Hoy me
llegó un email de Strava, me invitaban a revisar mi año con la bicicleta, no me
di tiempo para leer el contenido, directamente lo borré. Este año no fue de los
mejores, comencé con mucho ánimo, tratando de superar ese miedo inicial que uno
tiene al transitar por las calles paceñas, ese miedo que a medida que se van
recorriendo kilómetros va disminuyendo lentamente, aunque nunca desaparece.
Enero, febrero y marzo fueron buenos, cumplí con los retos que Strava
publicaba, todo estaba bien, la bicicleta con algunas pequeñas dificultades mecánicas,
pero bien. Ya para el segundo trimestre la cosa se complicó, la medicación para
contrarrestar la gastritis degradó mi ánimo, y entré en un estado de letargo,
así permanecí gran parte del año, una que otra salida esporádica. Por agosto,
Intenté llegar al Chacaltaya, pero aún no estaba listo, abandoné a la mitad del
trayecto y la bicicleta ya comenzaba a pedir atención, con ruidos extraños que
se emitían al pedalear. El día del peatón acompañé a unos amigos hasta Calamarca,
140 km de pedaleo, lo logré pero me duró una semana reponerme. Intenté
Tahupalca – Molino Andino, antes del Yolosa la Cumbre, del que no participé, y
tampoco lo logré, me quedé en Mallasa. Ese fin de mes llevé mi bicicleta al
mecánico y yo fui al doctor para mi evaluación, me sentía mejor, pero la bici
no, requería partes o un reemplazo de todo el sistema de tracción. Una tienda
cochabambina que contacté por Internet, tenía la solución, pasar del Shimano
Acera al Deore, pasar 3x8 a un 3x10, sonaba tentador, aunque el precio
desalentador. Estuve un mes con esa duda, y mientras me decidía, volví a la
rutina del Spinning; comencé a ver vídeos de entrenamiento y a leer algunos
libros, pero aún no me sentía listo para volver a las carreteras. A inicio de octubre me llamó el vendedor, preguntando si aún estaba interesado en el
Deore, le dije que sí y realicé el depósito, a los dos días estaban los
repuestos en casa y listos para ser instalados. Con la ayuda de un técnico amigo
pude concretar el cambio tecnológico y ese fin de semana, salí nuevamente a
pedalear, nuevamente los miedos, pero esta vez ganaron las ansias, los deseos
de sentir una pasión. Es noviembre, aumenté la frecuencia del Spinning, lástima
que Strava no lo registre, pero ya me sentía mejor y fui un par de veces a
Pongo, desde Kalajahuira. Hace dos semanas leí la convocatoria tradicional de
fin de año, pedaleo hasta Copacabana. Ya son dos años que no llegó a
Copacabana pedaleando, sea por fallas mecánicas o físicas, pero no he vuelto a
completar el recorrido, pero más me sorprendió la cantidad de ciclistas que
querían participar, hasta el martes eran 60 y para el día domingo bordeamos los
100. El recorrido hermoso, como siempre, la carretera vacía, solo el ruido de
las cubiertas contra el asfalto, el espléndido lago Titicaca a la derecha, fenomenal,
fueron tres horas intensas, un muy buen tiempo para 70 km desde la escuelita de
Achacachi hasta Tiquina, aunque los últimos tres kilómetros tuve que pedalear
contra el viento y la lluvia, esa lluvia que nos impediría cruzar el estrecho y
continuar con el camino hacia el Santuario de Copacabana. Cierro este 2016 sin
poder completar el recorrido, aunque muy feliz, por encontrar lentamente mi
ritmo, en sentir que el cambio de sistema mecánico fue el acertado y sobre todo
de poder superar, de a poco, ese letargo en el que te sumerges después de
tantos meses de inactividad. Espero volver a pedalear este fin de semana, ya
casi comienzan mis vacaciones y tengo planes de volver a la pista de BMX,
volver… volver… y volver.