, Ricardo me dice que hay sitios emblemáticos de nuestra historia, los que vale la pena visitar. Como nos recomendó Cintia, esta no será una carrera de bicicletas, tampoco será una demostración de resistencia, será un recorrido entre amigos, disfrutaremos de la ruta y de la historia que almacena esa zona hermosa de Bolivia, así que nos divertiremos muchísimo, capturando en fotografías todos esos inolvidables instantes que nos esperan por vivir.