domingo, 30 de junio de 2019

LA RADIO DE MI MAMÁ


Hijo, ¿será que puedes arreglar la radio? Preguntó mi madre, cuando estaba a punto de volver al trabajo. ¿Qué le pasó? Le respondí con atención. Fue ahí cuando me contó, que su radio Telefunken no funcionaba desde hace más de 20 años.


¿Será que en el Internet encuentras el repuesto? Me dijo, mientras veía como desarmaba el equipo. Puede ser, le respondí. Efectivamente, uno de los tubos de vacío se encontraba rajado. En un papel anoté el modelo y verifiqué con el plano impreso en la tapa de cartón. Tomé varias fotos del circuito, junto con el modelo y número de serie. Volví a cerrar la radio, ajustando los cuatro tornillos que sujetaban el protector. Te avisaré si encuentro algo, le dije al momento de despedirme.

Esa noche, busqué en eBay y Amazon el Telefunken EZ80, no encontré muchas opciones, pero existían algunos vendedores que tenían unas pocas unidades del repuesto que necesitaba. Con dos o tres alternativas, le escribí a mi amigo Claudio Quiñones Valdez, quien en los últimos meses me ayudó a adquirir e importar repuestos y dispositivos electrónicos de las tiendas virtuales. Fue muy valiosa su colaboración, ya que, se puso en contacto con los vendedores y logró comprar la válvula de vacío con el modelo exacto que requería.

El jueves pasado, me escribió Claudio un mensaje, indicando que el repuesto fue enviado y que el fin de semana lo recibiría. El sábado, fui a la terminal de buses para recoger el repuesto que llegó muy bien protegido, en un par de cajas, plásticos de seguridad y en medio de una bolsa de aire comprimido, se encontraba una pequeña caja blanca que contenía el EZ80. Toda esa protección era necesaria, se trata de un dispositivo muy delicado ya que, cualquier ligero golpe puede romper el cristal y dejarlo inservible.

“Ya llegó el repuesto, iré por tú casa para probarlo en la radio”, indicaba el mensaje que le envié a su teléfono celular. A casi dos meses después de que, mi madre, me pidiera tímidamente que le ayude a reparar su radio, me encontraba colocando con delicadeza el repuesto. Quería encender el equipo y verificar su correcto funcionamiento pero, con una revisión minuciosa, estaba casi seguro que esa radio Telefunken Gavotte de 1960 volvería a funcionar. Sin embargo, deseaba que fuera mi mamá, quien tenga el gusto de girar la perilla para activar el equipo.

Le llamé y le dije: “mamá, no se como se maneja este aparato”. Ella muy emocionada, conectó el cable de energía y giró la perilla. Por unos segundos no escuchamos nada, aunque mi papá nos advirtió: “ya se encendió, funcionará”, pero seguíamos sin oír nada.

Los equipos en base a tubos de vacío toman unos segundos en ingresar en operación, a ese proceso le dicen “calentamiento” y efectivamente es algo así, la radio estaba calentando antes de funcionar. De pronto, comenzamos escuchar el ruido clásico del receptor cuando el sintonizador se encuentra en una frecuencia donde no existe una portadora. Con ayuda de la segunda perilla, logró captar una radio emisora, fue en ese instante en el que su rostro se llenó de felicidad y dijo: “¡Funciona! ¡Funciona!”, se puso de pie y me abrazó. Sentí su alegría, la radio que su papá le regaló cuando era joven, volvía a funcionar, dos décadas después.

Hoy, imaginé a mi mamá, escuchando la radio, cuando aún la televisión no había llegado a Bolivia, era su único medio de información, su distracción, su compañía y 60 años después de su fabricación, aun tenemos el privilegio de escuchar una radio emisora que transmite en amplitud modulada y onda corta.

¡Disfrútalo mamá!


viernes, 21 de junio de 2019

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

En las últimas semanas, con mi amigo Carlos, entramos en un ritmo de lectura bastante divertido. Compramos varios libros de la tienda virtual de Amazon y en pocos días, los terminamos de leer. Aunque, la parte más entretenida, divertida e interesante es el intercambio de comentarios, opiniones y quizás críticas al texto, vía mensajes al WhatsApp. 

Una mañana, cuando me dirigía al trabajo leí, en la pantalla del celular, un artículo sobre los libros recomendados por Bill Gates para este 2019 y, dentro la exclusiva selección me llamó la atención uno que titulaba “Vida 3.0”. Le comenté a Carlos y el, inmediatamente lo compró de la tienda virtual. Después de algunas horas me escribió un mensaje donde simplemente decía: “Bro, es buenísimo el libro”. No esperé más y lo compré. 

Carlos, escribió en su blog algo sobre Inteligencia Artificial, me imagino que inspirado y motivado por el libro que estamos leyendo, Vida 3.0 de Max Tegmark. A mí también, el libro me atrapó, me motivo y me despertó la curiosidad sobre temas de la programación de algoritmos de autoaprendizaje e Inteligencia Artificial (IA). Vi algunos vídeos y compré otros libros sobre programación en Python. 

El fin de semana, estuve revisando códigos de programas y algoritmo relacionados con la IA. Quedé fascinado con una máquina de Google que aprendió a jugar, desde cero y sin conocimiento previo, un viejo juego de Atari. Fue tal la evolución de la máquina que, con su “conocimiento” adquirido con cada intento, al cabo de un par de horas, resultó ser la mejor en el juego, reforzando eso de que la práctica es el único camino para la mejora continua. El vídeo está en Youtube y titula “Google DeepMind's Deep Q-learning playing Atari Breakout”. 

Al apagar la tablet, me imaginé una máquina que tendría que aprender sus deberes, simplemente con registrar mi comportamiento. La adquisición de “conocimiento”, por parte de la máquina, sería a través del registro de datos, como lo hizo la DeepMind de Google. Cada registro, sería empleado luego para identificar patrones en mi conducta que le permitan programar su comportamiento para optimizar mis actividades, una suerte de asistente robótico. 

Imagine una máquina que registraría toda mi rutina, antes de poder colaborar con mis actividades cotidianas. Imaginé un registro pormenorizado de mis costumbres y todos esos datos almacenados en su base informática. Este ejercicio, me generó una curiosidad mayor, ¿qué registraría? Ingresé, imaginariamente, a la consola del robot y busqué en su base de datos, con algunas consultas y algunas bitácoras generé un archivo, y lo leí. 

Resumen del registro ponderado de las primeras horas del humano asignado. 

Su día comienza a las 6 de la mañana, con una probabilidad del 80% de que se despierte 5 minutos antes de que la alarma del celular se active. El 20% depende de la hora de inicio de su descanso. Si es lunes o viernes, duerme 10 o 20 minutos después de las 12 de la noche. El resto de la semana, 20 minutos antes de la media noche. En todos los casos, tarda 15 minutos en ingresar en la fase 1 del sueño. 

Al momento de dormir, programa su celular con música suave por exactamente 20 minutos, esto le ayuda a alcanzar el sueño, aunque la probabilidad de que se despierte a las 4 AM es del 65%, logra dormir en los próximos 15 minutos de suscitado el evento. Se registraron escasos eventos en los cuales no volvió a dormir, solo un 5% de las veces registradas. No se registraron más de 45 minutos entre que despierta y sale de la casa para trabajar. 

Rutina identificada: ducha, ropa, desayuno, preparativos de los materiales que requiere para su actividad, billetera, llaves y un paquete de pañuelos descartables, son imprescindibles. Solo se tienen dos eventos en los que se olvidó uno de los tres elementos que considera necesarios. No existen registros acerca de olvido de las llaves. 

Conclusión, los tiempos marcan la realización de cada actividad inicial de su día y sus niveles de ritmo cardíaco y respiración suben a medida que los minutos programados se vuelven escasos. Aunque no llegó a niveles de aceleración crítica, se detectó una ansiedad para poder lograr sus objetivos en el tiempo establecido. 

Programación, iniciar el día a las 5:55 y concluir a las 23:40, con música ambiental por 20 minutos. Verificar que los tres elementos necesarios estén siempre en la mochila, caso contrario generar una alarma. Desplegar mensajes visuales y auditivos para marcar los tiempos de realización de los eventos registrados. 

Fin. 

Me desconecté y después de respirar profundamente, me dije: “pareces un robot”.


jueves, 6 de junio de 2019

NIKE

Instalé la aplicación de Kindle (Amazon) en mi vieja tablet Lenovo y desde ese día no he parado de leer. Algo interesante de la aplicación de Amazon es que, una vez terminada la lectura de un libro o días después de realizada la compra de uno digital, te envían un correo electrónico con algunas recomendaciones, resultado de su algoritmo personalizado, que ellos llaman filtrado colaborativo ítem a ítem. Esto consiste en asociar cada producto comprado por un usuario con una lista de productos similares, que se obtiene en función de los elementos que hayan sido adquiridos en un mismo pedido, añadidos al carrito de compras, o almacenados en una lista.

No recuerdo si la recomendación sobre el libro de Phil Knight me llegó por correo electrónico o a través de la página web de Amazon, solo recuerdo que me sentí atraído por la portada negra, el inconfundible “Swoosh” y unas letras sobresalientes que decían: Nunca te pares. 

Revisé los comentarios de otros lectores y pude evidenciar que todos o casi todos le otorgaban al libro 5 estrellas. Lo compré de inmediato y comencé a leer.

Phil Knight, fundador de Nike, comparte en algo más de 400 páginas la historia de una de las principales compañías norteamericana de ropa deportiva, describiendo su creación y evolución, que se dio en medio de un mundo dinámico, donde las marcas deben ser lo suficientemente fuertes como para ser competitivas y además, rentables.

El autor estuvo al frente de Nike, desde 1964 hasta el 2004. En su libro, cuenta con detalles fascinantes como le costó consolidar una empresa, atravesando situaciones muy difíciles, tanto económicas, familiares y personales. Este millonario estadounidense relata el miedo y la frustración que le produjeron diferentes etapas al frente de la marca deportiva, donde uno de sus primeros retos fue persuadir a su padre para financiar su idea. También, detalla los riesgos que enfrentó, los contratiempos, la permanente lucha con los competidores, los escépticos, sus enemigos y algunos banqueros hostiles, así como sus grandes triunfos. Sobre todo, recuerda la relación con su exentrenador de la universidad, Bill Bowerman, quien fuera su primer socio en la Blue Ribbon Sports, que también es anecdótico cómo surgió ese primer nombre de la compañía, que años más tarde sería Nike.

El libro es apasionante, desde el primer capítulo, hasta el último. Me quedé atrapado durante horas por la narrativa y la historia, me tomó unos cuantos días dar fin con las hojas digitales y me trajo a la mente algunos eventos históricos ocurridos durante los años 80 y 90. Sin embargo, también sentí que este libro debería ser leído por mi hijo, por todos aquellos jóvenes quienes comienzan a interactuar en nuestra sociedad, por aquellos quienes tienen los sueños intactos ya que, Knight nos enseña algo importante, que es el de luchar por lo que uno cree y quiere, sobreponiéndose a los diferentes obstáculos, con sacrificio y dedicación.

Definitivamente, es un libro escrito para ser una inspiración a las futuras generaciones, donde estoy seguro encontraremos a los constructores del mañana, a los nuevos visionarios quienes le harán frente a la adversidad, empleando las nuevas herramientas que se están desarrollando.