sábado, 9 de septiembre de 2023

Pie de viento

No soy un fanático del fútbol boliviano. El interés que tenía hacia los torneos organizados por la LFPB terminó cuando el equipo representante de mi región descendió de la categoría profesional, hace ya muchos años atrás. Es indudable que disfruto de ver, por televisión, un partido de la Copa Libertadores de América o una competencia internacional, sin embargo, ya no tengo la motivación para asistir al estadio, pagar por una entrada y alentar desde la tribuna a un onceno de jugadores.

Aún resulta difícil abstraerse de lo que está ocurriendo por estos días en lo que se refiere a la Liga profesional. Son diversos los canales de televisión, emisoras de radio y medios de prensa, que hacen alusión a aquellos audios filtrados en los que se escuchan a personas transar los resultados de un encuentro de fútbol. No es algo nuevo y tampoco será la última vez que esto ocurra. Desestimar un torneo amañado, despedir a jugadores corruptos o destituir a dirigentes sin escrúpulos, quizás aplaque un poco el mal enraizado en ese deporte, pero seguramente en un futuro, se volverá a hablar de lo mismo. Esto no solo pasa en Bolivia, es un mal mundial, una pandemia similar a la del Coronavirus reciente.

Recuerdo que la pasada tarde, mientras escuchaba las noticias del escándalo en que se vio envuelta la comunidad futbolera nacional, el taxi que me transportada desde el centro de la ciudad de La Paz a la zona sur, pasó cerca de una cancha en la que vi a niños que practicaban las jugadas enseñadas por el entrenador, otros realizaban una actividad física regenerativa y los pocos atajaban los remates de sus compañeros. Resultó triste ver esa escena mientras la banda de sonido la ponían las últimas noticias que eran difundidas dentro del vehículo. Quedaron expuestos dirigentes, jugadores, árbitros de la LFPB y otros miembros de una red de corrupción, la que tenía como objetivo el de arreglar los partidos del torneo profesional y el de segunda división. Fue entonces cuando me abordaron varias preguntas: ¿Por qué esos niños no practican el atletismo, el ciclismo, la natación, el taekwondo u otra disciplina deportiva? ¿Por qué sus padres siguen motivando a sus hijos para que continúen alimentando una actividad que nunca nos dio grandes satisfacciones?

Cuando se habla de glorias pasadas, sale a flote el recuerdo de la selección boliviana del 94, aunque ya casi nadie se acuerda de Etcheverry, Rimba, Truco u otros jugadores artífices de la única clasificación a un mundial por mérito propio. Tengo una hipótesis sobre ese logro y cómo algunos sucesos tuvieron que ocurrir para que Bolivia y Colombia sean las dos selecciones con participación inédita en un mundial de fútbol organizado por la FIFA.

El lunes pasado, un periódico de circulación nacional, dedicó toda una separata para destacar al mejor jugador de fútbol de la historia boliviana y fue precisamente Etcheverry el seleccionado. Triste saber que se gastó tanto papel y tinta para retrotraer a la memoria colectiva a un deportista que está ya más de veinte años alejado de las canchas, haciendo referencia a alguien que solo se lo ve jugar en viejos vídeos que se hallan en algún lugar escondido de YouTube.

En contraposición y casi por las mismas fechas, las portadas de los periódicos nacionales se llenaban de titulares destacando la participación de Héctor Garibay, quien conquistó la maratón de México 2023. Un orgullo boliviano, desde la óptica con la que se mire. Con algo de agudeza es posible encontrar en Internet, historias sobre la preparación de este destacado atleta y sobre todo la transición que realizó del fútbol a las carreras de fondo. Definitivamente: “Somos fruto de un mal día”. 

Me imagino que fue muy malo el día en el que le dijeron a Héctor que no volvería a jugar al fútbol debido a una lesión. Pero dentro de su etapa de recuperación tuvo la fortuna de que otra atleta consagrada, Nemia Coca, lo invitara a formar parte de su club de corredores “Pie de viento”.

Hace algunos días, en un documental de Netflix, vi la historia del ciclista británico Mark Simon Cavendish, quien pasó por varias etapas dentro su carrera profesional, sin embargo, algo que destacaba el audiovisual es que, en este deporte, el del ciclismo, llevas a tu cuerpo al máximo umbral de dolor, todo para poder conquistar la meta. Quizás esa sea la razón por la que son muy pocos, los que elegimos deportes como el atletismo, natación o ciclismo, ya que, desde mi poco conocimiento, podría indicar que los deportes conjuntos, a diferencia de los individuales, tienen la facilidad de distribuir la presión, la carga y la responsabilidad entre los integrantes del equipo.

Como había indicado antes, me gusta correr. Me despierto a las 5 AM todos los días, sea lunes, domingo o feriado. Salgo a correr 5, 10 o 15 km, como me sienta ese día. Estas últimas semanas decidí incrementar mi umbral de dolor y además de correr los kilómetros acostumbrados, los sábados y domingos pedaleo entre 30 y 50 km. Llego a mi departamento totalmente agotado, pero contento, sabiendo que me voy superando a mí mismo, que voy conquistando mis miedos, que fortalezco mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.

Ojalá, en un futuro próximo, tengamos un centro deportivo donde Nemia, Héctor o cuanto otro atleta exitoso, pueda instruir y capacitar a las nuevas generaciones de corredores, ciclistas o nadadores, con la esperanza, de no solo una consagración mundial, sino más bien, de estar formando personas sanas, sin miedo a asumir retos y con una alta conciencia de seres humanos.


viernes, 1 de septiembre de 2023

LA ANTIGUA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

La suerte es simplemente la habilidad de aprovechar las oportunidades que se presentan. Si uno puede ver las cosas de manera diferente y actuar en consecuencia, entonces uno tiene la habilidad de crear su propia suerte”. Albert Einstein.

La Sociedad de la Información. Quizás muy pocos recuerden este concepto, ya que, tiene su origen a mediados del siglo XX, cuando diversos teóricos empezaron a notar un cambio significativo en las formas en que la sociedad interactuaba con la información generada; lo que se tornó más evidente con la disminución del empleo en las industrias físicas (como la manufactura) y una súbita demanda por los trabajos basados en la información (como la programación o el análisis de datos).

Durante la década de los noventa y comienzos del nuevo milenio, la transición hacia una futura sociedad de la información se aceleró con la digitalización y la adopción del Internet como plataforma de comunicación. Fueron diversos los sectores de la economía que sufrieron esta transformación, pero también surgieron desafíos significativos al incrementarse la dependencia por la información digital y el empleo de la tecnología que, a su vez, ocasionó múltiples preocupaciones en la privacidad, seguridad, propiedad intelectual y desigualdades en el acceso. Este último punto, fue el que llevó al debate mundial sobre lo que se denominó la “Brecha Digital”.

Referirnos a la Sociedad de la Información, es considerar a un mundo donde las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) se encuentran integradas en todos aquellos aspectos relacionados con el crecimiento económico, el desarrollo social y la gobernanza participativa. En este tipo de sociedad, se garantiza el acceso a la información de forma plena y libre, donde el Internet, los teléfonos móviles, las computadoras y otras formas de tecnología digital son empleados por las personas para acceder, compartir y utilizar la información de manera eficiente. Sin embargo, para alcanzar ese grado de sociedad, se requiere de un nivel de educación y alfabetización digital adecuados, por lo tanto, no todas las sociedades pudieron transitar a esta propuesta. Debido a que era fundamental garantizar el alcance de las oportunidades creadas por la tecnología, independientemente de su ubicación geográfica, situación socioeconómica o nivel de educación.

Recuerdo que las instituciones académicas realizaron cursos, seminarios, diplomados y hasta maestrías, generando “expertos” en sociedades de la información, pero con el paso del tiempo, la iniciativa hacia el nuevo modelo social se fue anquilosando en sus propios problemas, donde uno de los principales resultó ser la dificultad para la reducción de la Brecha Digital, aspecto que se volvió más evidente entre diferentes sectores del emporio mundial. Esta diferencia motivada por factores educativos, económicos, técnicos, geográficos y hasta culturales ocasionó que, una gran parte de la población global sea excluida de los beneficios alcanzados por las nuevas sociedades de la información.

Lamentablemente la alfabetización digital resultó insuficiente y no bastó con tener acceso a las tecnologías o al Internet para ser considerada a una sociedad como informatizada. También se requerían de las habilidades necesarias para emplear los recursos tecnológicos de manera efectiva, lo que limitó la posibilidad en el aprovechamiento de aquellas oportunidades que les brindaban las TICs. 

Este proceso incrementó las desigualdades ya existentes, especialmente por el acceso a las comunicaciones centralizado en manos de una pequeña élite, generando una concentración de poder en grandes corporaciones tecnológicas que, sin una regulación adecuada, en algunos casos, decantó en un monopolio administrativo, técnico y comercial. A esto se sumó la sobrecarga de información, debido a los enormes volúmenes de datos (textos, imágenes, audios y vídeos) que comenzaron a circular en Internet, resultando en una propagación incontrolable de noticias falsas que, con los ya múltiples problemas de privacidad y seguridad, forjaron graves preocupaciones en términos de la confidencialidad de la información, por la falta de leyes y reglamentos adecuados o del incumplimiento de los existentes, ocasionando alarmantes violaciones a la privacidad.

Hoy en día, tenemos un otro concepto en boga: La transformación digital. Es evidente que existen algunos aspectos comunes entre aquella Sociedad de la Información de inicios de siglo y la propuesta revolucionaria de la Transformación Digital, puesto que, ambas requieren del uso extensivo de tecnologías digitales para mejorar procesos, servicios y comunicaciones. Sin embargo, ya no se recurre a una sociedad informada sino más bien a un cambio cultural, en el que se acepta y se integra el uso constante de la tecnología en la vida cotidiana, demandando nuevamente la necesidad de habilidades digitales para beneficiarse del uso de otras nuevas tecnologías.

La Sociedad de la Información y la Transformación Digital son dos conceptos fuertemente interrelacionados que se apoyan mutuamente y juntos, trabajan para llevar las ventajas de la tecnología digital a todas las áreas de la sociedad y de las organizaciones, aunque estoy seguro de que, con el paso del tiempo, la transformación digital también quedará como un esfuerzo que logró propulsar parte del desarrollo tecnológico mundial. 

Finalmente, esa receta mágica, la piedra filosofal o el santo grial de la transformación hacia una sociedad informatizada puede que resulte más simple de lo que imaginamos. Únicamente debemos estar predispuestos al cambio, sea con la Transformación Digital, la Sociedad de la Información, la Mejora Continua u otra teoría disruptiva que vaya a ser empleada.