jueves, 16 de noviembre de 2023

iPhone Soup

Hace algunas semanas, nos encontrábamos en la famosa tienda Apple en la quinta avenida de Nueva York. La fiebre por el iPhone 15 se había desatado a finales de septiembre y muchos fanáticos, totalmente desesperados, deseaban apropiarse de aquel producto sin importar su precio. En la tienda yo hacía de intérprete, ya que, los dispositivos con el logo de la manzana mordida no me atraen, sin embargo, para mis familiares forma parte de sus artefactos favoritos.

Habíamos intentado comprar en línea, pero el sistema indicaba que la entrega se realizaría en aproximadamente cinco semanas después de efectuado el pedido. También, tratamos de conseguir el novedoso equipo en un centro comercial de la ciudad de Orlando, donde nos indicaron que no los tenían en ninguno de sus sabores o colores. Con la última esperanza, en Nueva York, nos dirigimos a la esquina sureste del Central Park.

Descender por las escaleras de caracol de aquella tienda especializada en electrónica, genera mucha expectativa y al llegar al subsuelo, se puede apreciar toda su gama de productos distribuidos en amplias mesas de madera prensada. Me generó curiosidad, la larga fila de compradores que esperaban la atención del personal para poder adquirir un equipo celular.

Esa fila de fieles consumidores la había visto en la tienda de Orlando y nuevamente se apreciaba la misma o mayor demanda en el recinto neoyorquino. Sin otra alternativa, nos formamos en la zigzagueante línea. Creo que pasaron 50 minutos y recién habíamos alcanzado la mitad del circuito cuando uno de los vendedores, de cerca de dos metros y casi 200 kilos, gritó a la multitud: “Únicamente iPhones 15 Pro Max de 1 TB. ¡Siguiente!”. En ese momento me acordé de la serie de televisión: Seinfeld.

El sexto episodio de la séptima temporada de Seinfeld, conocido como “The Soup N@z1”, es una parábola rica en lecciones para los profesionales del marketing y la atención al cliente. La trama se centra en un vendedor de sopas, al que los personajes se refieren al estricto chef como el “Soup N@z1”, debido a su enfoque autoritario.

La primera lección que se puede extraer de este episodio es la importancia de la consistencia del producto. El negocio de sopas ofrece un producto de alta calidad que atrae a los clientes a pesar de su notorio mal trato. Esto demuestra que un producto superior puede, hasta cierto punto, compensar un servicio deficiente.

Sin embargo, la falta de habilidades interpersonales y la rigidez en el proceso de servicio al cliente del arbitrario chef tienen implicaciones negativas para su negocio. En marketing y atención al cliente, la interacción humana juega un papel crucial en la fidelización. El trato hostil que se dispensa a cualquiera que no siga las estrictas reglas al pedir una sopa ilustra la importancia de la flexibilidad y la adaptabilidad en el servicio.

El episodio también resalta la importancia de la experiencia del cliente. El ambiente hostil y el temor de ser rechazado por un comportamiento leve crea una experiencia estresante y negativa. En el mundo real, tal enfoque de “todo o nada” hacia el servicio al cliente probablemente llevaría a la pérdida de compradores y a críticas negativas, algo que cualquier negocio debe evitar para mantener una buena reputación y un crecimiento sostenible.

Otro aspecto importante es la comunicación con el cliente. La comunicación efectiva y clara es crucial para satisfacer sus expectativas. Aunque los personajes principales de Seinfeld eventualmente aprenden cómo ordenar correctamente para evitar la ira del chef, en la realidad, muchos clientes no estarían dispuestos a tolerar tal aprendizaje y preferirían simplemente ir a otro lugar.

Finalmente, uno de los momentos más destacados del episodio ocurre cuando Elaine obtiene una serie de recetas del autócrata chef, lo que destaca la vulnerabilidad de los secretos comerciales en la industria de la alimentación. Esta situación es una advertencia de que la sostenibilidad a largo plazo de un negocio no puede depender únicamente de un producto, por muy excelente que sea. Debe ser apoyada por una marca sólida, una relación positiva con los clientes y estrategias de marketing que promuevan lealtad y recomendaciones boca a boca.

No estábamos dispuestos a pagar una fortuna por el único modelo de celular disponible en ese momento y decidimos probar suerte en otra tienda Apple. Cruzamos Central Park y en el lado este encontramos una, gracias a las indicaciones precisas de Google Maps. Ahí, nos indicaron que, al día siguiente, muy temprano, podríamos lograr adquirir un iPhone 15 con las características que deseábamos.

Como nos habían recomendado, a la mañana siguiente, regresamos a la tienda en la quinta avenida, donde preguntamos de forma puntual y cortés por el iPhone 15 Pro Max de 256 GB. El vendedor sin dudarlo nos indicó que lo tenían, pero únicamente en color blanco.

— Lo queremos.
— ¡Siguiente!

 


martes, 14 de noviembre de 2023

Noches de insomnio

En lo más profundo de la noche, una voz se arrastraba a través del éter como un fantasma melancólico de aquellos gloriosos días de la radio. Ese pequeño rincón en el mundo, un estudio totalmente desgastado y únicamente decorado con recuerdos del ayer, con el paso del tiempo se convertía en un santuario dedicado a la música que alguna vez unió corazones y mentes a través de distancias inimaginables.

La voz de Samuel resonaba envolviendo la ciudad inmaterial con las melodías de épocas doradas y las anécdotas más inesperadas. Era un locutor de radio, de aquellos que la gente pensaba que ya no existían, viajero en el tiempo a través de ondas electromagnéticas, guardián de los secretos de las estrellas de rock y confidente de los insomnes. Su bunker musical estaba adornado con vinilos de antaño y carteles de conciertos legendarios. Desde aquel lugar emblemático de la radio, que hacía de cápsula del tiempo tejida de melodías ya casi olvidadas, transmitía su programa "Noches de Insomnio".

Cada noche, este disc jockey inmortal navegaba por tormentas hertzianas de nostalgia, desafiando a una modernidad implacable que amenazaba con eliminar su legado, a medida que sentía que sus jóvenes oyentes ya no se congregaban devotamente alrededor de la radio. La disruptiva tecnología les había dado alas para explorar universos de música en la palma de sus manos, dejando a Samuel predicando en un templo cada vez más vacío.

A pesar de que el desfile digital marchaba inexorablemente hacia adelante y la audiencia que una vez había confiado en él empezó a desvanecerse, como estrellas fugaces que desaparecen en el firmamento, el alma del locutor estaba envuelta en los compases de clásicos que resonaban en su estudio sonoro como himnos de tiempos más simples, cuando las personas todavía creían en la magia de la radio.

Samuel había visto nacer y morir emisoras, pero siempre supo mantenerse en la cima de la noche con su programa radiofónico. Sus conocimientos musicales eran tan profundos que podía recitar el historial de cada banda o artista como si hubiera sido parte de su familia. En aquel momento de gloria, para los jóvenes él era un gurú y para los más veteranos un compañero de nostalgia. 

Como el cambio es la única constante, y a medida que el torrente de la modernidad arrasaba con todo, los servicios de streaming plantaron bandera en el reino de la música. Spotify, Apple Music y Deezer, entre otros, se convirtieron en los guardianes de infinitos catálogos digitales, siempre disponibles con tan solo pulsar en una diminuta pantalla. Las listas de reproducción personalizadas suplantaron cuidadosamente los programas producidos con la meticulosidad de un orfebre y la inmediatez venció al deleite de esperar la elección sorpresiva del locutor.

La joven audiencia de Samuel comenzó a encogerse como un elástico en reposo. Las estadísticas no mentían; sus fieles oyentes envejecían con él, y las nuevas generaciones casi nunca recurrían a la radio, ni en busca de nostalgia eventual, ni por el encanto a lo vintage. Con cada susurro de estática o minuto de silencio en la línea telefónica cuando los invitaba a llamar, sentía el peso de un mundo cambiante presionando contra la puerta de su cabina. La dura realidad amenazaba con sofocar la chispa de su pasión, dejándolo a la deriva en un mar de olvido e irrelevancia. Pero Samuel era un luchador, un amante de la música dispuesto a reinventarse. No se rendiría ante la primera señal de obsolescencia. Incluso en la tormenta perfecta, hay destellos de oportunidad, se repetía.

Fue esa chispa indomable de resiliencia la que encendió una llama que iluminaría una nueva senda. Samuel entendió que si se aferraba solo al pasado, se desvanecería junto con las memorias que tan celosamente guardaba. Era necesario evolucionar, unir el brillo de lo antiguo con la promesa de lo nuevo. Así, comenzó su metamorfosis.

Empezó a enlazar su programa con las redes sociales, integró el streaming a su emisora, creando lo que llaman un hashtag que se convertía en tendencia. Llevó a "Noches de Insomnio" a los podcasts, creó listas colaborativas en las plataformas, invitando a sus oyentes a ser parte de la programación, enfrentando de esta manera a ese fenómeno que retaba su existencia aunque también le ofrecía una tabla de salvación en este caótico mar digital. Entrevistó a esos influencers, a aquellos que con un pie en el pasado y otro en el futuro hilvanaban la vieja escuela y la nueva era.

Compartió la historia detrás de cada canción en las redes sociales, insuflando vida en las melodías anticuadas con anécdotas contemporáneas. Transformó su venerable programa en un podcast que podía ser descargado y disfrutado en cualquier momento, en cualquier lugar, por cualquier alma errante en busca de conexión. Estableció alianzas insospechadas con las plataformas de streaming, y así, el pasado y el futuro encontraron armonía.

La batalla por capturar y retener la atención del público juvenil fue ardua, y a veces dolorosa, pero con cada película de época que romantizaba su oficio y con cada adolescente que descubría un clásico gracias a su recomendación, Samuel sentía que había ganado algo. La lucha fue larga y llena de obstáculos, pero con su voz infatigable y su corazón encendido por la música, comenzó a ver cómo las nuevas identidades digitales dejaban de ser extrañas y se convertían en aliadas.

Lentamente, las lluvias de soledad comenzaron a ceder ante el creciente número de quienes descubrieron o redescubrieron "Noches de Insomnio". Una nueva generación, armada con su pasado y hambrienta de su sabiduría, empezó a escuchar. La radio, su gran amor, había resistido y evolucionado, donde su voz digital se mantendría inmortal como el guardián de la noche, un cronista de lo intemporal. Las generaciones pueden cambiar, los medios pueden transformarse, pero la magia de conectar a través de la música será atemporal.